¿Y aquí cuándo se piensa?
VICENTE CARRASCO ‘BIXEN’
Hace un par de semanas pusieron en el metro de Estocolmo unos carteles de Hjärnfonden, la fundación sueca para el cerebro. Hjärnfonden recauda dinero para la investigación y la información sobre el cerebro y sus enfermedades, lesiones y discapacidades. Estos carteles dicen muchísimo de cómo vive la gente en Suecia y más aún en Estocolmo, donde se junta la cultura sueca, que suele tirar bastante a lo que, para otras culturas, es introversión, y además lo que es la cerrazón tan habitual en esta ciudad. Tan habitual que, incluso, en el resto de Suecia es lugar habitual el considerar Estocolmo como el lugar donde mejor que lleves tú los amigos ya puestos o tengas mucha vida interior, porque lo llevas claro para hacer amigos.
Los carteles dicen:
“Únete al club local de running, por tu cerebro”
“Habla del tiempo con alguien en el bus, por el bien de tu cerebro”
“Puedes encontrar más información sobre los beneficios del contacto social para el cerebro y de cómo afecta el estilo de vida a la salud mental en https://www.hjarnfonden.se/hjarnhalsa/”
«Inicia conversaciones con los vecinos en la lavandería por el bien de tu cerebro”
Nota: la gente que vivimos en edificios de apartamentos usamos una lavandería que, si hay suerte, está en el mismo edificio y si no, está en uno bastante cerca. Estos carteles cuentan muchas historias de cómo se vive aquí. Por ejemplo el detalle de que en el cartel se dice que hables con extraños en el bus y el cartel esté en una estación de metro. Si mencionara el metro, seguramente añadiría unos niveles de ansiedad social inaceptables para muchos. Alguno protestaría. Sería, por tanto, un cartel mucho menos útil. ¿Hay que decir estas cosas? Sin duda. ¿Están contando algo nuevo para alguien? Seguramente no. Pero cuanto menos te relacionas menos quieres, y al final acaba todo el mundo en su rinconcito, con su telefonito, su Netflix, su gato (que no hay que pasearlo o se pasea solo) y sus redes sociales. Y nadie te ha visto desde hace seis meses. Y nadie sabe en el trabajo si eres soltero o casado. Hijos no tienes, porque no desapareces cuando los críos tienen vacaciones de invierno ni cuidas de ninguna criatura cuando enferman.
Dicho todo esto… si el gobierno vascongado montara un chiring… una agencia similar (Burmuina 3000, Gomuta o alguna cosa parecida), ¿qué carteles pondría?, ¿qué le pediría a la gente que se replanteara?
Se me ocurren unos cuantos:
“¿Cuándo fue la última vez que, para relajarte del estrés de la semana, NO te pusiste como Sid Vicious?”
“Si lo dejas cuando quieras, ¿puedes dejarlo siquiera una semana?”
“¿Cuánto crees que van a tardar en casa en saber que todo ese entreno lo haces para no pasar tiempo con ellos?”
“Dicen que la gente va a terapia porque alguien de su entorno debería haber ido y no fue; ¿Has pensado en ir DE UNA PUTA VEZ?”
O sin ponernos tan dramáticos:
“¿Sabes que también se puede no hablar a grito pelado?”
Sobre la escandalera constante, el guirigay como paisaje sonoro en el ámbito público, hay mucho que hablar. No hay silencio nunca, en ningún sitio. Un amigo vasco que vive aquí tiene una esposa sueca que adora Euskal Herria, y quizás por eso entiende de las luces y las sombras del país. En una de esas visitas, de txoko en txoko, de comidas que se alargan y pasan a ser cena, de ir visitando a unos y a otros sin parar, le preguntó a su esposo ¿pero y aquí cuándo pensáis?
Si eso no es tomar la medida del zapato…
Porque una cosa que en Suecia se sigue viendo (aunque cada vez menos, gracias a los cascos y sobre todo a los teléfonos
inteligentes) y no hay que explicarlo ni defenderlo, es a alguien sentado en solitario, en silencio. Pensando. Cada vez que nos juntamos le digo a esta mujer (que es escritora e investigadora, entre otras cosas) que menudo libro podría escribir. Una guía explicando Euskal Herria a los suecos.
Un libro tan especial que tendría que incluir en lugar señero, acaso en el título, que para la mentalidad sueca, esta gente no
calla, no para un momento, ni para pensar y aun así las cosas salen. ¿Pero aquí cuándo se piensa? Qué librazo sale de ahí. Y
qué interesante sería ver ese libro publicado en euskara. Una mirada certera, informada, desde el cariño pero no por eso
deshonesta. Al pan, pan, y al vino, vino. Qué bien vendría ese libro a un lado y a otro de esta historia. Cuánto nos podríamos
reír todos. Con lo bueno que es eso para el cerebro.