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¿En qué andamos?

Julen Arzuaga

Julen Arzuaga

· Parlamentario de EH Bildu Berriz

 

Unas reflexiones rápidas a punto de terminar la campaña electoral a ayuntamientos, diputaciones (Parlamento Foral en Nafarroa) y Europarlamento. Un momento que podría ser el ecuador a la espera de dilucidar las intenciones de Iñigo Urkullu sobre las autonómicas en la CAV y que, de darse un adelanto electoral, constataría una legislatura fallida, sin leyes, iniciativas gubernamentales ni proyectos de envergadura. Así, un proceso largo –larguísimo– electoral en el que se han operado diferentes estrategias de comunicación política dependiendo del marco concreto, ofertas macro y micro, mensajes generalísimos y ultra-específicos, apelaciones emotivas o, por el contrario, declaraciones técnicas sin alma. ¿Y ante todo esto, qué queda? ¿Ofrecemos los políticos soluciones o generamos hartazgo o, cuando menos, hastío? ¿Clarificamos el futuro o lo enredamos aún más? ¿En qué andamos?

A estas alturas, cualquiera podría concluir que la maquinaria electoral partidista busca superar al contrincante, con un “quítate tú para ponerme yo”. O dicho con un poco más de profundidad, una batalla por la hegemonía, que simplificando enfrenta a la familia nacionalista conservadora (PNV) con la independentista progresista de EH Bildu. Una suerte de sistema de bipartidismo en algunos casos turnista y en muchos otros, en los que el PNV se aferra al poder por más de 40 años, de sustitución y con otras sensibilidades políticas como aderezo, ya sea por corrimiento de votos a alguna de estas dos grandes familias, ya sea por pactos y acuerdos de gobierno posteriores. ¿Es esto así? Quiero pensar que no es tan mecánico.

Escribiendo en y para Durangaldea, quiero recoger una idea que nos propone Joseba Sarrionandia a través de una traducción (e interpretación) libre de sus palabras originales en euskara. El de Iurreta nos dice que un partido se organiza como un gobierno pequeño precisamente por su intención de gobernar. Una estructura única que tiene una dirección centralizada para conseguir la hegemonía, para participar en la batalla por controlar el aparato público. Todo lo demás parece someterse a ese objetivo último: asumir el poder. Ese objetivo de asaltar el poder dejaría en un segundo plano el para qué ejercer el poder. Es decir, “estar” en la institución parece más importante que “qué hacer” desde la institución. Si la propiedad, el poder, la ley, se asumen como el sistema normal, natural, inalterable… entonces cualquier cambio está fuera de lugar. Y ahí es donde nos interpela Sarri: la política debe ser sobre todo nuestro modo de vida diario, vivir con atención y con pensamiento crítico.

Y para ello no es suficiente con la pugna electoral cada cuatro años (o con sobredosis como ahora). Es preciso cambiar de cultura. Es necesario dejar de interpretar la acción política como algo que se hace desde arriba hacia abajo, de la institución a la ciudadanía. Es necesario dejar de ver a los políticos como lejanos gestores inaccesibles y, según la imagen que pretende ofrecer el PNV, infalibles que saben qué necesita el ciudadano y ya está y no vengas cargando con tus protestas y reivindicaciones. Como dice nuestra compañera parlamentaria Nerea Kortajarena, lo único que se hace de arriba hacia abajo son los agujeros. Y por eso hay que dar una vuelta a la relación institución-base social. Porque queremos hacer la política de abajo hacia arriba, que la institución se impregne de las necesidades, los anhelos, los deseos de la gente por vivir mejor y con más dignidad.

No soy un observador imparcial, no soy un comentarista político neutral. Tengo mi proyecto y mis siglas. Y creo sinceramente que EH Bildu está intentando llevar a cabo esta transformación cultural para entender la política no sólo como el mero ejercicio del poder que se elige periódicamente, sino como el arte de poner el poder al servicio de la gente, de la ciudadanía. Para entender que los representantes políticos no sustituyen a las pulsiones de los votantes, no trabajan “por ellos”, sino “con ellos y ellas”, porque además de voto tienen voz. Porque luchan para mejorar sus vidas junto con su base. Para transformar la relación de la estructura política con la calle. Para empoderar a la ciudadanía para que ejerza mejor sus derechos día a día, sin olvidar sus obligaciones sobre todo para los que más necesidades tienen o se encuentran en una situación más precaria. Para poner la institución al servicio de las iniciativas sociales, del día a día y del barrio a barrio. Para que la institución sintonice con quienes más necesidades tiene. Y porque el gobierno, a cualquier nivel, acoja las reivindicaciones justas de quienes, además, más se las pelean, como son las mujeres por sus derechos, las y los jóvenes contra la precariedad, las y los pensionistas por unas pensiones dignas, las y los trabajadores por un empleo y salario justo.

En EH Bildu en esas andamos.

Ayúdanos a crecer en cultura difundiendo esta idea.

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