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BIZKAIKO BIRA · De Laida a Busturia con el Alpino Tabira · Caminos de encinares, caminos en la mar

JAVI RAYA

Continuamos con la Bizkaiko Bira organizada por el club de montaña Alpino Tabira de Durango. El pasado domingo estuvimos de enhorabuena porque fuimos a conocer, fuimos a tocar, fuimos a andar por la cuenca estuario del rio Oka, fuimos a retener en nuestra memoria el paso por la Reserva de la Biosfera de Urdaibai. En esta etapa salimos de Laida y llegamos a Busturia, muy cerquita de Sukarrieta.

Comenzamos nuestra andadura, dejando la playa de Laida -municipio de Ibarrangelu- con sus dunas y con sus arenales caprichosos, que juegan con las corrientes de la mar; y llegamos al camping de Laida con su pequeño embarcadero con txalupas, que siempre están esperando y con su casita que siempre está vigilando las subidas y bajadas de las mareas.

El barrio de Kanala lo vamos a recorrer por el monte, a través de sus senderos de encinares, que nos llevan a la cima de Kanalaburu (321mts), senderos que dan colorido a estos montes de mar, llenos de vegetación, que nos llegan a tapar las vistas y a tapar los olores, que nos hacen olvidar la cercanía de la mar.

Del barrio de Kanala llegamos al Barrio de Isla Goikoa y buscamos la Ermita de San Lorenzo, que nos acerca al molino de las mareas del barrio de Ozollo, que guarda en su memoria la presencia de hasta 6 molinos harineros en Urdaibai, con un pasado de puertas que se abren y se cierran al agua de las marismas, con un pasado del discurrir del agua por sus arcos abiertos en sus bases para arrastrar las 3 piedras del molino y poder hacer un tesoro que sólo su maquinaria sabe, la harina.

Retomamos los senderos de encinares desde Arteaga, porque hemos encontrado una atalaya sobre las marismas de Urdaibai, que debemos de conquistar, la cima de Ereñozar(447mts), y en alto de este monte nos espera la ermita de San Miguel, que esconde grietas, que esconde historias de ángeles y demonios. Desde la cima de la ermita de San Miguel de Ereñozar, tocamos los arenales caprichosos de la playa de Laida,  tocamos los montes cerrados por la vegetación, tocamos el discurrir de los hilillos de una lengua de mar que entra en las marismas, tocamos las ermitas diseminadas por montes, que son faros para otear esta tierra y este mar.

Y llegamos al pueblo de Kortezubi y nos encontramos una puertecita de entrada al pueblo. Todos los pueblos tenían que tener una puertecita de entrada; una puerta de entrada de bienvenida a sus visitantes, una puerta de entrada para conocer al pueblo y conocer su plaza, una puerta de entrada a un tesoro escondido y bien guardado, una puerta de entrada para andar por encima de las marismas del estuario del rio Oka.

Terminamos la plataforma de madera de Kortezubi,  y continuamos por senderos de tierra que discurren por las marismas y nos acercamos al puente que atraviesa al rio Oka, que nos sorprende por el gran cauce y porque no sólo arrastra el agua del río, sino que también arrastra las nubes que descansan en nuestras montañas cercanas.

Y llegamos a la antigua Tejera del barrio de Murueta, y nos atrae los viejos embarcaderos de madera y la antigua fábrica de tejas.

Continuamos andando y pronto nos encontramos con los restos de la batalla entre el río Oka y el Mar Cantábrico; nos encontramos con piedras desprendidas de las rocas de mar, solidificadas para siempre con las conchas arrastradas por las mareas; nos encontramos con cauces vacíos, que se convierten en desiertos de barro y lodo, vacíos de agua, que nos falta y entristece a la ría; y nos damos cuenta del juego de las mareas, que suben y bajan, que inundan y que vacían, que entran y salen, de forma caprichosa en las marismas del Urdaibai.

¡Qué espectáculo es ver el cambio de paisaje, de escenario, en estas marismas según nos encontremos con la marea alta o con la marea baja!

Finalizamos en la playa de San Antonio, muy cerquita de Sukarrieta, donde el rio Oka finaliza su andadura igual que nosotros, donde vuelven los arenales por la cercanía del mar, donde los montes mueren cerca de la mar, donde el mar se hace inmenso, donde la tierra se hace pequeña, donde se juntan las dos orillas de las marismas, donde se separa el perfil de la costa vizcaína con una apertura del mar en la tierra formando la Biosfera de Urdaibai.

Te das cuenta, que en estas marismas, rodeados de montes y atalayas y de ríos y de mar, está escrita la historia de estas tierras; de cuando estas tierras estaban bajo las aguas del mar, de cuando estas tierras veían plasmadas sus vivencias en las paredes de la Cueva de Santimamiñe, de cuando estas tierras eran testigos del embrujo de las marismas en los castillos imperiales como el de Arteaga, de cuando estas tierras vieron la construcción de las ermitas diseminadas tal y como los faros en la mar para guiar a sus gentes, de cuando estas tierras miraban con asombro a los molinos harineros que controlaban las mareas del mar, de cuando estas tierras se acercaban al cauce de la ría para construir embarcaderos de madera y abrir caminos en la ría y en la mar, de cuando estas tierras se percataron de la presencia del ser humano y del trato respetuoso, que le debían de dar.

Hemos finalizado la etapa 5 en Busturia …y ahora descansando en la playa de San Antonio somos testigos de cómo muere el río Oka en la mar; tocando los montes y tocando las atalayas, que son vigías de estas marismas, nos toca imaginarnos la siguiente etapa que finaliza en Bakio, y es que nosotros somos caminantes, que buscamos un sendero que nos lleve a las cimas de Katillotxu(336mts) y Burgoa(451mts), que nos acerque por el litoral de la costa vizcaína a los faros del Cabo Matxitxako y que nos lleve de forma irremediable a los acantilados imposibles que salpican con el agua de la mar a la ermita inmutable de San Juan de Gaztelugatxe.

Ayúdanos a crecer en cultura difundiendo esta idea.

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