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VIAJAR CON… | ROBERTO MALLABIABARRENA | Tubabu en la pureza africana de Malí

Mallas

Roberto Mallabiabarrena ‘Mallas’ 

Todos los viajes son guapos. Hasta el hecho de ir un día a Gasteiz y darte un rule por el barrio medieval. Disfrutas una tarde. Sin embargo, hay algunos que son alucinantes y te dejan un recuerdo, que te sale una sonrisilla cada vez que te acuerdas de ellos.
Si el viaje supone ir a África, concretamente al Sahel, conocer Senegal y Malí, llegar hasta la mítica y legendaria Tombuctú, en transporte publico, sobre todo la parte del río Niger, pues ya esta liada… Estás ante una de las movidillas mas guapas que te has metido en tu vida.

Como todas las cosas guapas, muchas surgen de la casualidad. Estar en el sitio adecuado en el momento oportuno. Un día de junio me fui a Atxarte a escalar con Javi Fondado ‘Fondis’. Los dos, allí nos juntamos con Juan Carlos Ponga ‘Hotxe’, que hacia la repera de tiempo que no nos veíamos. Los tres nos fuimos a Labargorri. Allí, ‘Hotxe’ me empezó a contar que tenia pensado viajar a África el mes que venía. Que el plan era tomar el tren que va de Dakar a Bamako, de allí ir a Kulikoro, pillar un barco que le llevaría por el río Niger hasta Tombuctú, y con mucha suerte hasta Gao. Además, conoceríamos el país Dogon, que viven en la falla de Bandiagara.

Me quedé tan impactado con el plan que no se cómo se me quedó la cara, pero lo siguiente que me dijo fue, a ver si me apetecía ir con él y le acompañaba. ¡Tatatachaaannnn! No me lo pensé ni un segundo. Era igual que el viaje fuera en julio. Es decir, un calor de ‘morirse con toda la perra’, las incomodidades, la falta de embajadas, consulados, agencias comerciales (en Malí), las vacunas, la bilercia del río, nada de nada importaba, mi respuesta fue ¡Síííí! en el segundo siguiente a la pregunta.

Llegué a Durango ese día con todo el nervio a flor de piel. Ya había viajado antes. Conocía bastantes países de Sudamérica, algunos de Europa y en África solo había estado en Marruecos. Y de repente embarcado para el sahel africano, con lugares que pasaríamos, llenos de nombres míticos, legendarios, caravaneros, peliculeros y novelescos. ¡Vaya bola que se me  hubiera courrido ocurrido ir a Atxarte ese día!

No íbamos a conocer los dos países exhaustivamente. Teniamos un mes y desde la costa de Senegal a Tombuctú y volver se fundía el tiempo; los alicientes eran inmejorables.
Yo ya sabía que Senegal era el bautismo africano para mucha gente que viajaba. De hecho ya conocía a dos de Durango (‘Fondis’ y Guillermo Berasaluze ‘Fiti’) que habían estado y luego conocí a más personas de Durango que había enredado por allí, pero, ¿a Malí? A Mali no conocía a nadie que hubiera estado. Seguro que los hay. En viajes por Asia y Latinoamérica, me he encontrado a muchas personas de Durango rulando y mochileando a tope.
Empecé a documentarme un poquito sobre los lugares a conocer, ¡y ya la carne de gallina! Porque todo era muy prometedor: mucha historia, muchas etnias, muchos paisajes, mucha música, mucha comida cañera, mucha agua a potabilizar, muchísimo calor, mucha bronca, la revuelta tuareg en Malí estaba en pausa, y se podía ir, pero mucha tensión, a estar en el sahel, la posibilidad de conocer el Sahara, la presabana, y la sabana africana, la repera de etnias: los wolof, peules, diolas, mandigas, malinkes, basaris, bambaras, tuaregs, songhais, bozos, markas. Al ser un viaje siempre en ruta, haciendo un trayecto, sin conocer los sitios concienzudamente, veríamos mogollón de cosas.
Y por fin, con toneladas de ganas y la rehostia de nervios llegamos a Dakar. La llegada al aeropuerto, pura caña. Se nota que estás en África. Además aterrizamos de noche, cansadillos y alucinados. Al salir por la puerta, tortazo de calor húmedo, y ‘nosecuantos’ taxistas a nuestro cuello dándonos una chapa del carajo, para ir con ellos. Al final volvimos al aeropuerto, nos decidimos por uno, acordamos un precio según ponía en la guía y a Dakar,
Las calles a oscuras, sin farolas, mogollón de peña rulando por la calle. Bueno, ya habíamos llegado, y era lo que queríamos. Llegamos a un hotelucho y a dormir. Me acuerdo de que no pegué ni ojo, sobre todo por el calor y cómo no también por los nervios.
Al dia siguiente, a empezar con todo. Dakar no es nada bonita, pero si que tiene cosas que ver, hay varios mercados muy puros: la plaza de la Independencia, el mercado de Sandaga me gustó mucho, situarnos donde estaba la estación de tren para ir a Bamako, comprar el billete, enterarnos de qué tren era el nuestro, porque hay dos que hacen el recorrido: el senegalés y el maliense.
Si ya el senegalés es genuino, el maliense tiene un pegada africana que es la rehostia. Tuvimos la suerte de conocer los dos. Tuvimos que ir también a la embajada de Malí en Dakar para sacar los visados de entrada y allí nos encontramos con el ritmo laboral africano, alucinante… ¡Bienvenido a este mundo¡ Con la vida y la sangre que tienen para el fútbol, bailar, protestar, dar la chapa, deporte en general, lo de los tramites administrativos, son de otra pasta. No nos daban los visados en una semana y teníamos en 3 días el primer tren. ¡Problemas! Y tuvimos que pasar por el aro y conocer el cáncer de la corrupción y tuvimos que negociar una comisión en la propia embajada con la secretaria, que estaba más buena que Naomi Cambell, pero era mas lista que el hambre y volando olió nuestras ganas y necesidades, con su arte africano y su sonrisa como el marfil, nos dio una lección de chantaje, que nos quedamos cagados. Son de otra pasta, pero ya teníamos los visados, todo en orden y la primera parte ya estaba en marcha.
Como nos quedaban dos días en Dakar, recorrimos la ciudad y tomamos el barco a la isla de Gorée, cercana y tiene la triste historia de ser uno de los mayores puertos de embarque del África occidental, en el transporte de esclavos a América. Fue la puerta del no retorno para muchísimos esclavos, hombres, mujeres y niños y niñas.

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Playa de Gorée.

El barco de llegada va bastante lleno. Ya empiezas a disfrutar del viaje, sobre todo, por el colorido de las ropas de la gente, oír su idioma, son gente fuerte y alta esta peña de Senegal, como toda llegada a puerto el desembarco siempre es emocionante: las personas moviéndose, la carga, fuimos a una playita que estaba cerca, llena de chavales jugando al fútbol y bañándose. Nos metimos al agua y fuimos la expectación. De repente dos blanquitos en medio de todos ellos, empezaron las risas y pronto fuimos objetivo de salpicaduras y empujones, todo en broma, llamándonos tubabu, tubabu, que es como en esta parte de África llaman a los blancos, como en el oriente nos llaman mzungus, subimos a lo alto de la isla donde hay un fuerte, y luego fuimos a ver la casa del terror, que fue ‘La casa de los esclavos’.

Allí, se te cae el alma viendo las celdas donde fueron prisioneros, ni se sabe cuánta gente se utilizó durante el tráfico de esclavos. El triángulo del negocio giraba en traer baratijas a África, cambiarlas por humanos para las plantaciones de América, y traer a Europa algodón, café y azúcar. Fue tanta la gente que murió en esta casa, que a los muertos los tiraban directamente al mar y una colonia de tiburones se asentó aquí, ya que tenían la comida asegurada. Después de ver esto con un poco de escalofríos, volvimos al puerto y vimos la vidilla de la tarde,con gente tocando bongos y bailando, después del calor tórrido de Dakar, este día fue entre los baños y andar por la isla, una gozada.

Al día siguiente, ya en la estación, pillamos el tren para Bamako. A atravesar esta parte de Africa. Todo emocionados, mirando por la ventanilla, en cada parada se acercaban muchas mujeres a vender comida y bebida a los viajeros, los intercambios se hacen por la ventana del tren, mucho jaleo, regateo, prisas y ruido, una gozada en definitiva. El paisaje es bastante llano, en la zona de la frontera es un poco montañoso, pero lo que más llama la atención son los grandes termiteros, y los baobas, que dice la leyenda, que fueron castigados por los dioses por su arrogancia, y colocados boca abajo, como castigo.

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Desde el tren.

No entiendo mucho de música, pero en estos días ya habíamos oído muchas veces a Youssou N’dour y a Ismaël Lô , que me encantaron y acabe muy aficionado a su música, que ya me traje y la sigo oyendo todavía.

El viaje duró dos días y llegamos a Bamako. Se nota que Mali es un país mas pobre y precario. Todo estaba hecho polvo, y no hay hoteles baratos para dormir, al no haber para nada una clase mínima media. Los hoteles, son de superlujo o supercutres. Total, que nos fuimos a dormir a una misión libanesa, es una opción que nos habían comentado, dormir en misiones en Malí.

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El viaje en tren duró dos días.

Un nuevo país, más cañero, más puro, más mítico, y preparados para embarcar en un barco para llegar a Tombuctú. Queriendo hacer todo el río Niger. Lo ideal es ir a Kulikoro, para embarcar allí. El sitio para pillar los buses en este caso a Kulikoro es ¡mundial! ¡Pura África en mayúsculas! Toda la gente que había por allí, bambaras, tuareg, peules, songhais, la caña bendita, por estar en esta parada de bus vienes a África… Solo por eso.

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Al estar en el mes de julio, no había barco de pasajeros. El río estaba muy bajo, solo había para ir a Tombuctu, en pinazas, ¡impresionante! Iban a ser siete días metidos en una piragua de carga, sentados encima de sacos, con un montón de gente, un plan mundial. Seguro que sería muy incómodo, pero la propuesta era aventurera total, y dijimos que sí. Embarcamos, y fueron unos de los días mas emocionantes de nuestras vidas: mucho viaje, mucha pegada, ni se nos hizo largo, era todo tan alucinante viendo la vida en la pinaza, cómo hacían la comida, qué capacidad de aprovechar el espacio, tumbados encima de los fardos, sacos, montones de cestas, telas y cerámicas, los pueblitos a la orilla del Níger, pasamos por Segu, y Mopti, que volveríamos, a este último.

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Venta de comida a las personas que viajan en la pinaza.

Navegar por el río Niger, el tercer río de África, el río mentiroso, que nace en las montañas de Guinea Conakry, se interna en el Sahara, en Tombuctu pega una curva, y vuelve para atrás para desembocar en el Golfo de Guinea, 4.200 kilómetros de río por el que llegar a la legendaria Tombuctú.

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¡Qué emocionantes días! Qué despedidas al llegar a Tombuctú. ¡Fue la hostia! Tombuctú tiene mucho de mito y mitología, debido al error de un cartógrafo, que situó aquí el reino de Malí, en vez de en Segu, como realmente estaba, por ello las leyendas de sus calles lujosamente decoradas, sus mansiones impresionantes… Lo que realmente fue era un importantísimo centro comercial, de intercambio, porque por aquí están las minas de sal Taudemmi, uno de los lugares mas espantosos del mundo.

 

Horror por sus condiciones de trabajo salvajes, y esta ciudad se convirtió en el punto medio de intercambio de la sal por grano, oro y esclavos. El precio de la sal llegó a costar lo mismo que el oro, por culpa del sol y la deshidratacion, al no haber frigoríficos, era la única manera de conservar.

Muy puro el pasear por sus calles, muchas satisfacción llegar hasta aquí. Conocimos a un tuareg que nos propuso visitar un poblado e ir en camello: fuimos encantados, dos días rodeados de chiquillos, viendo los pozos, durmiendo con ellos en unas jaimas, feliz por el viaje.

Ya retornando de nuevo, llegamos a Mopti, seguramente el sitio que más me gusto de todos: su puerto de pinazas en la confluencia entre el río Niger y el río Bani, donde se comercia con las mercancías de Gao, Tombuctú y Djenné. Sus astilleros, donde hasta los clavos se hacen a mano; los herreros, gran mercado de frutas, pescado seco, especies y telas, decenas de niños por todas partes.

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Mezquita de Djennë.

De aquí, tipo campamento base, un día fuimos a conocer Djennë, todos los recorridos en África en transporte público son una experiencia en sí, independientemente del sitio que quieras llegar para ver algo, solo que aquí, esta la mezquita de adobe más grande de África Occidental, es un laberinto de pueblo por sus callejuelas, dicen que puede ser el edificio de barro más grande del mundo. Una vez al año la gente se junta y lo reparan, la pena que no fuera lunes, porque el mercado que realizan aquí, dicen que es, el más bello de todo África.

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De trekking.

Y luego para terminar, fuimos al país Dogon, que vive al lado de la impresionantísima falla de Bandiagara, una gente que es animista: creen en las formas de la naturaleza y de los objetos. El treking que hicimos fue de Bandiagara, Yawa, Nombori, Tireli, Ireli, Sanga, y vuelta a Bandiagara, viendo estas diferentes aldeas, conocimos las casas de la palabra, donde se reúnen a negociar sus cosas, siempre sentados, con los techos bajos, porque dicen que la gente de pie pelea más, no pudimos ver los danzantes con máscaras, porque no coincidió.

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La alegría de los poblados.

Volvimos a Bamako, y de alli vuelta a Dakar, en esta ocasión en el tren maliense, ya estábamos curtidos y nos atrevíamos con todo.
Y volvimos a Durango, totalmente flipaos, he vuelto a África varias veces mas, Sudafrica, Uganda, Kenia, Tanzania, Zanzibar, igual fueron mas bonitos, pero no fueron tan auténticos como Senegal, Mali, viajar en transporte publico, siempre da a los viajes mas autenticidad, y las experiencias son infinitas.

*Roberto Mallabiabarrena es un durangués trotamundos.

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