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‘La contaminación del aire’, por Rafael Hidalgo

Rafael Hidalgo Segurola

Rafael Hidalgo Segurola

Habitualmente, los municipios que tienen instalados analizadores de la composición del aire, facilitan los contenidos en el mismo del óxido de nitrógeno (NOx), del monóxido de carbono (CO), del dióxido de carbono (CO2), de las partículas menores de 2,5 y 10 micras (PM 2,5 ) y (PM 10), así como del ozono troposférico (O3) formado a partir del oxígeno (O2) por la acción de los rayos ultravioletas (UV). Los primeros elementos tienen su origen en el parque de automóviles y camiones, las partículas PM 2,5 tiene su principal origen en el combustible que queman los motores diésel, es decir en la combustión incompleta del gasóleo. Las partículas de mayor tamaño, las PM 10, tienen su origen en el polvo, cenizas, hollín cemento, polen, etc, que se encuentran en el ambiente. Así las cosas, los valores que facilitan las autoridades son generalmente los relativos a la presencia en el aire de los elementos citados, adjetivando los mismos con los términos “Bueno”, “Regular”, “Malo”, etc.                Pero la determinación de los valores citados no tienen en cuenta algunas cuestiones importantes, por lo que los mismos, en las situaciones que citaremos, valen para poco. Durante años, muchos, grandes cantidades de substancias tóxicas (que no son las citadas hasta ahora) han sido liberadas al aire por parte de la industria. Según fuentes autorizadas, la mortalidad por tumores malignos es un 17% mayor en los pueblos o ciudades industrializados en España que la media nacional.En estos pueblos, en estos municipios concentrados en las provincias de Bizkaia, Gipuzkoa, Barcelona, Tarragona y Valencia se detecta un exceso de mortalidad por leucemia, tumores digestivos malignos, respiratorios, próstata, ovarios, mamas y vesícula biliar.

(Ver figura copiada de el diario El País)

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Fuente: EL PAÍS

Esos elementos procedentes de la industria y que se vienen a sumar a los clásicos producidos por el parque automovilístico, son metales pesados tales como el cromo, el níquel, el cadmio y el arsénico y de los productos de desechos de la incineración de basuras, de la fabricación de acero, de la producción de papel y de los herbicidas e insecticidas.

Así las cosas: ¿Qué hacer con los datos oficiales citados? Los análisis que se efectúan vienen a determinar aquellos productos, aquellos elementos que se buscan y obviamente los que no se buscan no aparecen. Si estamos determinando el contenido en el aire del CO, CO2, NOx, O3, las partículas PM 2,5 y las PM 10 como en los analizadores clásicos (como el de Durango por ejemplo), y no buscamos, por ejemplo SH2, cadmio, níquel, plomo, arsénico, etc, y los valores de aquellos elementos se contienen en los valores stándar, podemos decir oficialmente que “la calidad del aire es buena”, aunque los casos de cáncer que se estén produciendo en la comarca sean sensiblemente superiores a la media estatal.

Las autoridades son plenamente conscientes de esa realidad, pero se lo callan como muertos aduciendo, cuando la opinión pública tira de la manta que si, que si, que tienen razón en protestar pero su silencio no tenía otro objetivo que el de “no levantar alarma social”.

El problema radica en que:

1) Determinar cuales son los elementos nocivos que contiene el aire -aparte de los controlados- es muy difícil. Para eso hay que tener un mapa de todos los procesos de fabricación de todas las industrias bajo sospecha de la zona.

2) Y aunque existiera voluntad política para hacerlo, llevaría mucho tiempo, dinero, conocimientos y trabajo.

3) Aunque todas esas dificultades fueran superadas, quedaría la clásica dificultad del ejemplo de la chimenea, de las que se dicen que “una cosa es hacerlas y otra ponerlas en pie”, es decir, como quiera que a lo mejor habría que cerrar muchas fábricas por imposibilidad de cumplir unas normas estrictas, mejor no “meneallo”, porque el llamado progreso se nos vendría abajo. Solución: ponerse de costado, mirar a la línea del horizonte de manera displicente y moverse cuando la opinión pública presiona, a la voz de “muévase amigo, muévase, no importa en que dirección pero muévase, que parezca que se hace algo para remediar la situación”.

Un ejemplo de cuanto indico lo tenemos en Cantabria, de forma concreta en el pueblo de Barreda, a 4 kilómetros de Torrelavega, donde hay instaladas dos grandes empresa químicas, que en un tiempo dieron ocupación a casi 5.000 personas (las joyas de la industria cántabra) y que durante muchos años han ido vertiendo sus desechos en el río Saja-Besaya que desemboca en Suances, cuyas aguas estaban negras como el betún.

Los que han conocido las playas de Suances hace algunos pocos años, tiene que recordar en las orillas de las mismas una capa de espuma de no menos de 30 cm. parecida a la no tan lejana que bajaba por el Ibaizabal aguas abajo procedente de la Papelera. Pues bien, a lo que iba: cuando las autoridades cántabras se ponían bravas y amenazaban a las citadas empresas para que corrigieran sus vertidos, bajo la amenaza de fuertes sanciones, estas invariablemente proclamaban que “dotar a las fábricas de las medidas correctoras necesarias para ponerlas de caramelo, supondría unas inversiones cuya cuantía harían inviable el proyecto industrial, es decir, el cierre de las mismas, poniendo a 5.000 personas en la calle”.

Naturalmente las autoridades a partir de ese momento hacían “mutis por el foro”. Fin de la historia, de la cita, que diría el difunto -políticamente– Rajoy. Y es que cuando se entiende el llamado progreso de esta guisa, pasan estas cosas… incluso peores.

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