Recuerdo perfectamente la sensación de mis primeros meses aquí, estaba como enferma, iba a correr casi todos los días, encontraba nuevos caminos, que es la cosa que más me gusta en el mundo, poder encontrar un nuevo sendero. Y luego ver cómo se junta con otro sendero que conozco… Tengo clavados en la mente momentos, sitios específicos, en tiempos diferentes, con nieve o con lluvia, o días de sol. Todavía recuerdo exactamente estos momentos, pararme, mirar la vista y estar en esta belleza. Hay muy pocos sitios así en el mundo… Y con las endorfinas de haber corrido. Un subidón increíble. Ahora me he acostumbrado un poco; creo que me vendrá bien irme para volver con la misma pasión.

En Inglaterra hay una mentalidad mucho más… what’s the word… idealista, con mucha presión para encontrar un destino profesional. Entonces fui a Perú a hacer unas prácticas, trabajando en un equipo científico de investigación, pensado que haría un máster de ecología, pero tres meses en la selva con los insectos, la mierda y el calor, me han enseñado que no quería ser ecóloga. Pero en ese equipo la mitad eran españoles, yo ya hablaba francés y me di cuenta de que lo que más me apasionaba eran los idiomas. Entonces pensé en aprender castellano en España, quería irme e intentar conectar con las pequeñas cosas que me hacen feliz.

Mochila, bus, sin trabajo, con un poco de dinero y mi título de profesora de inglés, llegué a Barcelona, luego a Donosti, porque me habían dicho que era bonita. Y la verdad que sí, aquel enero hacía increíblemente bueno: una trampa mortal! Y empecé a andar por la costa, haciendo entrevistas. Había caminado hacia mi nueva vida!”.