Notas e ideas de octubre
Óscar Gómez Mera
Han pasado más de seis meses desde los acontecimientos del 1 de octubre en Catalunya. A lo largo de este tiempo he ido anotando ideas y pensamientos sobre lo ocurrido. Me dispongo a exponerlos a continuación. Algunas de estas reflexiones son mías. Otras las he leído o escuchado a lo largo de este periodo de tiempo y las asumo como propias. Son éstas:
La organización social y la movilización popular fueron los elementos clave en el proceso de ruptura en Catalunya. Fue esa movilización masiva la que obligó a sectores otrora autonomistas a posicionarse en clave soberanista. Sin el trabajo puesto en marcha por el movimiento independentista no se comprende la actual situación en Catalunya. Sin la auto-organización y el empoderamiento popular nada hubiera sido posible. El control de las instituciones no hubiera servido de mucho sin un pueblo que cuestionase el statu quo.
El conflicto no es con el gobierno del PP. Ni con un futuro gobierno de otro signo, si lo hubiere. El conflicto es con el Estado. Un Estado heredero del régimen de 1939 diseñado para que nada pueda cambiar. No hay con quien pactar. No se puede pactar con quien se niega a dialogar, ni cabe federación posible con quien no quiere federarse. La unilateralidad era la única vía posible. La desobediencia el único método. No hay vías legales para la independencia de los pueblos en el marco del Estado español.
La cuestión nacional y la social son partes inseparables de la lucha por la emancipación. No se puede avanzar en lo social sin herramientas que permitan decidir. Hoy día, le pese a quien le pese, la lucha por la liberación nacional es la única vía que permite una ruptura que dé lugar a procesos constituyentes que pongan en marcha la construcción de estructuras sociales más democráticas y justas. La soberanía nacional no tendrá lugar si las decisiones de tipo político, social y económico no están en manos del pueblo. Sin decisión popular la soberanía nacional es más de lo mismo, es cambiar todo para que nada cambie.
La izquierda española, una vez más, ha reafirmado su rol como garante del statu quo. Muchas de sus reivindicaciones (ruptura democrática, proceso constituyente, regeneración, república frente a monarquía…) salieron a la palestra en el proceso catalán como objetivos concretos y avaladas con un amplio respaldo popular. Aun así, su postura fue la de mirar para otro lado y atrincherarse en el marco estatal como ámbito de consecución de las mismas. Un marco donde parece estar cómoda aún a pesar de que las posibilidades de ruptura son prácticamente nulas.
“Sin violencia todo es posible”. Este mantra que hemos escuchado hasta el vómito no era más que una burda mentira. Da igual que se usen métodos pacíficos y democráticos como en Catalunya. Cualquier proyecto político que cuestione el orden imperante será criminalizado y todo el peso del Estado recaerá sobre quien ose disentir.
La UE ha mostrado una vez más su verdadero rostro. Todos los estados de la UE y la propia institución han legitimado la represión contra el pueblo de Catalunya. Nada se podía esperar de una institución antidemocrática al servicio del capital transnacional. La UE fue puesta en marcha como institución al servicio de los estados y no de los pueblos. Su posicionamiento al lado del Estado español también se entiende como posicionamiento para evitar otros conflictos nacionales en el viejo continente.
Cualquier debate sobre reforma constitucional o marco autonómico más amplio está fuera de toda posibilidad. El estado sólo modificará sus leyes para volver a una recentralización aún mayor. Nunca será posible una España plurinacional. La soberanía, entendiendo por soberanía la capacidad de decidir no sólo si se forman o no estados independientes, sino además qué tipo de proyecto político, social y económico se van a poner en marcha es esos estados se antoja a día de hoy la única alternativa posible para la democratización de España. Cuánta razón llevaba Castelao cuando en contestación a Calvo Sotelo dijo aquello de que para que España sea roja, republicana y laica, tendrá que romperse.