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Mujeres al frente en 1936, la liberación frustrada

Iban Gorriti

Poco se ha escrito sobre la Guerra Civil en Euskadi. Menos de lo que pueda pensar la persona lectora. Todo -a pesar de excelentes trabajos de investigación- está aún por transmitir. Eso sí, de lo poco que hay lo primero que se ha reescrito ha sido el protagonismo del hombre vasco en los días de contienda entre el 18 de julio de 1936 y agosto de 1937. Y poco o nada sobre la mujer, segundo plato, lo que ya se presta a ser un alarmante indicador de la sociedad heredada que el pasado jueves salió convocada por el movimiento internacional feminista en masa a las calles a reivindicar el lugar que le corresponde en la sociedad y, por ende… en nuestra historia.

Por ello, hemos solicitado estos días de movilizaciones el análisis de tres mujeres vascas que han trabajado y trabajan la historia memorialista en Euskal Herria. Son por orden alfabético Asunción Badiola, bilbaina doctora en Historia Contemporánea; Julia Monge, arrasatearra integrante de la asociación Intxorta 1937 Kultur Taldea, y Maria González Gorosarri, profesora de la UPV-EHU e integrante de Durango 1936 Kultur Elkartea.

¿Se puede hablar del concepto de ‘feminismo’ en la sociedad de 1936 y su tres años posteriores? González Gorosarri acota la pregunta: «Sería más justo hablar de la liberación de las mujeres durante la Guerra Civil en Euskal Herria», valora esta biznieta de Vicenta Garnica Laserna, presa de Franco en la cárcel de Durango.

Esta autora del libro No lloréis lo que tenéis que hacer es no olvidarnos, referencia firmada junto a Eduardo Barinaga, actual director de ETB, pone el foco en que el reconocimiento de los derechos de las mujeres en la República (a la educación primaria obligatoria, derecho a cobrar su propio salario, derecho al voto, etc.) obligó a la sociedad a organizarse alrededor de esa nueva situación. «Por ello, incluso los partidos de derecha se vieron obligados a tener oradoras que apelaran al voto femenino. Como consecuencia, el trabajo social y político de las mujeres se visibilizó», pormenoriza González Gorosarri.

CAsilda Hernáez

La miliciana vasca Casilda Hernáez. PHOTO · EGURREZKO LIBURUAK.

Además, la docente acentúa que al igual que ha ocurrido en otros momentos históricos,  la guerra acarrea la eliminación de los límites establecidos y es entonces cuando las mujeres alcanzan mayores cuotas de liberación social, especialmente, cuando ocupan los trabajos de las fábricas que quienes han ido al frente han dejado libres. Y ahí pone un ejemplo: «En el caso de la guerra de 1936, muchas mujeres participaron en la resistencia antifascista», y cita, por un lado, a las milicianas que lucharon en el frente que eran principalmente anarquistas: «Anita Sainz y Kasilda Hernáez defendieron Irun y Donostia, y otras murieron en combate (María Garmendia Berasategi, Mertxe López Cotarelo y Pilar Vallés), antes de que el Gobierno vasco expulsara a las mujeres del frente».

De otro lado, la duranguesa recuerda a las muchas mujeres que participaron en la retaguardia táctica (las ‘Emakumes’ de ANV confeccionaban ropas para el frente) y en la clandestinidad (tras la caída de Bilbao en manos de las tropas fascistas, Bittori Etxeberria Agerrebere -conocida en la clandestinidad como Pepita Etxamo- organizó una red de mugalaris, ubicada en el valle de Baztán –Navarra-,  y un servicio de información entre los presos vascos y los dirigentes del PNV.

«La propia Bittori Etxeberria, Itziar Mugika, Teresa Verdes y Delia Lauroba fueron condenadas a pena de muerte en 1941. Un año después, les fue conmutada la sentencia de muerte por la reclusión: treinta años de cárcel para Etxeberria y Mugika, 25 para Verdes y veinte para Lauroba. Es por ello que la larga represión fascista no consiguió convertirles en perdedoras, ya que quien conoce la libertad nunca más vuelve a ser esclava, ni aunque le pongan cadenas», parafrasea González Gorosarri a Martin Luther King.

Julia Monge, tras el avance de la mujer el histórico pasado 8 de Marzo en las calles vascas, rebobina hasta el golpe de Estado dado por generales españoles en julio de 1936 contra la legítima Segunda República. «Fue concebido para aplastar los logros conseguidos en la Segunda República, incluido el importante avance que se pretendía en la lucha por los derechos de las mujeres. El poder sofoca siempre lo que le molesta, lo que le interpela y lo que le debilita», subraya la militante memorialista de Arrasate.

A su juicio, las mujeres sufrieron una brutal represión durante la contienda (encarceladas, violadas, depuradas, despedidas, rapadas, multadas, desterradas…), lo que demuestra que representaban un desafío a la estructura de ese nuevo poder. «Aun así, miles de mujeres resistieron y se rebelaron poniendo en práctica acciones transformadoras a nivel individual y colectivo; pasaron del espacio privado al espacio público en un contexto de discriminación y desigualdad; articularon formas de protesta dirigidas a sustentar la vida de sus familiares y las suyas propias», analiza y va mucho más allá en su observación: «Si trasladamos estos actos a nuestros días estaríamos hablando de “empoderamiento” y aunque no podemos situar el feminismo como hoy lo entendemos en ese periodo sí deberíamos hacer justicia incorporando estas luchas a nuestra historiografía feminista», concluye esta escritora guipuzcoana.

La doctora en Historia Contemporánea y escritora Asun Badiola también sitúa a la mujer de aquella época histórica donde merece. «Las mujeres vascas fueron tan protagonistas como los hombres, pero de una forma diferente. La mayoría no estuvo en el frente, pero sufrieron persecución, castigo, encarcelamiento en lugares expresos para ellas, incautación de bienes, exilio, rapados de pelo, paseíllos por la calle tras tomar aceite de ricino,…», enumera.

Acudiendo a datos objetivos, como el hombre, la mujer también murió fusilada. De los últimos listados publicados por el Gobierno vasco sobre mujeres pasadas por las armas en este territorio, se contabilizan 64 desde 1936 hasta 1940: 34 en Gipuzkoa, 22 en Bizkaia y ocho en Araba. “En un libro cita que en Bilbao fueron 19 de 9.000 prisioneros. El periodo de posguerra fue largo y también el encarcelamiento en sus diferentes fases. Yo solo he estudiado un periodo muy corto”, aporta la autora de diferentes libros y de la tesis de 2015 titulada La represión franquista en el País Vasco. Cárceles, campos de concentración y batallones de trabajadores en el comienzo de la posguerra.

A modo de epílogo, González Gorosarri llama a la reflexión: «Que no conozcamos a estas mujeres no solo es consecuencia de la represión fascista, sino falta de reconocimiento político por parte de sus compañeros, que no relataron sus nombres en la historia oral de este pueblo».

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