CARTA · ‘Vestir el muñeco’, por Rafael Hidalgo
CARTA · Rafael Hidalgo Segurola
Inspirados en los famosos modistos Valentino, Armani, Carolina Herrera, Versace… los políticos en general (algún despistado habrá por poco tiempo) han imitado el buen hacer de ellos en el arte de vestir el muñeco, tarea en la que han alcanzado un gran virtuosismo. Así no hay partido que no se envuelva en el manto del ideario demócrata –de moda tras la II Guerra Mundial- prometiendo en sus campañas electorales los jardines del Edén, para una vez instalados en el poder dedicar lo mejor de sus energías a mantenerse en el mismo, una vez superado cuanto prometieron (10 minutos después).
Siguen vistiendo el muñeco de un aspecto “politicamente correcto” adoptando modos y maneras democráticas como el pseudo empoderamiento del pueblo soberano en forma de programas como “la transparencia de la gestión”, “la participación ciudadana” “las escuelas de ciudadanía”… a la voz de que no le falten ropajes a esa farsa en que han convertido a la democracia.
Listas cerradas en las que los capos premian la fidelidad al Partido en lugar de la honradez y preparación, “el que se mueve no sale en la foto”, mienten hasta a sus médicos, se ponen los salarios y jubilaciones que les viene en gana, trabajan poco o nada, hacen de las puertas giratorias todo un arte de supervivencia, hacen entierros diarios de Montesquieu, juegan a la gallinita ciega con la corrupción, se alían hasta con el demonio con tal de perpetuarse en el poder, cambian de principios – si alguna vez llegaron a tenerlos – tanto como de camisa, con frecuencia los bien colocados hacen milagros en el arte de hacer desaparecer cosas que luego como Houdini hacen aparecer a miles de kilómetros…
En fin, todo ello y más me está llevando a quitarme de la política aunque sigo con curiosidad malsana las correrías de esa gente, de esos politiquillos, más bien, sin esperanza alguna de que los majaderos votantes, entre los que por supuesto me incluyo, tengan la fuerza necesaria para cambiar el curso de los acontecimientos dejando de ser tontos útiles.