Somos porque fuimos (I)
Rafa Hidalgo
Fueron 117 años, los que van de 1876, año en el que finalizó la III Guerra Carlista, hasta 1993 en que se cerró la última mina de hierro que seguía funcionado en Bizkaia, durante los cuales se transformó la vida de nuestro territorio al incorporarse al proceso de industrialización que entonces estaba en pleno auge en Europa gracias al cual Bizkaia puso los cimientos de lo que es hoy. Y eso fue posible por la conjunción de una serie de factores que en esta entrega y la siguiente iremos desvelando.
La genial innovación de utilizar la energía del vapor en las máquinas dio paso al maquinismo que no es otra cosa que el empleo de máquinas para sustituir la mano de obra directa. De ahí a la implantación de ese sistema en la industria no faltaba mas que un paso que fue el que dio Inglaterra con la industrialización de sus factorías a mediados del siglo XVIII, y hace ya de esto algo más de 170 años y ahí seguimos.
Este proceso de industrialización que supuso una auténtica revolución en muchos aspectos, se fue extendiendo. entre las naciones más progres de Europa, Francia, Bélgica, Alemania, Italia….
Pero el mundo es un pañuelo tal como sentenció un proverbio chino que dice que «el aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo» y ese movimiento nos afectó por el lado, no de la implantación inmediata del sistema citado dado que por aquel entonces eramos un país sumido en el subdesarrollo, sino como proveedores de una materia prima de alta calidad, el hierro, fundamental para la obtención del acero.
Se dice que desde los tiempos del cronista romano Plinio el Viejo, se sabia que «en tierras del norte de España (se supone que se refería a las nuestras), «existía una montaña de hierro».
La utilización del hierro entre nosotros para la fabricación de útiles para aperos de labranza, elementos de construcción y domésticos viene de lejos, hierro que se obtenía en ferrerías de monte (haixeolas) partiendo del mineral que lo contenía. Se han encontrado restos de haixeolas del siglo I y III d.C. cerca de la actual Arboleda y se ignora como llegó esa tecnología a nuestros antepasados aunque es lógico pensar que habiendo estado celtas y romanos entre nosotros dominando como la hacían esta primitiva forma de metalurgia, que lo hubiéramos heredado de ellos.
En Europa ya conocían el excelente hierro bizkaino y de ahí las características del mineral del cual era extraído, pero eso probablemente habría sido insuficiente de no mediar además una serie de factores como la alta ley del mineral, la potencia y homogeneidad de los yacimientos, su bajo contenido en fósforo, la explotación a cielo abierto así como la cercanía de las minas a los cargaderos de la ría y su fácil salida a la mar, situación que no se daba en nuestro competidor sueco situado en Kiruna localidad que está cerca del Círculo Polar Ártico cuyo puerto de embarque dista 170 kilómetros, en Narvik concretamente, de modo que para cubrir el veloz desarrollo de la industrialización de esos países se requería la utilización de importantes cantidades de acero sobre todo el Reino Unido y el mineral bizkaino cubría todas las exigencias de manera sobrada.
Las empresas siderúrgicas de los países citados constituyeron en Bizkaia compañías mineras participadas para así asegurarse precio, calidad y servicio y esas compañías crearon las infraestructuras necesarias para la explotación de las minas que estaban localizadas desde Galdakano hasta Pobeña y fundamentalmente en la Sierra de Triano.
Orconera Iron Ore, Franco Belga, Mc Lennan, Luchana Mining y entre los empresarios bizkainos que suenen se encontraban, Martinez Rivas, Echevarrieta, Gandarias, Chavarri Hnos., Lezama Leguizamón, Ibarra Hnos., Alonso Allende, Ocharan Mazas, algunos de los cuales eran también participes de las empresas mineras extranjeras. A todas las empresas citadas hay que añadir un buen puñado de pequeñas explotaciones que prefirieron seguir en solitario el negocio.
Para el 1.873 todas las infraestructuras necesarias para iniciar la explotación a gran escala estaban listas, pero el inicio de la III Guerra Carlista hizo posponer la puesta en marcha del gran negocio que supuso la minería en nuestro territorio.
La labor de preparación de las infraestructuras necesarias fue descomunal pues ahí es nada poner en marcha 6 ferrocarriles mineros de vía métrica, 24 cargaderos de mineral localizados en la ría, un cargadero de mar en Pobeña y aunque estaban localizados en Cantabria los de Ontón, Saltacaballo, Mioño y los tres de Castro, en varios de ellos había participación de capital bizkaino, planos inclinados, centros de lavado de mineral, balsas de decantación, hornos de reducción para elevar la ley de los carbonatos, tolvas de almacenamiento, transportadores aéreos de baldes (el que unía la Arboleda con Campomar en Pobeña tenía una longitud de 8,1 kilómetros y llegó a ser en su momento el más largo de Europa).