Félix Gallastegi Belar, el miñón de Iurreta que los franquistas fusilaron en el paredón de Derio
Iban Gorriti
MEMORIA IURRETA
El Doctor en Historia Contemporánea de la UPV/EHU Aritz Ipiña Bidaurrazaga detalló en 2018 que el Cuerpo de Miñones de Bizkaia –es decir, una policía dependiente de la Diputación foral- fue el que “más sufrió la represión física franquista”, ya que nueve de sus miembros fueron fusilados: Félix Gallastegi Belar, José Eguia Marcaida, Gregorio Urquijo Alberdi, Francisco Arrugaeta López, Benito Barayazarra Uribe, Leandro Echevarria Arguinchona, Ángel Mardones Oteo, José María Egusquiaguirre Golzarri y Eladio García Pérez. A otros cuatro se les conmutó la pena de muerte por la de cadena perpetua; otros nueve fueron condenados a cadena perpetua; siete a pena de 12 años y un día y otros diecinueve a distintas penas de cárcel.
“El precio que pagaron los miembros del Cuerpo de Miñones de Bizkaia por mantenerse fieles a la legalidad vigente y hacer frente a la sublevación fascista se saldó con la muerte, cárcel, depuración laboral y exilio. Además, las autoridades franquistas abolieron el cuerpo el 23 de agosto de 1937 bajo la acusación de haber luchado contra el ‘Ejército Nacional’, por lo que significarse con la democracia y la legalidad también supuso la muerte para el propio cuerpo”, mantenía Ipiña Bidaurrazaga.
El investigador Jon Irazabal Agirre, de Gerediaga Elkartea, ha estudiado la figura del primero citado: Felix Gallastegi Belar, natural –como el historiador- de Iurreta. Aquel policía ejecutado por el odio franquista había nacido el 5 de noviembre de 1891. Era hijo de Faustino Gallastegi y Eulogia Belar residentes en la cofradía de Santa Marina. Fue el cuarto de los cinco hijos que tuvo el matrimonio. Félix, de profesión jornalero, ingresó hacia 1917 en el cuerpo de Miñones de la Diputación de Bizkaia siendo destinado a Turtzioz.
En 1923 pasa a la reserva hasta que en 1927 la denominada “comisión provincial” concede el reenganche de numerosos miñones a dicho cuerpo y entre ellos a Félix Gallastegi, que es destinado a Muskiz. Casado con una mujer de Torrelavega, tuvieron familia numerosa. Abunda en ello Irazabal: “Fueron padres de numerosos hijos: cinco hijos, según unas fuentes, y nueve, según otras”.
En 1936, meses antes del estallido de la Guerra Civil tras un fracasado golpe de Estado militar español es destinado al puesto de miñones de Ondarroa, que lo conforman un cabo y cuatro números, donde le sorprende la contienda. Iniciado el periodo bélico, es enviado al frente de Orduña hasta que el 29 de octubre es destinado al barco-prisión Altuna-Mendi, cuando tras una matanza del 25 de septiembre de 1936 en Bilbao el Gobierno Vasco “sustituyó a los milicianos que lo custodiaban por miembros de su confianza” –valora Irazabal-, permaneciendo en dicho destino hasta el 22 de diciembre de aquel año, fecha en la que fue destinado a labores de custodia de edificios y orden público en Bilbao, Areatza y Santurtzi.
Prisionero en el Teatro Arriaga
El 19 de junio de 1937, el general golpista Franco y sus leales toman Bilbao. Félix Gallastegi, al igual que la mayoría de los miembros del Cuerpo de Miñones, es hecho prisionero y encarcelado en el Teatro Arriaga. Días después, el 13 de julio, es juzgado junto a otros 45 miñones. En el juicio es acusado de “rojo separatista”, es decir que “ideológicamente es próximo al partido EAE-ANV” –estima Irazabal-, y condenado a la pena de muerte. Una semana justa después, el día 20, el sanguinario dictador firma el “enterado”, nota consistente en la palabra enterado, escrita al pie de un documento para hacer constar que la persona o autoridad a la que va destinado se ha dado cuenta de su contenido. que constituye el visto bueno a la pena de muerte dictada. El 23 de julio se procede al asesinato de Félix Gallastegi Belar, José Eguia Marcaida, Leandro Echevarria Arguinchona, Eladio García Pérez y Francisco Arrugaeta López, cinco de los nueve miñones que fueron ejecutados por los franquistas.
“La ejecución debió llevarse a cabo en el cementerio de Derio donde fueron enterrados y aunque siempre se ha señalado que fueron fusilados, el certificado de defunción firmado por Clemente Serna y Serna, médico forense del juzgado de instrucción nº 2 de Bilbao, indica que murieron “a consecuencia de heridas de proyectil de arma de fuego de pequeño calibre” es decir “picados”, ejecutados con un tiro posiblemente en la nuca. Doce días más tarde, el 4 de agosto era fusilado Gregorio Urkijo Alberdi, miñón destinado a Berriz.
Algunas fuentes estiman que la Diputación de Bizkaia hizo en el cementerio de Derio una tumba colectiva para albergar los restos de los miñones, policías de la propia diputación, que habían sido fusilados en 1937 y que “eran muchos”, concluye Irazabal.