De hipotecas y excedencias (y conciliación)
Irantzu Ayestaran Ochoa
Firmé mi primera (y de momento, única) hipoteca hace ya ocho años con Caja Laboral. En su momento, y quizás también ahora, era la mejor opción de todas las del mercado y, desde entonces, no he dejado de recomendarla. Ofrecía las mejores condiciones y sus requisitos para reducir el importe mensual eran sencillos: nómina domiciliada, seguros, cuentas asociadas, gastos con la tarjeta… Tan fácil me lo pusieron que a lo largo de este tiempo he conseguido ahorrar y amortizar una parte muy importante del crédito, así como liarme la manta a la cabeza y lanzarme a tener familia.
Tras una pobre baja por maternidad (eso da para otra carta), decidí solicitar una excedencia de un año en mi empresa, para poder dedicarles más tiempo a mis hijos. Todo estupendo. Pero… llega la revisión anual de mi hipoteca y mi entidad no atiende a razones y me quita la bonificación por tener domiciliada la nómina. Recordemos que no es que me haya llevado mi nómina a otra entidad; simplemente, he optado por dedicarme por completo a mi familia durante doce meses, dejando de ingresar dinero cada treinta días.
Así que aquí se ha perdido una opción estupenda de demostrar que las entidades más arraigadas a Euskadi se vuelcan en sus clientes. Se nos llena la boca hablando de conciliación laboral y familiar, pero quienes pueden no hacen nada al respecto. Caja Laboral me cobra un 0,20% más cada mes porque he decidido quedarme en casa por un tiempo, sin un trabajo remunerado (que no sin trabajo, ojo) para cuidar el bien más preciado de nuestra sociedad: los niños de hoy, los adultos de mañana.