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Fallece José Antonio Olea, quien vio perder a dos hermanos y un abuelo en el bombardeo fascista sobre Durango de 1937

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Iban Gorriti

· El de Durango y vecino de Natxitua aportó sus testimonios emocionados a audiovisuales como ‘Kantatzen ez duen herria herri hila da’ que puedes visualizar al final de esta noticia

· Ayer, oficiaron los funerales católicos por su persona en la Basílica Santa María de Uribarri

La familia, los amigos y la historia viva de Durango hemos perdido a José Antonio Olea, aquel niño que conoció lo atroz, el terror de la sinrazón fascista, lo peor del ser humano que es el asesinato planeado. Fue uno de los supervivientes del bombardeo planeado que Mola, Franco y Vigón facilitaron que se ejecutara sobre la villa vizcaina el 31 de marzo de 1937 con más de 336 muertos.

Fue testigo de tres muertes en su casa -dos hermanos y su abuelo- mientras estaba desayunando y les bombardeó la aviación italiana fascista coordinada por la también desgraciada Legión Condor. El testimonio de Olea siempre le llevaba a emocionarse y a quien le escuchaba. Lo que vivió siendo un infante es desgarrador. Fue protagonista de algunos documentales en los que narró sus recuerdos entre lágrimas.

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José Antonio Olea en 2011, en Bilbao. · PHOTO · I. Gorriti

El pueblo de Durango despidió ayer en una celebración católica a su persona en la basílica de Santa María de Uribarri. Cuatro sacerdotes oficiaron la eucaristía. José Antonio Olea Garaita falleció en Galdakao el pasado sábado día 27 de febrero a los 85 años de edad.

· Denunció el bombardeo · Hombre cercano, simpático, bien plantado, de corazón y habla abertzale, de emoción sensible y de broma amable, fue una de las personas que más denunció con los mejores modales el bombardeo de Durango. Él tomo parte junto a la diputada de Cultura, la jeltzale Josune Ariztondo, en la presentación del programa de actos de programa foral ‘Gernika-Bizkaia 1937-2012. 75 años recordando’ y en el documental que surgió de ese plan ‘Zerutik sua dator’.

El majo de Olea, además, fue tiempo antes uno de los tres protagonistas del premiado cortometraje ‘Kantatzen ez duen herria herri hila da’ (Un pueblo que no canta es un pueblo muerto), junto al también durangués Alberto Barreña y el fallecido 17 días después del estreno del audiovisual Jesús Moreno, de Arrasate.

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Olea flanqueado por el arrasatearra Jesús Moreno y el durangués Alberto Barreña grabando el corto ‘Kantatzen ez duen herria herri hila da’. · PHOTO · I. Gorriti

Los tres fueron los únicos de doce supervivientes del bombardeo invitados de Durango que confirmaron su presencia en el cortometraje que ganó el premio máximo en el festival del cine de Lekeitio Bilera -único íntegro en euskera- y un segundo al mejor documental.

En él, Olea, Barreña y Moreno narraban sus recuerdos del bombardeo y a continuación cantaban una melodía del grupo de rock durangués Martxoak 31, que eligió ese nombre antifascista en 1988 para denunciar el crimen de guerra que fue el bombardeo de aquel día de 1937. En el corto grabado en un caserío de Berriz y en un estudio de grabación también participó su mujer, Mari Luz Lekue.

· Bomba fascista sobre su casa inocente · Olea quiso difundir el horror que familias como la suya vivieron en aquel banco de pruebas que fue su pueblo para los de Mola, Hitler y Mussolini. Pónganse la persona lectora en la piel de ese niño cuando tras caer una bomba fascista en su casa, su padre llevó en brazos desde el casco viejo de Durango hasta el cementerio de Durango a su hijo muerto y una vez allí dejado, tuvo que repetir los mismos caminos entre los escombros con otro hijo también asesinado por los malnacidos italianos, españoles e italianos.

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Cuerpos asesinados por los fascitas apilados en el cementerio de Durango el 31 de marzo de 1937. · PHOTO · Gerediaga Elkartea

Aquel hombre era el padre de José Antonio Olea, superviviente que perdió, por lo tanto, a dos hermanos, Daniel y Balasi, pero “también a mi abuelo Antolín, por la bomba que nos calló la casa”, nos aportaba testimonio.

Algunos no olvidaremos nunca cómo rememoraba también que “mi madre le mandó a mi hermana a la calle Ermodo, a Magdalena, a casa de mi tío Miguel. Al salir de casa, en el pórtico, vio los aviones. En vez de volver al hogar, echó a correr hacia adelante y… -se emocionaba al revivirlo en su memoria- acertó. Si llega a regresar, muere”.

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Estado en el que quedaron casas del casco viejo de Durango. · PHOTO · Gerediaga Elkartea

El padre se reencontró con el infante José Antonio, por la tarde, en el camposanto: “Eso lo recuerdo bien. Como venían ametrallándonos y me mandaban tirarme al suelo”. Para colmo de dolor: catorce días después, pudieron recuperar el cuerpo de su aitite que había quedado atrapado en los escombros de su casa.

· «Trabajar la paz» · Olea en todas sus intervenciones solicitó «evitar que esto se repita y trabajar la paz, porque en las guerras hay barullo», amplificó desde el corazón que dejó de palpitar el sábado y que sigue haciéndolo en el de los que siempre le hemos querido. El próximo 31 de marzo le echaremos en falta: su mano firme y su ya clásico golpe en la espalda. Adiorik ez, Jose Antonio!

 

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