Un año sin el ‘tormento’ de Ekaitz
Jesús Sánchez
Aunque no lo parece, ha pasado un año ya desde que Ekaitz se fue a explorar otras galaxias. “Hasta el infinito…. y más allá”. Se fue a conquistar otros mundos con su sonrisa de trasto, a revolucionar a todo aquél que encuentre a su paso. Porque para eso es un “tormentón”.
Parece que fue hace unos pocos días. Y lo parece porque, ausente físicamente, su presencia emocional sigue con nosotros. Permanece su espíritu, su ejemplo, su actitud ante la vida, y ante la muerte.
Pocos días después de su muerte el colegio Nevers Ikastetxea, su cole, le dedicó un sentido y cálido homenaje. ¡Qué acertado hacer partícipe de su despedida a los que fueron sus amigos!, aunque solo tuvieran 6 añitos.
¡Qué bonita y formativa lección recibieron esos niños! Ese día, escuché una maravillosa y acertada comparación. Trataba de explicar a los compañeros de aula de Ekaitz, a todos sus amigos, el significado de la vida, el valor de las personas. Algo que diera consuelo, explicación, a la sinrazón de una marcha prematura.
Comparaba la vida de las personas con una vela, con la luz que desprenden. Hay velas, como la vida, de diferentes longitudes y diferentes mechas. Las hay que son largas, pero estrechas y con poca mecha. Duran mucho, pero dan poca luz.
Hay otras, en cambio, que son pequeñas, cortas… pero son anchas y tienen mucha mecha. Resplandecen, inundan de luz todo lo que está a su alrededor. Así era, así es, Ekaitz. Como el rayo de la tormenta, la luz de sus ojos vivarachos y su sonrisa traviesa lo iluminaba todo.
A mí me era imposible borrar de mi cara una sonrisa cada vez que le veía. Y lo sigue haciendo. En mi lugar de trabajo, detrás de la pantalla del ordenador tengo un corcho en el que voy colgando las fotos “de mis niños”. Todas las mañanas, cuando enciendo el ordenador antes de empezar a trabajar, mientras se van cargando los programas, solo en mi despacho, le doy los buenos días a toda la Cuadri: a Ekaitz, Janire, Markel, Ibontxu, Zutoia, Julen, Josu, Gonzalo, Carlota…
Veo la foto con Ekaitz y la careta de Obélix (que al principio le intimidó y le dejó sin palabras: ¡Raro en él!), y no puedo dejar de sonreír… ¡Una vez más!
Os aseguro que es una buena forma de empezar el día. ¡Eso sí que te da alas; y no el Red Bull! Así era, así sigue siendo Ekaitz. Me siento afortunado de haberle conocido. Tengo la sensación de haber recibido de él más de lo que yo pude aportarle. De él, y de su familia: de Susana, de Iñaki, de Silvia, Pili, Libe, Karlos… Lecciones de vida… y de muerte, que son un todo indivisible.
¿Qué lecciones nos dejó?, ¿cuál es su legado? Nos pide que nos esforzarnos en sonreír, en disfrutar de la vida cada vez que esta nos deja un resquicio (“Vamos de pintxo-pote”, pidió el mismo día que volvió de Madrid, ya muy malito).
Que tratemos de aguantar con serenidad los malos momentos, mientras escampa la tormenta. Que nos impliquemos en lo que uno cree importante para él…y para los demás. Lo que se llama Solidaridad. Como hacía él, promocionando personalmente la Donación de Médula Osea (“Dona Médula, Dona Vida”), o paseándose por las habitaciones de otros niños que él sabía que lo estaban pasando “chungo”, para animarles.
Para todos aquellos que no tuvisteis la fortuna de conocerle, para que no penséis que exagero un ápice y comprendáis bien cómo era Ekaitz os recomiendo ver el vídeo musical de sus admirados tíos y tía de Zebel.
Es una canción, un vídeo, que me sigue emocionando cada vez que lo veo. Y han sido muchas, porque es una emoción de las buenas. De las que te dan fuerzas para seguir esforzándote en tratar de ser mejor cada día.
Bihotz, bihotzez, eskerrik asko, Ekaitz!
“Vuela alto, pequeño gran hombre!»
* Jesús Sánchez Etxaniz (Bilbao, 1962) es responsable de la Unidad de hospitalización a domicilio y Cuidados Paliativos Pediátricos del Hospital de Cruces
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