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Todo era azul (Aylan)

 

Michel Seoane

Michel Seoane

Todo era azul delante de aquellos ojos, verde hasta lo entrañable, dorado hasta muy lejos.

Así lo manuscribió el poeta Miguel Hernández, y así debió ver el mar el pequeño Aylan cuando embarcaba hacia su trágico destino.

Ante la foto del bebé sirio que ha aparecido ahogado en Turquía, los que somos padres lo hemos sentido como nuestro hijo y los que no tienen hijos han suspirado como cualquier otro padre.

La foto de Aylan nos denuncia a todos, todos somos culpables. Es imposible mirarla y no avergonzarse.

Europa entera debe avergonzarse de lo ocurrido, de lo que está ocurriendo.

La misma Europa orgullosa que hace más de medio siglo presentó al mundo la Declaración Universal de los Derechos Humanos,  hoy adolece de compasión alguna y mira hacia otro lado.

Y no es su peor falta mirar hacia otro lado, Europa ha permitido, alentado y colaborado para que el drama de la inmigración adquiera los tintes que se están viendo estos días.

Europa, especialmente en su parte occidental, a partir de la mitad del siglo pasado supo instaurar, mantener y defender sistemas sociopolíticos en consonancia con la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Los seres humanos podían desarrollar sus capacidades en un entorno de mayor o menor libertad y de, algún modo, podían disfrutar de lo que dio en llamarse “El Estado de bienestar”.

Aún así,  las campañas políticas y militares que se llevaban a cabo en las colonias de los países europeos en esa misma época dejaban mucho que desear y se situaban muy lejos de la Declaración Universal de Derechos Humanos.

En cualquier caso, la economía europea de entonces se sustentaba principalmente en la fabricación y el consumo de sus propios productos dentro de sus fronteras, lo cual permitía en mayor o menor medida a sus habitantes el disfrute del Estado de Bienestar.

Pero la codicia es también seña de identidad de Europa. La misma codicia que nos lanzó al mar hace 500 años a conquistar nuevos mundos, nos lanzó hace 50 años a conquistar, a través del poder económico, otros países, otras culturas y otros seres humanos. Obviamos la Declaración Universal de Derechos Humanos para todos aquellos que no fueran de nuestro entorno más próximo y, en el afán de alcanzar el máximo beneficio, comenzamos a mercadear con países cuyos regímenes políticos sometían a su población a un tratamiento injusto e inhumano.

Así hemos apuntalado durante muchos años nuestro Estado de Bienestar, vendiendo a precio de primer mundo lo que hemos conseguido a precio de tercer o cuarto mundo.

Hemos colaborado y sostenido las oligarquías de este tipo países, riendo las gracias y aplaudiendo los excesos de dictadores y tiranos.

Hemos provocado guerras entre clanes y hemos alentado el odio entre familias para campar a nuestras anchas y esquilmar su riqueza.

Hemos contribuido en sobremanera a la huída desesperada de los disidentes con estos regímenes políticos, agravando aún más la situación de los que no pueden huir, puesto que cada vez son menos para hacer frente a los tiranos que los gobiernan.

Ahora nuestro Estado de Bienestar agoniza y en nuestras fronteras, en nuestras playas y en nuestras conciencias agonizan seres humanos.

La fotografía de Aylan es todo cuanto hemos conseguido.

Ayúdanos a crecer en cultura difundiendo esta idea.

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