HOY, 79 AÑOS DEL BOMBARDEO DE OTXANDIO | Garaigordobil: «Fue terrible, no volví a ir a misa allí; empecé a venir a Urkiola»
I. Gorriti
Bittor Garaigordobil, el obispo emérito residente en Urkiola, sumará en octubre cien años. Fue testigo del terrible bombardeo de Otxandio del que hoy se cumplen 79 años, un capricho de un piloto militar de Orduña que acabaría en 1991, nombrado capitán general del Ejército del Aire, a título honorífico, en atención a «los méritos personales excepcionales» que concurrían en su persona, según el entonces rey de España, Juan Carlos I.
Érase una vez un seminarista de 20 años al que los franquistas le obligaron a ir con ellos a la línea del frente. Como a él, a otros cuatro hombres de su barrio rural. Así lo relata él. Mientras descubría la sinrazón de la Guerra Civil, el propio bando al que prestaba labores de camillero en segunda línea, mató a uno de sus nueve hermanos. Se llamaba Antonio. Ocurrió en un bombardeo cercano a su caserío.
Meses antes, en invierno de 1936, los gudaris habían instalado la intendencia en su hogar del barrio Amaitermin. Este distrito abadiñarra se ubica entre el puerto de montaña de Urkiolay Otxandio. Aquel imnueble denominado Errota hoy es una conocida quesería.
Meses antes, el estudiante de Filosofía, tal día como hoy hace justos 79 años, acudió a misa a Otxandio. Aquel trágico 22 de julio de 1936, el joven se encontraba bajo los arcos del Ayuntamiento. Habían transcurrido tan solo cuatro días del golpe de Estado de militares españoles sublevados contra la legítima Segunda República.
De pronto, el seminarista se estremeció al escuchar el ensordecedor estruendo de las bombas lanzadas desde dos avionetas. Los pilotos, los militares sublevados Ángel Salas Larrazábal y José Muñoz Jiménez mataron en escasos segundos a más de 60 personas, la mayoría civiles: mujeres y niños. El seminarista presenció la tragedia de la plaza Andikona -«fue terrible»- y salió «corriendo por el camino de Olaeta. Volví a mi casa de Amaitermin por el monte. «No volví a ir a misa a Otxandio; comencé a ir a Urkiola», evoca.
| De la camilla al fusil | Su nombre es Bittor. Se apellida, Garaigordobil. Nació el 17 de octubre de 1915. Es sacerdote misionero. Su casi siglo de vida es de libro. Hoy; quien décadas más tarde llegó a ser obispo de Los Ríos, en Ecuador reside en el Santuario de Urkiola. «La imagen más dura fue ver en el camino de Santo Domingo cadáveres de personas y animales. Me impresionó muchísimo», narra.
La labor de camillero del estudiante continuó por Santander; Riaño y Puentelarreina. Tuvo ocasión de escapar. «El tren se paró en Vitoria y bajé a dar un paseo. Estaba cerca de casa, pero tomé el siguiente tren, aunque la mochila iba en el que me bajé», agrega.
En Puentelarreina tuvo un mes de descanso y le enviaron a Teruel. «Muñoz Grande se preocupaba por cómo estábamos», le reconoce al considerado con Yagüe uno de los pocos militares falangistas. En el frente turolense, Garaigordobil recuerda que otro seminarista que estaba con él murió por una bomba. «Era el hijo del maestro de Abadiño», evoca. «Como necesitaban más hombres al llegar a Lleida, a los de Sanidad nos dieron fusiles».
A pesar de estar en el bando fascista, asegura que «¡Lo de Mola tuvo que ser terrible! ¿Imponer el terror? Entonces, yo no entendía nada», agrega y explica que «como necesitaban más hombres, a los de Sanidad nos dieron fusiles». El fmal de la guerra les cogió en Cuenca. Volvió a casa.
Por otro lado, gllarda grato recuerdo de cuando los gudaris estuvieron en su casa. «Se portaron muy bien. Llegaron en invierno del 36», subraya este obispo emérito. «Cuando presenté mi dimisión como obispo de Los Ríos, escribí al Papa. Estaba disconforme con cómo se llevaba a cabo la teologia de la liberación a la que yo pertenecía». Por ello, Bittor suele decir que «el obispo se quedó en Ecuador y aquí vino el aldeano de Amaitermin». El próximo 17 de octubre cumplirá cien años.
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