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Grecia: Syriza, otro caballo de Troya

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Iker Oñate

Los últimos acontecimientos de Grecia no solo han dejado en evidencia a la socialdemocracia helena, sino a toda la “izquierda” socialdemócrata europea. Numerosos han sido los partidos que han dado su apoyo abierto a la coalición Syriza, invitándoles incluso en los actos políticos y aplaudiendo su verborrea “radical”. Nada dicen ahora de la traición consumada al respecto.

No hay nada más rastrero que jugar con la ilusión y la esperanza de un pueblo que lucha por su propia supervivencia y que muestra un espíritu de lucha inigualable frente a los ataques perpetrados por la Troika europea.

El pulso mantenido entre Syriza y la Troika no ha sido más que una farsa, una ilusión, una patraña más de la socialdemocracia. Un falso referéndum en el que Syriza solamente pretendía ser protagonista, cuando el verdadero protagonista debe ser el pueblo trabajador heleno. Todo ha sido una artimaña, una aparente demostración de fuerza, pero que al fin y al cabo ha terminado como muchos y muchas esperábamos.

Mientras vendían al pueblo esperanza y poder de decisión, a puerta cerrada iban trazando el camino de la traición y la sumisión a la Europa del capital. Incapaces de llevar a cabo su programa político debido a su falso discurso de izquierdas y a la vez moderado, Syriza es el típico partido que engrasa la maquinaria del sistema, que elimina esas asperezas que van surgiendo en la maquinaria capitalista.

Hoy en día, pretender ir de izquierdas y no posicionarse por la salida del euro y la confrontación con la Europa del capital es cuanto menos vergonzoso. Y más aún firmando un acuerdo de extrema austeridad y recortes dejando a un pueblo sometido a las exigencias del gran capital.

Afortunadamente la historia y la memoria retratan a todas estas corrientes políticas ya desde la II Internacional. Son esta clase de oportunistas quienes acaban bailándole el agua al sistema, siendo el aparato que este mismo necesita para la desmovilización y la institucionalización de “otras formas” de hacer política.

Todos estos socialdemócratas poseen algunos factores comunes tales como debutar realizando un discurso aparentemente radical, atrayéndose así a las masas espontáneas y desorganizadas que se lanzan a la calle a la protesta desesperada. Una vez hegemonizados estos movimientos los encaminan al redil institucional para terminar quedándose con las migajas que les ofrece este sistema.

Y todo esto, junto a la condena rotunda de otras formas de hacer política, es decir, el uso de la violencia, hacen de estos politicuchos precisamente los líderes que el propio sistema dominante necesita para que esas asperezas no se conviertan en verdaderos movimientos populares organizados capaces de paralizar la maquinaria.

Lamentablemente esto es lo que ha ocurrido en Grecia y lo que más tarde nos espera tanto en Euskal Herria como en el resto de Europa, a no ser que aprendamos bien la lección. Dijo un filósofo alemán que “la esperanza es el peor de los males, pues prolonga el sufrimiento de la persona”, y precisamente esto es lo que hace la maldita socialdemocracia hoy día.

Algunas veces disfrazada de izquierda y otras veces de centro o transversal, siempre acaba abrazando la reacción y siendo la compañera de viaje de la derecha. Y no solamente siendo su compañera a pesar de mostrar actitudes radicales y malhumoradas, sino lo que es más grave aún, siendo la pieza fundamental del sistema “democrático” actual. Nada mejor que la muestra de diversidad de opiniones, actitudes y formas nuevas de hacer política. Esto es la democracia en todo su esplendor.

Por lo tanto, aprendamos bien de estos acontecimientos si no queremos acabar como nuestros camaradas griegos.

 

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