Grecia: Moisés no tenía moto
Michel Seoane
Hace ya varios años algunos medios anglosajones decidieron agrupar algunos países del sur de Europa bajo el acrónimo PIGS (Portugal, Italia, Grecia, España).
Peyorativamente, aprovechando el significado de estas siglas en el idioma de los hijos de la Gran Bretaña, se alude a las negativas condiciones económicas de estos países del sur de Europa que han sufrido una crisis más dura y recesiva que el de otras economías europeas.
Resulta curioso que sean los anglosajones quienes utilicen para definir a estos países la palabra PIGS, “cerdos”, cuando son muchos de ellos los que se comportan como verdaderos PIGS en sus visitas a estos países. Llegan en medios de transporte masificados, se dedican a comer y a beber como si no hubiera mañana y, lamentablemente, a veces fallecen víctimas de estos excesos más propios de una mente animal que de un ser humano.
Según cuentan, ningún organismo oficial ha utilizado este acrónimo para referirse a estas economías. Y es más, en algunos bancos se ha prohibido esta terminología. No obstante, y a pesar de esta bienintencionada corrección política por parte de los organismos económico-financieros de la Unión Europea y del orden mundial, el calificativo de PIGS precede a estos países y las medidas y decisiones que se toman para con ellos están viciadas de la negatividad y desconfianza que este término produce.
Todo esto sale nuevamente a flote en estos días, jornadas en las que hemos asistido a un deplorable espectáculo, a los tira y afloja, a los dimes y diretes, y a los órdagos entre el Gobierno Griego y la Unión Europea en pos de alcanzar un acuerdo que mantenga a Grecia dentro de esta última.
Uno asiste con estupor e indignación a las exigencias incuestionables, a la rigidez y al talante de ordeno y mando que exhiben y lideran quienes ya intentaron destruir Europa en otras ocasiones. Ocasiones en las que todos los demás, mirando hacia otro lado, obviamos las connotaciones, características y su peculiar idiosincrasia germánica para perdonar en la medida de lo posible y construir una Europa de todos y para todos.
Algo más de medio siglo más tarde, esa potencia germánica abandera la desconfianza hacia aquellos países que le tendieron la mano y perdonaron sus errores. Ahora no. Ahora los errores no se perdonan, se pagan. Con sangre, sudor, lagrimas e incluso con vergüenza. Le ha tocado a Grecia, pero le podía haber tocado a cualquiera de los PIGS.
Por si no hubiera quedado suficientemente claro en las líneas anteriores, manifiesto claramente mi aversión a las políticas liberales excluyentes, que dejan a su suerte a quienes en otros momentos de la historia han apuntalado sistemas de bienestar e integración para todos.
Pero también quiero manifestar, en este punto, mi total rechazo a las políticas populares utópicas que confunden a la población alimentando falsas esperanzas que no se ajustan a la realidad que les atenaza y que son poco menos que imposibles.
Los habitantes de los países PIGS ya son víctimas de sus peculiaridades y no necesitan que nadie, propio ni ajeno, acreciente los sinsabores de sus vidas.
Un partido político que aspire a gobernar un país no debe tergiversar la realidad que viven sus habitantes, no debe caer en la tentación de demonizar, aunque lo sean, a organismos e instituciones públicas. No debe aprovechar el hartazgo y el hastío de la población para prometer un futuro idílico que difícilmente llegará sin acometer antes una dura travesía por el desierto. No debe aprovechar la desesperación de sus gentes para convertirlos en kamikazes.
Las circunstancias, las normas, los compromisos adquiridos con la Unión Europea son los que son, están ahí, reales como la vida misma. Y no se pueden obviar, aunque fuera deseable, en aras de un discurso electoralista de fácil calado en una población resentida por la situación socio-económico-laboral que le toca vivir.
El gobierno griego, en mi opinión, ha cometido errores que han hecho pensar a la población que el maná caería del cielo. Y no, desgraciadamente, el maná no cae del cielo.
Mención expresa merece el referéndum que ha planteado Alexis Tsipras a sus conciudadanos, mención expresa porque contraviene la principal tarea que debe acometer un gobernante: GOBERNAR. Las tres primeras acepciones que sobre este concepto da la RAE son las siguientes:
- Mandar con autoridad o regir algo.
- Dirigir un país o una colectividad política.
- Guiar y dirigir.
El presidente de un país, un gobernante, debe decidir. Debe tomar decisiones por muy impopulares y duras que están seas si cree que con ello va a contribuir a una mejoría en la situación de su país.
Esconderse detrás de un referéndum, por mucho que se aderece con slogans grandilocuentes y autocomplacientes: “participación ciudadana”, “democracia directa”, etc… no deja de ser un incumplimiento flagrante de la principal tarea que se le ha encomendado a un gobernante.
El primer referéndum que se recuerda fue obra del Sr. Poncio Pilatos, que no tenía claro si debía indultar a un predicador o a un delincuente. Se lavó sus manos y dejó la decisión en las manos de sus súbditos. Todos sabemos cómo acabó esta historia, y todos sabemos que el Sr. Poncio Pilatos no ha pasado a la historia, precisamente, por sus condiciones de buen gobernante.
Tiene, además, otro peligro el referéndum. Se hace creer a la población que tiene poder de decisión en ámbitos a los que difícilmente puede acceder.
Por eso es exigible y se debe exigir al presidente de un país que tome las decisiones que estime oportunas y que se someta al veredicto de las consecuencias que tengan sus decisiones.
Si lo que una busca es popularidad y notoriedad en los medios, existen otras maneras más livianas y agradecidas de alcanzarla.
El Sr. Tsipras en estos días, en mi humilde opinión, se ha dado un baño de realidad y ha comenzando a ejercer como gobernante. De un país con dificultades, sí. De un país de los denominados PIGS, sí. Pero, gobernante al fin y al cabo. Un gobernante que de momento no quiere, no puede y no debe agravar los problemas que sufre su gente. Con tesón, perseverancia y honestidad por parte de todos llegarán momentos mejores. Y seguro que, en todos los sentidos, se podrán ajustar las cuentas.
Quiero acabar este artículo con otra historia bíblica: la de Moisés. Recuerdan ustedes que el profeta Moisés guió a su pueblo en la huída de Egipto. Y recuerdan que cuando llegaron al Mar Rojo, Moisés abrió las aguas y así su pueblo pudo escapar y vivir libre.
Qué hubieran pensado ustedes de Moisés si cuando llega con su pueblo al Mar Rojo, teniendo al ejército egipcio detrás a pocos kilómetros, les hubiera dicho:
– «Bueno, yo ya he llegado hasta aquí. Ahora vosotros decidir si queréis tiraros al mar y morir ahogados o luchar contra el ejército egipcio, que yo cojo mi moto y me piro. Buena suerte».
¿Les suena de algo la historia?
¿Sr. Varoufakis, quiere decirnos algo?