MUGALARITERATURA | ‘Mi media-hipoteca’, por Iban Gorriti
Iban Gorriti
RECUERDOS NO VIVIDOS | Lope se asomó a su cuenta corriente como quien mira al último trozo de papel de wáter: “Renovarse o morir”, balbuceó, sudó por la nariz y dejó la libreta sobre un bordado de abuela con olor a naftalina. Eso que llaman ojos permanecieron inmóviles en el aparador de la entrada a la casa. Pensativos. La mano, la muñeca, el codo, el antebrazo rozaban el parkinson. Imparables. No parables.
Tras la funda incolora de la libreta se veían detalles subrayados en lápices de colores. No había hueco para rotuladores fosforescentes. La mirada no cambiaba de horizonte. Quieta, ida, alejada de toda realidad.
Sin embargo, Elene pasa por delante de la mesa y no da importancia al momento, a la cuestión. Sale al rellano, toma en sus manos el felpudo con forma de rana y con él da un salto para entrar de nuevo al hogar. Mientras, él sigue ensimismado en la cuenta, en el post-it amarillo que lleva algo anotado que ya, absorto, no es capaz de descifrar. El tembleque de su mano es incesante.
Esto no tiene vuelta atrás. Elene deja la casa. Lope ha decidido irse también. Quizás, algún día regresen, ella sola, solo él, juntos… Hoy, por si acaso, el felpudo duerme al calor que la pareja dejará al otro lado de la puerta. Elena, sigue con su buen humor: “Meto a la rana, que si los ladrones no ven felpudo creen que no vive nadie y no entran a robarte. Es lo que debiera hacer todo el mundo”.
“Renovarse o morir”, se repite Lope por dentro, y con la pena del que deja atrás parte de su vida, le pregunta a su media-hipoteca: “¡Cariño! ¿No sabrás dónde he dejado la libreta del banco?”. Ella responde sin importancia aparente: “Sí, amor, cómo eres… En la entrada, junto al brazo de la figura del gato chino”.