Intxorta 1937 presenta en Durango un libro con la historia de Agnes, nacida en el barco Winnipeg
IBAN GORRITI
El 6 de agosto cumplió 85 veranos. Nació en aguas internacionales, entre el oleaje atlántico de un Estado que estrenaba el franquismo con dolor en apretados dientes y estómago de su ciudadanía, y el horizonte entonces en paz de Chile. Navegaba el año 1939, cuatro meses después del fin de aquel golpe de Estado militar español popularizado como Guerra Civil y en la inminente ocupación nazi de Francia en la Segunda Guerra Mundial.
Fue la primera niña que llegó al mundo en el histórico barco SS Winnipeg, un paquebote mixto galo que entonces acababa de cumplir 20 años y cuya expedición estuvo liderada desde el otro lado del Atlántico por el político e histórico poeta Pablo Neruda. Trasladó a más de 2.200 mujeres y hombres refugiados republicanos, de los cuales, 300 eran vascos. Hay quien estima que esta tripulación se convirtió en el de mayor contingente de pasajeros en toda la historia del exilio español. La llegada del navío a Valparaíso fue la tarde del sábado 2 de septiembre de 1939, efectuando el desembarco al día siguiente, 3 de septiembre de 1939.
Coincidiendo con el 50 aniversario de ese arribo a Chile, aquella niña que había nacido en el barco y que su madre parió frente a la geografía gallega de Finisterre comenzó un largo procedimiento por conseguir la nacionalidad de sus mayores. El caso es curioso porque habiendo nacido en aguas internacionales, a bordo de una embarcación de bandera francesa, poseía la nacionalidad gala por natalicio y la chilena entregada a los refugiados. Sin embargo, aquella ya mujer de medio siglo de edad llamada Agnes, con padres de Portugalete y Barakaldo, deseaba tener el mismo pasaporte que toda su familia, objetivo que conseguiría meses más tarde.
EL POR QUÉ DEL NOMBRE
El libro 2.000 del Winnipeg alberga este acontecimiento tan humano como ya histórico. Resulta sorprendente para quien conoce por primera vez su biografía, el nombre triple de esa mujer que aún reside en el país andino: Agnes América Winnipeg Alonso Bollada. El investigador arrasatearra Juanramon Garai, de Intxorta 1937 Kultur Elkartea, visitó y entrevistó a esta mujer que narra lo siguiente: “El capitán del barco les dijo a mis padres a ver si aceptaban ponerme el nombre de su esposa, muerta en Madrid por un obús de Franco. Mi padre le respondió que no tenía inconveniente porque no tenían nombre pensado. Por eso, entonces Agnes”, precisa y continúa: “Y, mis padres se preguntaron, además, ¿por qué no le ponemos también América, ya que vamos hacia América? Quedaron de acuerdo con eso. Y después, por qué no le ponemos Winnipeg también porque nací en el vapor Winnipeg y ahí está la razón de mis tres nombres”, sonríe a cámara.
El conocido con el devenir de los años como “el barco de la esperanza” posibilitó la salida de aquellos vascos, catalanes y españoles de campos de concentración de Francia hacia territorios en paz. En la presentación durante la Durangoko Azoka de una edición mejorada del libro 2.000 del Winnipeg, el historiador y exdocente universitario, Josu Chueca, valoró que en campos de concentración como Gurs o Argelès-sur-Mer, como hizo Franco también en el Estado, “hicieron uso de eufemismos. Y de ser campos de concentración, pasaron a denominarlos campos de acogida”, lamenta el autor del libro.
«VIDA DURA»
Según palabras de Agnes, su madre y su padre no abundaron en sus malos recuerdos de la guerra. Sí retiene hechos sueltos como que su madre al salir del campo de Argelès-sur-Mer no encontraba a su hijo. “Mi hermano solo tenía tres años de edad. Costó, pero lograron encontrarlo. De su paso por aquel lugar que ahora es una playa maravillosa, mis padres contaban que los hombres hacían hoyos en la arena y se metían en ellos y se tapaban con una frazada para resguardarse del frío. Mientras, a las mujeres y los niños los tenían en unas barracas con paja en el suelo para que pudieran acostarse sobre ella”, relata quien estima que allí padecieron una “vida dura” hasta que lograron acceder al puerto de Burdeos, donde les avisaron que iba a haber un barco para sacarlos del país: el SS Winnipeg. Nació dos días después de que el navío soltara amarras.
En una ocasión, Agnes y su hermano regresaron a aquellos parajes de los Pirineos Orientales, a Occitania. “Fue muy muy emocionante”. Pasaron de Hegoaldea a Iparraldea. “Él manejaba el auto y vi un letrero y le grité: para. Y retrocedió. Y le dije: mira que ¿no ves que pone Argeles-Sur-Mer? Él no tenía ni idea que allí había estado el campo de concentración”. Se toparon con un lugar con “hermosas casas, preciosos chalés de dos pisos. Me senté allí y me corrían las lágrimas de la emoción porque estuvieron mis padres”.
UN CORO VASCO QUE LES ALEGRABA LA VIDA
La convivencia en la singladura en el barco fue “muy pacífica”. Quedaban dos estados atrás en guerra y con el irracional fascismo como bandera. “Mi familia en la guerra tuvo que correr de un lado para el otro con el fin de poder salvar la vida”, apostillaba. Le transmitieron que en el barco surgió un coro vasco –“lo que les alegraba la vida”-, como otro catalán. Que cada día se publicaba un diario de noticias. “Eran seis páginas hechas con papel de cebolla con noticias de lo que acontecía en el barco y con noticias que llegaban por radio desde Moscú o Bélgica”, pormenoriza Chueca en el Museo de Arte e Historia de Durango tras haber hallado los originales en París.
Agnes aporta que a su hermano no le gustaba algunas de las comidas que le daban en el SS Winnipeg. “Solía recordar que en las lentejas se les colaban pequeñas piedras”. A su llegada a Valparaíso, las autoridades les hicieron una curiosa pregunta. “¿Cómo es que ustedes subieron tres y ahora bajan cuatro?”.
A día de hoy, Agnes lamenta que haya países que no permitan acoger a personas refugiadas. “Es una pena que no les den refugio, igual que nos dieron acá. Veo por televisión mucha matanza y tanto odio… Pienso que no debiera ser así. No que todos vayan a un mismo país, pero repártanse, unos para un lado y otros para otro. No estoy de acuerdo en que les cierren las puertas a quienes buscan refugio como lo pidieron nuestras familias”, concluye quien “se siente orgullosa de su origen vasco”, remata el incombustible Juanramon Garai.