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‘Labastida, principal villa cosechera alavesa durante la Edad Moderna’, por Igor Basterretxea Kerexeta

IGOR BASTERRETXEA KEREXETA

 

 · Artículo basado en las notas y fotos utilizadas en la presentación del libro: Labastida. Esplendor de una villa alavesa y de sus principales familias cosecheras durante los siglos XVII y XVIII, el día 30 de marzo de 2024 en Labastida

 

  1. Homenaje póstumo a Alfonso de Otazu.

Tanto Juan Vidal-Abarca, quien aquí me acompaña, como uno mismo tuvimos muy claro, desde aquel 28 de diciembre de 2022 -día que nos dejó-, que el libro, una vez finalizado, debía de ser un homenaje y recuerdo a Alfonso de Otazu Llana, uno de los mejores historiadores que ha dado esta tierra, buen amigo nuestro y autor también de la obra.

Su muerte, aunque, como es lógico, nos causó una pena inmensa y un vacío abismal, sirvió de acicate para poner todas la energías necesarias en la culminación de esta investigación que aquí y ahora presentamos. Así, inmediatamente, consideramos oportuno dedicar el libro a su persona, y para ello, en la página 7 -junto a la dedicatoria-, colocar la siguiente inscripción que se encuentra en la fachada lateral, sobre una ventana, del palacio Areta Tosantos: “No hay cosa que más despierte, que dormir sobre la muerte”[1]. Y es que, esta frase, tan barroca o “vanitas”, que nos recuerda la fragilidad de la vida y la certeza de la muerte, representa, a su vez, magníficamente a Alfonso como incansable trabajador y persona esforzada que era, por no hablar de lo que le gustaban las palabras “mérito” y “emprendimiento”.

Inscripción, con figura reclinada, en Labastida.

 

La misma inscripción y similar figura en Haro.

Por si esto fuera poco, también recurrimos a José Ramón Díaz de Durana y a Andoni Artola, otros dos buenos amigos suyos y académicos de la UPV, para que aportaran su sello al texto. Así, el primero escribe el punto “Alfonso de Otazu. Notas para una biografía intelectual”, en el que detalla toda su genial obra; y el segundo se hace cargo del “Prólogo”.

 

  1. Labastida, esplendor de una villa alavesa.

2.1. Algunos elementos a tener en cuenta en aquella villa moderna.

Lo primero que debemos de destacar sobre Labastida es el momento del cambio, el paso o el salto de un tipo de sociedad a otra, es decir, ese antes y después. Labastida, entre finales del siglo XV y comienzos del XVI, pasa de ser una villa feudal, autosuficiente y cerealística, a una villa cosechera y comercial, con todo lo que eso supondrá.

Foto aérea de Labastida en la primera mitad del siglo XX.

Labastida se convirtió, en poco tiempo, en un centro de abastecimiento vinícola importantísimo para Vitoria y la Llanada, primero, y también para las provincias costeras -Bizkaia y Gipuzkoa-, después. E, igualmente, fue un  centro comercial y financiero de vino de primer orden. Para ello, como luego detallaremos, fue necesario un conjunto de familias y gentes emprendedoras e inversoras que sacaban rédito no sólo de la venta de vino, sino también de la compra de censos a diferentes conventos, monasterios e incluso al cabildo de Calahorra, el cual tenía una casa diezmal en la villa. Pero, también compraban viñas y viñas sin parar y, cuando no eran suficientes las que se encontraban dentro del término de Labastida, recurrían sin miramientos a comprarlas en núcleos próximo como San Vicente y Briñas, incluso en algunos casos en Haro.

Un elemento fundamental en aquella trasformación fue -y hoy día sigue igual- su calle paralela, a extramuros, abajo, fuera de El Olmo y La Mota, barrios representantes del medievo y de difícil acceso. Calle que, en un primer sector, venía desde el actual cuartel hasta la plaza, donde levantan la parroquial, y que, entonces, toda ella recibía el nombre de barrio de Larrazuria, por lo que no se diferenciaba de la actual calle Mayor; y que, después, en un segundo sector, iba desde la plaza hasta el arco de San Vicente, hoy la calle El Frontín, y que denominaban el barrio de Berlandino. Es preciso mencionar que la primera parte, Larrazuria, la de entrada desde Vitoria, estaba llena de posadas y tabernas, lógico, pues era la zona esencial de recepción.

En definitiva, Labastida era, principalmente, una villa de entrada y de paso, a la que los arrieros llegaban, compraban las cántaras que les habían encargado y volvían, o si no habían conseguido la cantidad deseada, continuaban su camino hacia San Vicente o Haro en busca de mejor suerte. Y a cada extremo de esa larga calle, al final o comienzo de ella, las dos zonas de bodegas: La Horca y El Otero. Todo ello no fue una casualidad, estuvo bien pensado y, sobre todo, muy bien estructurado y diseñado.

Comienzo de la calle Larrazuria, entrando desde Briñas.

Y la calle El Frontín, antes Berlandino, en dirección a la plaza.

Por otro lado, no podemos olvidar que, en Labastida, se levantó un convento franciscano, el de San Andrés de Muga. Su existencia, teniendo en cuenta que ésta era una orden mendicante que se instalaba en villas donde había dinero, caso de las capitales (Bilbao, San Sebastián y Vitoria), y núcleos comerciales costeros o de interior importantes (Zarautz, Bermeo, Orduña…), es más que representativa. No en vano, para esta orden las obras pías, en forma de capital material (dinero y censos) y patrimonial (viñas, casas, bodegas…), y el “levantamiento” de capillas serán su “modus vivendi”.

2.2. Pero, ¿cómo era aquella sociedad?

La sociedad bastidense durante toda la Edad Moderna estaba, principalmente, dividida en dos estamentos: la de los nobles o hidalgos y la del resto, los hombres buenos. Y los cargos del ayuntamiento, en principio, se repartían anualmente de una forma bastante equitativa a las dos clases, no así al número que representaban una y otra. Pero, de todas maneras, es curioso observar como el número de hidalgos aumenta entre la población según pasa el tiempo, lo que nos hace pensar en una sociedad más igualitaria, pero sin olvidar que el motivo está en un aumento económico de sus gentes, traducido en una mayor posición social.

Llama la atención el caso de Juan de Fariñas, gallego de origen y criado -por lo tanto hombre bueno- de doña Vicenta Quintano, ya que tras heredar múltiples viñas y posesiones de su difunta “jefa”, sus hijos pasan a ser hidalgos, pero utilizando el apellido Harinas. Juan, tras heredar de doña Vicenta, pasó a tener más viñas que muchos pequeños y medianos cosecheros bastidenses, algunos de los cuales eran incluso de estado hidalgo.

Otro estamento privilegiado a recordar, cómo no, es el de los beneficiados, y su importancia en aquel entresijo social. De hecho, todas las familias hidalgas y cosecheras “luchaban” por tener uno en la parroquial, en cada generación, ya que, además de su poder y contactos, éstos, en el recuento anual de las cántaras de vino bodega por bodega que se realizaba para luego cobrar el impuesto de las alcabalas sobre el vino, estaban exentos del mismo, al igual que de cualquier otra carga. Por otro lado, estos beneficiados, una vez fallecían, normalmente en sus testamentos dejaban capellanías y mayorazgos para sus sobrinos y buenas dotes a las sobrinas, algo fundamental para el núcleo y futuro familiar.

Pero, las familias también “peleaban” por los cargos municipales, como una consecuencia lógica de la relación directa y, a la vez, entremezclada de los poderes político, económico y religioso.

Sin duda, durante aquellos siglos, en Labastida se movió mucho dinero. Sólo así se entiende la cantidad de gente que acoge. Y no me refiero a los arrieros, los cuales iban y venían de paso, sino al conjunto de la población. Así, nos encontramos, desde un principio, con personas de diferentes comunidades: castellanos, principalmente burgaleses, riojanos, cántabros y gallegos, en su mayoría trabajadores temporales en tiempos de cosecha, pero que en un número importante se quedan luego sirviendo de fieles criados; vizcaínos -en el término entraban también los guipuzcoanos-, que se aprovechan de su hidalguía, si bien encontramos a más de uno regentando posadas; y, curiosamente, también franceses. Unido a lo anterior, hallamos multitud o diferentes apellidos y familias que nos aclaran su procedencia. Vayan aquí, algunos ejemplos rápidos: de Burgos (los Quintano, los Quintana, los Rojas o los Tosantos); de Bizkaia (los Albiz y los Garizabal); de pueblos de alrededor, tanto de La Rioja como de Álava (los Ábalos, Ocio, Ramírez de la Piscina, Peciña, Sotila, Briñas, Zambrana…), y de Navarra (los Mauleón).

Dos edificios, en la calle Larrazuria, que, en su tiempo, albergaron sendas posadas.

Otra curiosidad, en lo que a los apellidos respecta, es que los autóctonos, o al menos los más antiguos en la villa, son referidos con toponímicos muy exclusivos como De la Cuesta, De la Hera, Del Castillo…

En la mayoría de las ocasiones, para Labastida, hemos encontrado también una relación directa entre aquellas comunidades y algunos oficios concretos. De hecho, los arrieros, venían y eran principalmente de la Llanada; los cuberos, de Bizkaia, curiosamente en gran número de Abadiano (Duranguesado); y los maestros arquitectos y sus cuadrillas, como los Agüero y otros, de Trasmiera en Cantabria. Es evidente que el “boca a boca” o “la llamada” funcionaba.

Y detrás de todo ello, como parte fundamental y esencial del negocio y la confianza necesaria para su buen discurrir, no podía faltar una política matrimonial muy cuidada, estudiada e interesada, que, en muchos casos y tras varias generaciones, finalizará en una endogamia feroz.

 

  1. Las familias cosecheras más importantes.

3.1. Los Quintano.

a) Origen y ascenso de la familia.

Los Quintano eran burgaleses, la primera noticia sobre ellos los sitúa en Quintanamacé. Desde aquí se acercan a la próxima Medina de Pomar, importantísimo centro comercial lanero en el siglo XV, dónde existía una aljama -barrio judío- de renombre. Ello, nos lleva a preguntarnos: ¿tienen los Quintano sólo contacto con aquellos o son ellos de ascendencia judía?

Luego pasan a Salas de Bureba y, finalmente, a Poza de la Sal. Aunque lleguen a Labastida, no pierden el contacto con La Bureba, su política matrimonial se centrará fundamentalmente allí. De hecho, en el punto sobre los Albiz, explicaré al respecto el conflicto que esto generará en el matrimonio Albiz y Quintano.

A partir de entonces, y hasta finales del siglo XVIII, el ascenso social, económico y político de la familia en la villa es continuo. Así, Diego Quintano Huidobro, “el secretario”, tras su matrimonio con Beatriz de Sotila, originaria de Peñacerrada, es el primero en establecerse en Labastida. Y, dos generaciones después, Joseph Francisco Quintano y Ordoño afianza las raíces en Labastida al esposarse con Lorenza Ramírez de la Piscina. Joseph, además, para comienzos del XVIII, sabemos que es el primer productor de vino de la villa. Sin olvidar que la unión entre la sal (La Bureba) y el vino será también una constante en la familia.

b) Dos figuras, muy unidas a la familia y al “método Burdeos”.

Quiero también aquí, reivindicar a dos figuras un tanto olvidadas en el histórico momento en que, por primera vez en todo el Estado, los Quintano traen el “método Burdeos” a Labastida. Por un lado, Manuel Quintano Bonifaz, un tío abuelo de los tres hermanos (Diego, Manuel y José), personaje fundamental para entender el ascenso y la carrera eclesiástica de Manuel, en concreto, y de la familia, en general, en ese momento. Bonifaz era Inquisidor General y Confesor Real del rey Fernando VI y de su hijo, el infante Felipe. Y, curiosamente, su nombre aparece inscrito muy cerca de Labastida -sin que nadie parezca haber reparado en ello hasta ahora-, en las escaleras que suben de la plaza a la iglesia en el colindante municipio de Briñas. Él fue su mecenas, es decir, son una obra mandada levantar por él, y en dicha inscripción ofrece 80 días de indulgencia por rezar ante la imagen de la Asunción que está en ellas. Un detalle singular de muestra de poder.

Escudo de Manuel Quintano Bonifaz en la pared de la iglesia de Salas de Bureba.

Retrato de Manuel Quintano Bonifaz.

 

Escaleras para acceder a la iglesia de Briñas, cuyo mecenas fue Manuel Quintano Bonifaz.

La otra figura es Andrés de Tosantos, “el cuñadísimo”. Casado con Lorenza Quintano, hermana de los tres artistas, es abogado de los Reales Consejos y Caballero de la Orden de Carlos III. Sin duda, cabría investigar más sobre estos dos personajes y su influencia en aquel proceso.

3.2. Los Albiz.

a) El origen familiar y desencuentros “matrimoniales”.

Eran vizcaínos, de la aldea homónima de Albiz, hoy ubicada en Mendata (Busturialdea) y ya son mencionados por Lope García de Salazar en su famosísima obra Bienandanzas y fortunas. Para el siglo XVI -concretamente el año 1557- los Albiz ya poseen “un vínculo familiar” en Labastida, fundado en testamento por el beneficiado Rodrigo de Albiz.

 

Primera casa mayorazgo de los Albiz en Labastida, en la calle El Frontín.

Y detalle en el que se puede observar, algo oculta, su puerta de medio punto, característica de comienzos del siglo XVI.

En el devenir de esta familia, es fundamental el matrimonio entre Pedro de Albiz y Albiz, aunque éste se hace llamar Albiz Paternina, pues toma el apellido de su abuelo materno, y María Magdalena Quintano Sotila, hija de Diego y Beatriz. Pues bien, en este matrimonio se produce un desencuentro en el negocio de los parentescos, ya que Albiz, a la hora de casar a su hijo mayor Gonzalo, prefiere buscar la novia en la ruta de los arrieros o del comercio del vino, mientras María Magdalena, como buena Quintano, desea recurrir a la siempre recurrente vía de La Bureba.

 

Casona del matrimonio Albiz-Quintano en Labastida, en la calle El Frontín.

Al final, Gonzalo casa -en 1658-, acorde al deseo de su padre, con Ana Inés Hurtado de Mendoza -de Manurga (Zigoitia)-; pero, muere tan sólo dos años después, en 1660. Si a ello, añadimos que, en 1662, fallece también Pedro de Albiz, el padre, nos encontramos que, a partir de entonces, María Magdalena queda dueña y señora de todo. Así las cosas, María Magdalena no dudará en hacer la vida imposible a su nuera, favoreciendo siempre a su hijo menor, Lupercio, su favorito, a quién, por supuesto, casará con una mujer natural de Poza, Ana María Gutiérrez.

b) El palacio de la Plaza, Lupercio de Albiz y un “misterio”.

La figura estelar de la familia durante el siglo XVII es Lupercio de Albiz y Quintano. Él es quien manda levantar el palacio de la Plaza, mal denominado todavía hoy en día Salazar, cuando en su escudo el primer cuartel es claramente Albiz y el segundo Quintano. Era hijo de los arriba mencionados Pedro de Albiz y Albiz (aunque él utiliza Paternina) y María Magdalena Quintano Sotila.

El encargo recae en el arquitecto Agüero, quien realiza, incluso, un primer plano de cómo iba a ser el edificio. Sin embargo, Agüero no finaliza la obra. De todas maneras, observada su similitud con la casa consistorial, levantada posteriormente, esto nos hace pensar que fue utilizado como idea para el futuro Ayto., levantado además en terrenos cedidos por los Albiz.

En relación directa a este palacio, es preciso recordar el misterio que se encuentra hoy en día en el interior de la ermita del Santo Cristo, en el que se hace referencia a un accidente ocurrido durante su construcción. El accidentado, acogiéndose a la Virgen del Toloño, sale airoso.

 

Plano de cómo iba a ser, en un principio, el palacio mandado levantar en la Plaza por Lupercio de Albiz y Quintano.

 

Misterio, en el interior de “El Cristo”, que recoge la intercesión de la Virgen Ntra. Sra. del Toloño para salvar a un obrero accidentado que trabajaba en la construcción del palacio Albiz.

c) La “teñada” o primera gran bodega moderna para elaborar vino “Burdeos”.

Ramona Norberta de Albiz y del Castillo y su marido, el bilbaíno José Rafael Vitoria de Lezea, mandaron construir una posesión -teñada o bodega-, pegante a la cueva de encerrar vinos, propia de los mayorazgos de ella -Albiz-, en el término de El Otero. El objetivo de la obra era poner “bajo cubierto las tinas, cubas, trujal y demás efectos conducentes al acomodo de los frutos de la uva y, así, evitar muchos y crecidos gastos en la recolección de dichos frutos, su desmonte y trasiego, además de conseguir que los vinos no desmerezcan de su espíritu y buena calidad”, elaborándolos al “método Burdeos”. Esto la convertirá en la primera bodega del Reino preparada específicamente para tal modo de elaboración.

Sin duda, este matrimonio, siempre en estrecha relación a sus familiares -los tres hermanos Quintano-, se adelantó también a la visión de las bodegas actuales -cada cual más moderna y envueltas en majestuosos edificios levantados por reconocidos arquitectos-, haciendo realidad, para finales del XVIII, un edificio a la última. Hoy en día, parte de la construcción aún existe en El Otero, si bien creíamos que su ubicación estaba en el “torreón” -en verde en la foto inferior-, sin embargo, de aquella obra sólo se mantienen hoy la cueva y los calados en la parte baja de un edificio de pisos y, concretamente, en el interior del Restaurante Mesón Alai -en rojo en la foto inferior, como era a mediados del siglo XX-.

Edificio a mediados del siglo XX -en rojo-, hoy Mesón Alai, en cuyo interior se halla la bodega mandada construir por Ramona Norberta de Albiz y su marido Rafael a finales del siglo XVIII.

3.3. Los Tosantos

a) Origen, conflicto entre líneas y el palacio.

Los Tosantos también eran burgaleses, de hecho los encontramos en Belorado, si bien su apellido nos lleva a la aldea homónima y cercana. También tenemos sospechas de que pudieran tener ascendencia judía. Las razones se basan en la aljama que existía en Belorado; en su escudo, que representa un caballero -en principio cristiano- que ha cortado la cabeza a otro -moro-; en el apellido, tomado de la aldea mencionada, pero diminutivo de un día tan religioso como el de “Todos los Santos”, y los constantes pleitos que tienen en Labastida por insultos antisemitas.

La familia, desde el comienzo, posee dos líneas muy diferenciadas, la del mayorazgo y la de los segundones. Sin embargo, poco a poco, la segunda va tomando más importancia económica que la primera, lo que llevará a varias diferencias entre las dos líneas que confluyen en un verdadero conflicto el día 16 de agosto, festividad de San Roque, de 1741 a la entrada del Santo Cristo. Ocurrió que, reunidos todos los hijosdalgo en la puerta, como era costumbre, para entrar según llamamiento, al nombrar a los Tosantos en quinto lugar, se adelantaron los hermanos Andrés y Tomás de Tosantos Ramírez, de la línea segundona, por lo que les salió al paso Sebastián de Tosantos Mauleón, mayorazgo de la línea principal, originándose un fuerte tumulto y escuchándose graves insultos.

En lo que respecta a su palacio, éste es el edificio actualmente conocido como El Bodegón. En un principio, a finales del XVI, era la casa de los Ocio, concretamente de Esteban de Ocio, pasando después a su hija Josefa. Pero, Josefa, una vez viuda de Juan Ramírez de Ollauri y sin hijos, dejará la casa a sus sobrinos Tomás y Juan de Tosantos Ocio. Posteriormente los descendientes de Tomás reforman el edificio al aspecto actual, quedando sus escudos en la fachada sin tallar.

 

Palacio Tosantos, al final de la calle El Frontín, saliendo hacia San Vicente de la Sonsierra.

b) El Víctor de la iglesia parroquial y un curioso edificio.

El Víctor en la fachada de la iglesia se realiza en 1683, en homenaje a un Tosantos, concretamente a Francisco Víctor de Tosantos y Amurrio, muerto tres años antes, en 1680. Este personaje, miembro de la segunda línea, hizo una gran carrera militar alcanzando, primero, el cargo de Veedor de las Armadas y Presidios de Cantabria -con sede en San Sebastián-, después, el de Veedor del Presidio de Cádiz, por cédula del 29 de noviembre de 1670, y, algunos años antes de fallecer, el de Veedor General de las Armadas Reales del Mar Océano.

Sabemos que, aprovechando esta privilegiada posición, llegó a obtener un hábito de la orden militar de Santiago en el año 1668. Seguramente, así, con el lagarto rojo luciendo sobre su pecho, se pasearía por su villa natal cuando de vez en cuando iría a visitarla.

Víctor, dedicado a D. Francisco Víctor de Tosantos, en la fachada de la iglesia parroquial.

Otro curioso edificio relacionado con la familia Tosantos, cercano a las actuales ruinas del monasterio de San Andrés de Muga, y que aún hoy se conserva, es el de la foto inferior, mandado edificar por Tomás de Tosantos y Ocio. En él, además de poseer un lago y cueva, guardaba toda clase de aparejos: unos para la venta directa de caldos, como las gamellas; el babeque, para pesar; las canillas; el embudo; el relicario; la artesa; los cedazos, etc. Todo, junto a los siguientes aperos para la viña y la vendimia: azadas, palas, moriscas, arpas, sarcillos, un hacha, la hoz de podar, etc.

Edificio mandado levantar por Tomás de Tosantos y Ocio en una de sus viñas.

  1. Patrimonio: los nombres de algunos palacios, casas decimales y hospitales.

Vamos a terminar con algunas aclaraciones sobre diferentes edificios bastidenses. Como antes hemos dicho, el palacio de la plaza, conocido como Salazar, debería ser denominado Albiz.

También en la mitad de la calle Mayor, se denomina Garizabal al que, en realidad, es Uriarte. Los Garizabal lo compran en el XIX, pero tenían su propia casa, del XVII, en la actual calle El Frontín. Los Garizabal -Garaizabal- eran una familia originaria de Galdakao (Bizkaia), de la que alguna línea pasa a Elorrio (Bizkaia), al barrio de Gazeta -su casería ostenta el mismo escudo de conchas-, y, luego, otras a Vitoria y, finalmente, a Labastida. Junto a los Pobes, los Blasco y los Tros de Iladuya, serán grandes terratenientes bastidenses a finales del XIX y comienzos del XX.

El mal denominado palacio Salazar, es Albiz Quintano.

Y el mal apodado palacio Garizabal, es Uriarte.

Escudo de los Garizabal en Labastida, originarios de Elorrio (Bizkaia) -Gazeta-, donde existe el mismo escudo.

Casa de los Garizabal.

La importancia de Labastida era tal que poseía dos casas decimales. Una, la del cabildo de la parroquial de Labastida, que se conserva en Larrazuria; y, la otra, la del cabildo de Calahorra, que mantiene la puerta y parte de su fachada en la Costanilla del Hospital.

Casa decimal de la parroquial.

Y casa decimal del cabildo de Calahorra.

Y tenemos noticias de dos hospitales: el viejo, del que podemos observar hoy día sus ruinas, también en la Costanilla; y el nuevo, en las casas que, por testamento, donó para ello el beneficiado Juan de Ortigosa en la subida a la Plazuela del Olmo. Ortigosa mandó que en sus casas se abriera también un colegio. Un beneficiado altruista para el pueblo y no tanto para la familia, un caso curioso en aquel tiempo.

Ruinas del antiguo hospital en La Costanilla.

Y solar, en la Subida a la Plazuela del Olmo, en el que se ubicaba el nuevo hospital o de Ortigosa.

Para ir terminando, mencionar un par de ermitas que nos han aparecido en diferentes escritos o legajos y que hoy día no existen. Así, por ejemplo, en la mitad de la plaza, existía una ermita, la de Santa Águeda, y pasado El Machimbrado, tenemos constancia de otra, la del Calvario.

En cuanto a la advocación de la iglesia parroquial de la villa, es decir, de Ntra. Sra. de la Asunción, es muy curioso la cantidad de villas en la zona con el mismo patrocinio, por ejemplo: Briñas, Páganos, Oyón, Samaniego, Viñaspre o/y La Puebla.

 

  1. Últimas observaciones.

Entre las últimas curiosidades, me gustaría mencionar que, al ser Labastida una villa cosmopolita y comercial, como era normal, en ella tenían lugar conflictos varios o de todo tipo: insultos por doquier, amancebamientos, robos, peleas con espadines, muertes o asesinatos y hasta abusos de poder y sexuales. Normalmente, entre familias…, pero también en la misma familia.

Recordar, también, la figura del mayor prestamista de la villa a lo largo del siglo XVII, el beneficiado Miguel de Paternina y Vergara. Un personaje necesitado de un profundo estudio.

Y, por último, si bien para nada menos importante, reivindicar la importancia de la mujer en aquellos siglos y en el esplendor de la villa. En todas las familias y generaciones, no era algo puntual ni casual, existían mujeres cosecheras y eran sobradamente capaces. Eran conscientes de que sus maridos cosecheros, normalmente, fallecían antes que ellas y, en consecuencia, estaban preparadas y educadas para hacerse cargo no sólo de lo/as hijo/as menores, sino también de las haciendas -los negocios- sin ningún problema. Algunos ejemplos muy relevantes en Labastida son el de Magdalena Quintano, la madre de Diego, Manuel y José; el de Vicenta Quintano, la madre de Gonzalo y Lupercio, casada con Pedro de Albiz; el de Ramona Norberta; y también el de Josefa de Ocio, tía de los huérfanos Tosantos.

 6. Agradecimientos

A la Diputación, en concreto a la diputada de Cultura Ana del Val y a sus técnicos Karmele -contacto primordial para todo- y Enrique.

Al Ayuntamiento, tanto a la anterior alcaldesa, Laura, primera promotora del libro, como al actual, Dani, por tomar el relevo y llevarlo a buen término.

A Isaac Amurrio Tomollo, gran aficionado a la historia de la villa de sus ancestros, por aportarnos siempre diversa y muy interesante información.

A José María Amurrio, propietario -hasta hace bien poco[2]– de la que considerábamos la primera “gran bodega” del Reino para elaborar vino al modo de Burdeos (aquella mandada levantar hacia 1797 por Ramona Norberta de Albiz y su marido José Rafael Vitoria de Lezea), por permitirnos visitar dicho lugar con total amabilidad. Estando el libro en imprenta, una semana antes de publicarse, supimos, gracias a un artículo en prensa de Salvador Velilla, que el lugar, muy cercano y con la misma orientación, sin embargo se encuentra en el interior del actual Restaurante Mesón Alai.

A diferentes personas del mundo del vino, como José Miguel García Matute, de Bodegas Luis Cañas; Pedro Pérez Gil, de Bodegas Granja Ntra. Sra. de Remelluri; Jesús González Teso, de Bodegas Gontés; Rodrigo Fernández Gómez, de Bodegas El Hombre Orquesta; Luis Díaz Villamor y Jose Casado Sáenz Punki, por resolvernos varias dudas que nos surgían sobre diferentes tipos de medida o procedimientos relacionados con el mundo del vino.

A los otros dos autores: al difunto Alfonso, a quien tanto echo de menos, y a Juan, por aportar a la obra sus inmensos conocimientos en heráldica y árboles genealógicos.

A Asier Bilbao, diseñador y maquetador, por su gran hacer profesional y su paciencia conmigo.

A mi cuadrilla, “The Txirris”, por tantos buenos momentos a lo largo de tantos años, que, sin duda, dan para otro libro. A las chicas de la cuadrilla, las “Berakatz”. Y también, cómo no, a todas aquellas cuadrillas, del pueblo o de veraneantes, que hacían todo más divertido: “La Peña”, “Poteadores Z1”, “Popotxos”, “Ciscu fatus”, “La Kofradia”, “Kepa Liza”, “SOS Polvo”, “Makarralde”, “Kuss Kuss”, “Limones a pedales” y un largo etc.

Y, finalmente, a mi familia: a mi madre y a mi mujer, aquí presentes. A mis hijos, que se han quedado en la cama. ¿Por qué será? Y a mi padre, fallecido algo más de año y medio, en julio de 2022, porque le hubiera hecho mucha ilusión poder estar ahí sentado, y porque me hubiera hecho mucha ilusión que estuviera ahí sentado. De alguna manera, sé que lo está.

NOTAS DE PIE:

[1] Epígrafe que se repite en Haro, en la calle La Vega, y que representa una figura similar -un ángel o querubín- también reclinada o adormecida sobre él.

[2] En estos momentos el propietario es Telmo Rodríguez –Bodegas Granja Ntra. Sra. de Remelluri-.

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