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‘¡25 de abril siempre en todo el mundo!’, por Zé Pedro Amantes

ZÉ PEDRO AMANTES

Nací en una familia de cariz conservador, agricultores que vivían en la región del Alentejo, al sur de Portugal, donde la agricultura estaba relacionada con el latifundio y una gestión de tipo feudal.

La mayor parte de los alentejanos que se resistieron a la emigración vivían en las fincas o aldeas asociadas a ellas, con pocos recursos y totalmente dependientes económica y culturalmente de este modelo. Incluso los que tenían un poco de tierra no les bastaba para sobrevivir, y estaban igualmente subordinados, pero con la ilusión de disfrutar de alguna libertad más. Por eso cuando se realiza el golpe de estado, allí las cosas se viven con otra intensidad.

La posibilidad de un cambio, el deseo de una vida diferente y la libertad para poder actuar marcan enfáticamente los años que siguen. Surgen las UCP (las Unidades Colectivas de Producción) una esperanza ideológica de un modelo de vida diferente creado por los trabajadores, que asumían la gestión de las propiedades.

La vida social estaba marcada por la política, donde toda la gente tiene una identificación (o varias, según la necesidad del momento). Era bastante común una polarización muy primaria en la que: o se era comunista o se era fascista. En mi caso inicialmente todo esto fue muy traumático porque siempre estaba en conflicto con mi entorno, ya que muchos de mis amigos eran hijos de terratenientes y aunque se habían tenido que marchar, los chicos de mi edad me asociaban con ellos.

Por otro lado, en casa tampoco tenía referencia, ya que de mi padre sólo sabía que no le gustaba la política, los curas ni el fútbol, aunque siempre le había escuchado criticar el régimen y la policía política, o emocionarse con alguna canción cuyo contenido expresaba oposición a la dictadura.

En este contexto resumido he pasado mi adolescencia celebrando el Día de la Revolución como una extensión de mi aniversario (el 24) y sobreviviendo a una confusión ideológica como podía, sin estar bautizado ni pertenecer al Benfica ni al Sporting de Lisboa. Ya más tarde, y agradecido a mi padre por enseñarme otra cara de la libertad, he podido empezar a entender la Revolución y emocionarme por su dimensión y resultado.

Cada año siento la acción de aquellos y aquellas que estuvieron allí y han podido crear algo único en el mundo: los capitanes que de forma intencionada y organizada iniciaron el golpe, saliendo a la calle con las armas, preparados para lo que se presentara; el cabo que desobedece al general y se cierra en el tanque de guerra para no matar a los golpistas; las mujeres que llenaron las escopetas de claveles, y todos los portugueses que salieron a la calle celebrando lo que todavía no había pasado. Se me pone la piel de gallina y alguna lágrima quiere acompañar la emoción.

Este año el sentimiento ha sido todavía más profundo, quizá porque he cumplido 60 años, quizá por lo que está ocurriendo en el mundo o quizá sólo porque he viajado a Portugal y he pasado muchas horas en autobús reviviendo el pasado…, pero he sentido que la Revolución de los Claveles ha sido algo verdaderamente grandioso, y creo que será algo que un día muchos podrán sentir.

Una Revolución y una Libertad sin guerra ni sangre, un deseo tan grande de cambiar y evolucionar en que se pueda olvidar el odio y la venganza para seguir ese sueño. Si un pueblo entero lo pudo hacer, cada uno de nosotros también lo puede conseguir. Somos lo que somos por las experiencias que vivimos, pero sobre todo, porque no cuestionamos lo que somos.

¡25 de abril siempre en todo el mundo!

 

50 AÑOS DE LA REVOLUCIÓN DE LOS CLAVELES · Capitanes de abril

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