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La poesía de los árboles de Pinondo

ANISIA SERENDIPIA

 

MIS OJOS, QUE CODICIAN COSAS BELLAS_ Los árboles no son de madera y no tocamos madera cuando tocamos un árbol. Un árbol, cuando ha exprimido el canto de sus ramas, se recuesta en su tumba de madera, toca madera y deja de ser árbol. Los árboles se mueren de madera, y el fuego, que compendia en un minuto años de pájaros, años de hormigas por las ramas, conoce solo un idioma: la madera, y no sabe nada de los árboles. Cada incendio es una lección, escuchaba el otro día en relación con la tragedia forestal vivida recientemente en Chile. También decían que hay una zona con la que las llamas no han podido. Cubierto por la ceniza el sotobosque, allí se muestran erguidos los árboles que han resistido al fuego, en el Parque Botánico Nacional de Viña del Mar, uno de los más grandes del mundo, solamente han sobrevivido ejemplares del ginkgo biloba, donados por Japón, secuoyas y araucarias.

¡No puede ser! De pronto estaba en Pinondo de Durango, saludando a árboles hermanos de especie de aquellos con los que el fuego no ha podido y he recordado lo leído recientemente, que el Ayuntamiento va a señalizar el arbolado urbano de la villa. Me he visto saludando al majestuoso árbol japonés ginkgo biloba sentada en el gran tocón de la secuoya que, cortada en ¿1992?, contaba unos 160 años de edad, y que yo creía haber visto allí una placa que lo recordaba. Qué entrañable me ha parecido que algún espíritu durangarra sabio y exquisito hubiera podido pensar en plantar ejemplares de estos árboles aquí, en el arrabal de Pinondo, tal vez pensando en el fuego, en construir un cortafuegos de árboles santuario con la esperanza de prevenir a la villa de ser nuevamente pasto de las llamas, como ya lo fuera en 1554, 1672 y en 1822 -He leído por ahí que el incendio del 11 de marzo de 1554 redujo a cenizas el recinto amurallado, salvándose 6 o 7 casas de piedra de sillar por ser esta villa edificada de tabla y madera-. Los barrios extramuros de Durango estaban ya conformados en 1772, y uno de sus arrabales era Pinondo. Este contaba con 9 casas y era la primera entrada del camino de Urkiola a la villa, comunicado con ella por el puente de Santa Ana. En la segunda mitad del siglo XIX, la descripción de Pinondo aparece ya con una plazuela ajardinada y nuevas edificaciones en la carretera de Vitoria. Reza un proverbio que quien planta un árbol, bajo el cual sabe muy bien que nunca se sentará, es que ha empezado a descubrir el significado de la vida. ¡“Qué ideal” que en las placas identificativas figurase además del cuándo, cuál  fuere el refinado impulso de plantar unos árboles tan distinguidos! o si solo buscaba la belleza de sus ramas.

A la Sequoia su corteza le defiende del fuego y la bomba atómica no pudo con los ginkgos, y me he puesto a fantasear con la idea del cortafuegos de árboles santuario: cuando hayamos aprendido a escuchar a los árboles, nos sentiremos en casa”, nos dijo Herman Hesse.

_Árboles, árboles que habéis visto, que veréis mil años de primavera_ Abro un ejemplar de La poesía de los árboles, un imprescindible para los amantes de los árboles y de la poesía. Con él, Leticia Ruifernández nos lleva de viaje alrededor del mundo para mostrarnos los árboles de cada uno de los países a través de la mirada de los poetas, y elijo esta mirada, la de Dorothea Tanning:

Lo normal es que nadie se dé cuenta al principio. Me ha dado por maravillarme de los árboles del parque. Algo puedo deciros: son hermosos y lo saben. También están exhaustos, cientos de años atascados en el mismo lugar: hermosos paralíticos.

Los ociosos que pueblan los bancos empiezan a fijarse. «Hay gente para todo…», se oye decir. Muchos tienen los ojos perdidos en el suelo, como si de verdad no hubiera nada que mirar, hasta que ahí va esa mujer saludando a las ramas de estos viejos árboles. Alzad la frente, amigos, mirad arriba, puede que veáis más de lo que nunca os pareció posible, justo ahí donde algo la saluda tal vez para decirle que ha visto lo maravilloso. (“Mujer saludando a los árboles”)

Pinondo -al parecer recibe el nombre de un pino bajo el que se impartía justicia- junto al río Mañaria, parque con fuente de 1864 hoy totalmente en decadencia: de los cuatro peces de cuyas fauces manaba en su día  el agua uno tiene la boca destrozada, otro los ojos pintados, y un roble sufre frente a la estatua del bascófilo Pablo Pedro de Astarloa. Cerca del ginkgo, cruzando de acera, un elegante cedro de gran altura fue lugar de anidaje de una pareja de cigüeñas durante los primeros años del siglo XXI, hasta que cortaran las ramas sobre las que descansaba su nido, el 10 de junio de 2014, y ya solo volvieron alguna que otra tarde y nunca más volvieron ¡Qué soberbios espectáculos ofrecían  al atardecer sobrevolando la zona! ¡Salud!

 

Y a otra-e-o le parecerá otra cosa

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