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Ángeles, la bebé arrebatada en la cárcel de Durango, un caso de violencia contra las mujeres

Iban Gorriti

· Periodista autor de los libros ’31 VIDAS, el bombardeo contra Durango y ’31 VIDAS antifascistas vascas’

🟣 Emakumeok MUGAn

Hoy, en MUGAKULTURA.EUS sacamos a la luz un caso de violencia contra una mujer y su bebé, de -paradoja- nombre angelical. Es un suceso ocurrido en una cárcel de Durango en 1940 en la denominada por el desgobierno católico-franquista como Prisión Central de mujeres del barrio de San Roque. Quienes hemos estudiado este hecho desde hace años podemos narrar hoy que unos nietos toledanos descubren ahora que aquella niña que las monjas arrancaron a la abuela Plácida de su seno sin mediar palabra falleció con un año de edad en aquel penal, inmueble, que hoy no existe.

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Mujeres en el exterior de la cárcel de Durango en 1940.  Archivo Municipal de Durango y Gerediaga.

Una sala de urgencias en Toledo. A un padre le van a operar del corazón. El televisor ciega con imágenes de niños robados durante la Guerra Civil y franquismo. La familia del paciente pone en común la posibilidad de que aquella niña que unas monjas arrebataron a la abuela Plácida en la cárcel de Durango pudiera ser uno de esos casos.

En ese delicado momento, los corazones se ponen a bombear y buscan con anhelo dar una solución al enigma. «A mi abuela le dijeron que le quitaban la niña porque había muerto, pero vete a saber. Ella ni la vio muerta ni que la enterraran», estima Óscar Lancha, nieto de Plácida y sobrino de Angelita, supuesta niña fallecida con un año.

10 años de búsqueda y esperanza de que Angelita siguiera viva

Tras diez años de búsqueda, un reportaje publicado años atrás en Mugalari.info por el entonces archivero municipal de Durango,  José Ángel Orobio-Urrutia, les aportaba  novedades. La foto que conservan de Plácida y la niña en la prisión de Durango concuerda con una de grupo tomada en el exterior del inmueble que a día de hoy no existe.

Consultado al respecto, Orobio-Urrutia cierra el círculo con una información. La niña que las monjas arrebataron a Plácida falleció el 25 de abril de 1940 y se le dio sepultura con apellidos erróneos de Landa y Carmona, en vez de Lancha y Carmena «en la calle Santo Tomás, nº 16 del Cementerio de Durango». Según el libro en el “presidio”. La causa: “bronconomía” (sic), y se le da sepultura en un féretro de pino en la calle Santo Tomás, nº 16 del Cementerio de Durango. Así lo atestigua el Libro de inhumaciones del Cementerio de Santa Cruz de la Villa de Durango, 1918-1953, que custodia el archivo, el mismo volumen al que los franquistas arrancaron las páginas en las que se dio registro a los asesinados en el bombardeo fascista contra la población civil de la villa en 1937.

«Por mi profesión de bombero -enfatiza el nieto emocionado-, me considero una persona fría, tristemente acostumbrado a situaciones y noticias impactantes, siempre intentando transmitir seguridad, calma y serenidad. Pero hoy la llamada sabiendo que mi tía no está viva con las esperanzas que teníamos me ha superado, me has oído llorar, no sé si de tristeza, alegría, rabia, indignación, ira… o todo a la vez», transmite este toledano seguidor del Athletic, sentimiento que hereda «de generaciones».

Obligadas a bautizar a sus hijas en Santa Ana

La primera mención que Orobio-Urrutia ha encontrado sobre Plácida y su hija Ángeles es del Libro de bautizados de la iglesia de Santa Ana de Durango. En este tomo figuran nueve niños y niñas bautizados en lo que denominan la Prisión Central de mujeres del barrio de San Roque. Aparece Ángeles, nacida en Polán (Toledo) el 19 de mayo de 1939. Es hija de Claudio, jornalero, y Plácida Carmen -en vez de Carmena- Alonso. Se le batea el 14 de abril de 1940, un mes después de su llegada como presa de Franco a la villa. «Como curiosidad, ese mismo día se bautiza a otros tres niños, dos de ellos nacidos en la misma cárcel y un tercero llamado Carmelo Manuel Navarro Lancha, natural también de Polán», detalla el archivero.

El nieto confirma que eran familia. «Decía tristeza, por saber que finalmente mi tía falleció, algún trocito de nuestro corazón nos hacía creer todavía que podía estar viva», se arranca. Tras visitar esta semana el camposanto, no hay huella de su nombre. La sepultura más antigua infantil con leyenda data de 1944.

Once personas enterradas que eran presas

El Archivo registra once enterramientos de personas que estaban en la cárcel sita donde hoy funciona el colegio Nevers. Seis son “párvulos” y cinco, presas. Óscar, como su hermana Yolanda, también sienten a pesar de la tristeza, «alegría, por saber del paradero de nuestra tía y poder cerrar todos estos años de incertidumbre sobre qué había sido de ella», continúa quien aún no ha querido comunicar a su padre, a quien operaron del corazón, la que argumentan como «triste-alegre» noticia.

Corría el año 1940. La toledana Plácida Carmena Alonso fue dispersada a Durango, con una condena «de 12 años y un día por auxilio a la rebelión». Su delito: Llevar comida a su padre, preso por pertenecer a los comités de la República. Una mujer le denunció al salir del penal y fue detenida el 9 de diciembre de 1939, es decir, acabada la guerra. Le hicieron un consejo de guerra el 25 de enero de 1940  y le trasladaron desde la cárcel de  Toledo a la vizcaina. «Mi abuela Plácida partió a Durango con una niña pequeñita, mi tía Angelita».

Plácida junto a Angelita, con logo de MUGA KULTURA porque hay quien se apropia ilegalmente sin permiso de lo que no le pertenece. FAMILIA LANCHA

Al cierre de esta prisión, es  trasladada  al terrífico penal de Saturraran. «Creemos que  muere, es un decir, ya que en los documentos de mi abuela, fallecida en 1998, no se encuentra nada que acredite la defunción de su hija, y según su relato ni tan siquiera se le permitió ver el cadáver de su pequeña», lamenta y va más allá: «la versión que nos dio es que con nueve meses una monja se la quita de las manos diciéndole que se la llevan porque está muy enferma… Lo siguiente que se le comunica a mi abuela es que su hija ha fallecido, y que será enterrada en la prisión».

 

Un extracto de aquella foto

Con el paso del tiempo, la familia va recopilando información con documentos, noticias, foros, con apoyo del historiador de Ondarroa Fernando Aguirre. «Ahí se pensó que cabía la posibilidad de que la niña no falleciera y fuera vendida o entregada a alguna familia».

Cuando la familia «nos habíamos atascado», aparece en internet una noticia y al ver la foto recocieron a Plácida. «Mi abuela conservaba una foto que es una parte de la que se publicó», apostilla y argumenta su «rabia, al descubrir lo frágiles que somos y de cómo la crueldad de algunas personas pueden destruir familias, simplemente por llevar comida a su padre, como le sucedió a mi abuela».

También indignación e ira, incide, de pensar en cómo lo pasaron sus abuelos que después de  ser encarcelada la abuela y «matarle» -califican- a una hija, «encima tienen que irse del pueblo para intentar rehacer su vida, pasar desapercibidos y que no los señalasen con el dedo para evitar represalias de posguerra. Pese a todo, me siento privilegiado», concluye quien asegura que visitarán Durango y tal vez regresen a 508 kilómetros con los restos de Angelita, para el retorno en paz junto a sus ancestros.

 

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