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8 DE MARZO · ‘¿Quién lee para llegar al final, por deseable que este sea?’, por Anisia Serendipia

Anisia Serendipia

MUJERES LEYENDO, exposición fotográfica de Carmen Ochoa Bravo en el Palacio Horkasitas Jauregia de Balmaseda. Del 5 al 27 de marzo de 2022.

© Carmen Ochoa.

MIS OJOS, QUE CODICIAN COSAS BELLAS _ ¿Quién lee para llegar al final, por deseable que éste sea?, ¿Cómo una debería leer un libro?. Son preguntas que se hace Virginia Woolf, para quien la independencia es la cualidad más importante que la persona lectora posee, porque nada puede ser más fatal que guiarse por las preferencias de otras en un asunto tan personal

_ La donzella llevava el libro de la estoria de don Yván e començó a leer en él_ Leer ha sido hasta hace muy poco un privilegio, sobre todo para las mujeres. La formación intelectual y los libros les han sido históricamente restringidos, aunque las imágenes de mujeres leyendo, o con un libro en el encuadre, ya empiezan a aparecer en la pintura occidental del siglo XIII. Símbolo de elegancia (con un libro en la mano estas adquieren un estatus, el libro se convierte en reflejo de su posición social, de su conocimiento y distinción) las imágenes de las primeras pinturas son generalmente de damas lectoras de las cortes europeas, para las clases más bajas quedaría la literatura oral, aunque existe la sospecha de que las “prácticas lectoras” de las mujeres, tanto en el ámbito monástico como en el laico, podrían haber sido mayor de lo que se desprende de la documentación conservada. En el artículo Mujeres lectoras en la Península ibérica durante la edad media (siglos xiv-xv): del libro de devoción a la literatura de entretenimiento su autora, María Isabel Toro, intenta completar, recurriendo en ocasiones a las fuentes literarias, la imagen de la mujer lectora de estos dos siglos: una mujer que además de literatura edificante, didáctico-moral, consumía literatura perniciosa como la poesía cortesana, los libros de caballerías o las ficciones sentimentales.

© Carmen Ochoa.

La invención de la imprenta de Gutenberg a mediados del siglo XV y su rápida expansión por Europa permitió la difusión de textos y facilitó el acceso a la lectura. En 1605 (siglo XVII) se publica El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, novela en la encontramos mujeres alfabetizadas como Luscinda, que posee un Amadis; la mora Zoraida, que sabe escribir: Yo escribí esto, mira a quién lo das a leer; no te fíes de ningún moro, porque son todos marfuces, o Dorotea, la hija de un ventero convertida en la princesa Micomicona: porque ella había leído muchos libros de caballerías y sabía bien el estilo que tenían las doncellas cuitadas cuando pedían sus dones a los andantes caballeros. También nos dice la hija del ventero que a veces, después de administrar la finca de su padre, se acogía al entretenimiento de leer algún libro devoto. Mientras, según su esposa, el ventero se quedaba embobado escuchando leer libros de caballería, y Maritornes gustaba de oír aquellas cosas, que son muy lindas. 

© Carmen Ochoa.

Al resultar más fácil la comprensión de los escritos impresos con esta imprenta moderna, comenzó a desarrollarse una lectura individual y silenciosa que para el siglo XIX se había extendido ampliamente entre la población. Entonces nació Virginia Woolf, el 25 de enero de 1882. Renovadora de la novela moderna, se interesó por la vida interior de las mujeres y perfeccionó el monólogo interior en sus obras. Defensora del feminismo, de la necesidad de un espacio propio para poder ser libres, dejó escrito algo que sigue siendo un problema hoy en día: la diferencia de salario entre hombres y mujeres no les permitía a ellas ser independientes. Y aún existen en el mundo millones de personas sin acceso a ese derecho que es la lectura.

 

_Este mes de marzo de todas las mujeres_ Carmen Ochoa Bravo expone su proyecto Mujeres leyendo:

“Se trata de 25 fotos con el mismo tema, similar perspectiva, imágenes robadas para descubrir a las mujeres en su ensimismamiento. En estos años, la búsqueda de espacio de independencia personal por las mujeres es más sutil. La casa es, en apariencia de común y de igual uso, pero no es cierto en muchísimos casos. Es por ello que las mujeres buscan ese espacio propio donde pueden concentrarse sin interrupciones ajenas o caseras.  Desde 2015 hasta la actualidad he realizado estas imágenes. Además, he recibido muchas mujeres leyendo de amigas, lo que me ha multiplicado la perspectiva. No leen para ocupar un tiempo entre estación y estación, entre una cosa y otra en casa, -aunque también- buscan un tiempo suyo, completamente, para leer, para no ser interrumpidas.

© Carmen Ochoa.

La primera imagen surgió en 2015, de una manera imprevista, en Le Marais, París. A partir de ese verano hice algunas imágenes más llevadas sobre todo por la concentración y paz que respiraban esas mujeres que leían en la calle. En el verano del 17, ordenando las tomas del año, me di cuenta de que ya tenía un número considerable, muchas de ellas “robadas” en mis viajes: Suiza, Nueva York,Turín, Tenerife… Y, desde entonces, ya es una obsesión. Y yo misma respondí alguna de las preguntas que me surgían. ¿Por qué tantas mujeres leen en la calle? ¿Por qué no hay casi hombres? No es que aprovechen el tiempo del transporte para leer, no. Eso es muy común, sobre todo, en el metro. Ellas bajan de sus casas a leer. A leer tranquilas, concentradas. Sin que nadie, ni nada cotidiano las distraiga. Están tan concentradas que es fácil tomar la imagen desde muchos puntos de vista, escogiendo el ángulo perfecto, la luz perfecta. Ellas siguen absortas. No se dan cuenta. Esa es la razón. La necesidad de la habitación propia. Del espacio personal. Aquí están estas imágenes, con mucha similitud en la perspectiva, con una luz suave en su mayoría, formando parte del paisaje. Buscarlas es para mí ya imparable. Y el placer que me produce encontrarlas, enorme”.

© Carmen Ochoa.

¿Quién lee para llegar al final, por deseable que éste sea? ¿Acaso no hay ocupaciones que practicamos porque son buenas en sí mismas, y placeres que son absolutos? ¿Y no está éste entre ellos?, se sigue preguntando Virginia.

He soñado al menos algunas veces que cuando el Día del Juicio Final claree y los grandes conquistadores y juristas y estadistas vengan a recibir sus recompensas —sus coronas, sus laureles, sus nombres tallados indeleblemente sobre mármol imperecedero—, el Todopoderoso se volverá hacia Pedro y dirá, no sin cierta envidia cuando nos vea venir con nuestros libros bajo el brazo, “Mira, estos no necesitan recompensa. No tenemos nada que darles aquí. Estos han amado la lectura”. 

Estas, mujeres leyendo durante el mes de marzo en el Palacio de Horcasitas en Balmaseda, aquí cerca. 

Y a otre le parecerá otra cosa

 

© Carmen Ochoa.

© Carmen Ochoa.

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