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El homenaje a testigos del bombardeo contra Durango, ’31 VIDAS’, se celebrará el jueves 31 en el Cine Zugaza

El Cine Zugaza acogerá el jueves 31 de marzo el homenaje no institucional a supervivientes del bombardeo fascista planificado contra Durango del mismo día de 1937. El acto es una iniciativa privada. No es institucional. Lleva por nombre ’31 VIDAS’, como el libro publicado en la Durangoko Azoka de biografías por el periodista Iban Gorriti. Estarán presentes cinco testigos del ataque aéreo que aunque no aparecen en la publicación Nati Bilbao, Lidia Larrea, Mikel Aretxaga, Edita Gómez y Maite Andueza. Habrá dos pases: a las cinco y a las seis y media de la tarde. Las entradas aún no están a la venta. Se informará en breve de ello. Los organizadores invitan a todas las personas que sufrieron el bombardeo del 31 de marzo de 1937. «Citaremos a todas las personas que salen en el libro ’31 VIDAS’ y aquellas otras que vengan y nos lo hagan saber, porque queremos que sea el homenaje más amplio posible. Les vamos a dar las gracias a la cara y sin poesía: con su nombre y apellidos. Que se sientan homenajeadas y homenajeados, que no se pierdan entre textos farragosos», informan. Un vídeo mostrará nuevos testimonios de estas cinco personas de la foto.

Edita Gómez, Lidia Larrea, Nati Bilbao, Mikel Aretxaga y Maite Andueza. Fotos: Iban Gorriti

Pero antes, conozcamos más su triste episodio bélico. Nati cumplió 93 años el viernes. Un día antes, el presidente ruso Putin comenzó a invadir Ucrania al mando de sus tropas militares. Los cantos alegres de celebración hacia esta mujer de Durango se diluyeron en el ambiente hogareño con las detonaciones de los fríos bombardeos contra Kiev, capital de la república independiente desde 1991.

Bilbao, como se apellida, apaga el televisor en esos momentos de actualidad informativa. Antepone informarse a diario leyendo el periódico. “No me gusta volver a ver en directo una guerra, sea en Ucrania o en otro país. No quiero mirar esas imágenes porque verlas en el televisor con los sonidos y las explosiones me producen pánico, prefiero en papel”, tolera.

“Nosotros, los vascos, también fuimos refugiados de guerra”

Esta vivaz trikitilari sabe desde el corazón, el estómago y el cerebro de lo que habla. Otro tanto, sus convecinos Lidia Larrea, Mikel Aretxaga, Edita Gómez y Maite Andueza. Los cinco son supervivientes del bombardeo sistemático contra Durango que entre Hitler, Mussolini y Franco planearon con estrategia militar para el 31 de marzo de 1937 y que en diferentes razias acabó con la vida de más de 337 personas. “¡No quisiera yo a mi edad conocer más guerras! ¡Por nada del mundo!”, bombea Nati levantando el dedo índice en el interior del restaurante Larrinagatxu, inmueble rural en el que nació. “Somos supervivientes o hijos de quienes salieron vivos del bombardeo, ¿cómo vamos a querer más guerras?”, plantea y propone: “Tenemos que vivir todos en paz”.

Maite, Edita, Mikel, Lidia y Nati abren los ojos y los oídos más de la cuenta a raíz de la reciente ocupación de Ucrania como después de conocer los horrores cometidos a diario en el Sahara, Palestina, en Yemen, Afganistán, Myanmar, Etiopía, Malí, Níger, Burkina Faso o Haití. Todo ellos les duelen en sus recuerdos porque “nosotros, los vascos, también fuimos refugiados de guerra”, verbalizan al unísono. Euskadi vivió la evacuación interna y también la exterior a estados en paz en aquel primer momento como fueron Francia, Reino Unido, Bélgica, México o URSS, entre otros. Hubo, de hecho, gente obligada a no volver a su tierra a diferencia de otra que regresó a su casa una vez acabada la guerra en Euskadi.

“Nunca he soñado con mi padre porque no le pongo cara”

Las situaciones de las vidas cruzadas de estas personas en el callejero bombardeado de Durango en 1937 ponen la piel de gallina a quien detiene el estrés cotidiano y se sienta a escuchar a los supervivientes. Son de los últimos vivos. Próximas generaciones solo les conocerán por libros. Son los últimos que quieren contar lo que el fascismo primero y el totalitarismo franquista les hizo callar durante cuarenta grises años. “¡Ver la guerra de Ucrania es un horror! Esos bombardeos me remueven por dentro todo lo que ya he vivido. Era una niña y no recuerdo el bombardeo como tal, pero sí he sufrido sus derivaciones. ¡Nos afectó a todos! De hecho, yo no he tenido niñez”, clama y va más allá: “Me gusta oír la radio, leer y estar bien informada a pesar de los años que tengo. Es ver los ataques y a la gente huyendo en la tele y pensar que nosotros anduvimos igual”. Son palabras de Lidia Larrea de recién cumplidos 87 años. “Me dicen –recalca- que tengo rictus serio. ¿¡Cómo no lo voy a tener!?”. Y es que no parpadeen por un momento. La Guardia Civil mató en 1934 a su padre, un inocente hombre cuando salía de un bar. Aquellos días su madre estaba embarazada. Meses después nació ella, Lidia. “Nunca he soñado con mi padre porque no le pongo cara”, tuerce los labios.

Y llegó el bombardeo contra Durango. Y la madre, con su hija Lidia en brazos, salió huyendo como los ucranianos despavoridos estos días. En su caso, a Basauri, Castro Urdiales y vía Asturias a Francia. “Los asturianos decían que los vascos éramos como sus hermanos y nos daban de comer sin hacer cola yendo a la puerta de la cocina”. Retornaron a su casa de Durango y cuando todo parecía que tomaba pulso vital, de nuevo, a partir de cero: se quemó su vivienda. “Así que veo las imágenes de la tele ahora y se me encoge el corazón. Pensar que inocentes como mi padre estarán muriendo… Y, ¿pensar que pudiera darse una guerra nuclear? Putin es como en nuestros tiempos Hitler”, equipara Lidia.

«Se fueron replegando hacia Santander, hasta que dejó de ser suelo republicano»

Jimi Jiménez es un reconocido investigador de la guerra. Le consultamos qué diferencias hay entre aquellas evacuaciones forzosas y las actuales del Este europeo. No titubea: “No hay diferencia nueva en el fondo. La huida de un drama hace 85 años es la misma que hoy. Esa ansia de vivir, de proteger a los tuyos, no cambia ni cambiará”, valora y continúa firme: “En Siria, por ejemplo, la gente civil ha huido de la guerra y de sus consecuencias. Algunos logran no ser alcanzados por un misil, pero se ven con falta de alimentos, bebidas, de todo, como entonces o como hoy”.

A su juicio, las víctimas del bombardeo contra Durango o de otros episodios bélicos en Euskadi ansiaban pisar suelo totalmente neutral y evitar lugares en los que, aunque se sentían a salvo, quizás estaban rodeados de muertos. Es decir, “en aquel caso, se fueron replegando hacia Santander, hasta que dejó de ser suelo republicano”.

«Nos trajeron de estraperlo a mi hermano muerto en una cajita de zapatos con su chupete»

“¡Ver Ucrania es horroroso!”, levanta ahora la voz Edita Gómez, hija de un vendedor de quincalla al que una bomba fascista italiana alcanzó en el pórtico de Durango. La esposa de Antonio corrió desde Artekalea a besar a su marido mientras este perdía temperatura. “Mi madre decía que esa muerte le envenenó la sangre y como estaba embarazada, nació mi hermano Antoñito y murió en Cabezón de la Sal”. Meses después, ya de nuevo en casa, la familia consiguió repatriar el cuerpo del casi neonato. “Mi madre habló en Durango con unos soldados que nos lo trajeron de estraperlo en una cajita de zapatos. Sus huesitos y un chupete”, se emociona Edita, quien se estremece cuando escucha los ruidos de los aviones sobre Kiev, Jarkov o Chernóbil. “Me recuerda mucho y me siento mal. Han pasado 85 años y el mundo no ha aprendido nada”, sentencia a golpe de lógica cartesiana.

«¿Fuego amigo? Un fuego no puede ser amigo nunca»

Jiménez expone dos interesantes reflexiones. “Estas personas de Durango, entonces, o Ucrania ahora, sufrieron y sufren las terribles consecuencias de la guerra. Lo que no hay que utilizar son expresiones erróneas como la de ‘efectos colaterales’. Si dices colaterales, da la impresión de que los estás aceptando”, propone y apostilla una segunda: “Tampoco se debe decir ‘fuego amigo’. Un fuego no puede ser amigo nunca”.

De hecho, no fue ‘fuego amigo’ el de un obús fascista que destrozó la casa de la familia de Mikel Aretxaga en Madalena. “Cuando volvimos y vi la vivienda de Durango le dije a mi madre en euskera: Hemen bizi einbiu? ¿Aquí tenemos que vivir? Yo solo tenía unos siete años y me impresionó verla tan destrozada”.

«Cuando Franco entró en Bilbao, no salíamos allí de casa para nada»

De aquel inmueble habían salido tiempo antes al oír las campanas de peligro y sirrenas corriendo hacia Goiuria, y de allí a Bilbao, donde sufrieron nuevos bombardeos. “Lo que veo de Ucrania me recuerda a lo nuestro, aunque yo era un niño. Cómo salimos sin bártulos. ¡No hemos aprendido nada de aquel horror! ¡Vamos para atrás!”, denuncia Mikel. “En Bilbao, vivíamos en Belostikale y recuerdo que cuando sonaban las sirenas, como ahora se oyen en Ucrania, nos refugiábamos en el sótano de la Caja Vizcaína o corríamos hasta el túnel del tren de Lezama hasta que Franco entró en Bilbao. Entonces, no salíamos de casa para nada”.

Maite Andueza también sufrió el bombardeo contra Durango y recuerda, sobre todo, cómo pasada la guerra, visitaba junto a su madre a una presa de la cárcel de mujeres que hubo en la villa en Villa María. “Unas amigas me decían que no hubo cárcel en Durango. Yo solo quiero que se sepa que sí hubo. Yo conocí allí a una madrileña conocida como Chiloeches, guapísima. Iba con ama a visitarla. ¡La recordaré siempre! Y que nadie me niegue que no existió”, dice seria quien asegura que ninguna institución “nos ha ayudado nunca. ¡Qué va! Nadie, nadie, nadie”.

La última miliciana viva del Estado

En aquel penal de mujeres estuvo reclusa la asturiana Argentina Flórez Peón, hermana de la calificada como última miliciana republicana viva a día de hoy, la histórica ‘Maricuela’. Hemos hablado hablado con ella, de 103 años. “En Europa estamos muy mal ahora con lo de Ucrania. Tú llamas desde Durango y en aquella cárcel de mujeres estuvo mi hermana, cuando nos separaron a las dos de la prisión de Saturraran. Lo hicieron para castigarme. Luego ella se casó en Barakaldo y viví allí un tiempo hasta que mi hermana se murió en un accidente de tren”, abrevia y vuelve al presente: “La situación está peligrosa. Rusia siempre quiso mandar en el mundo y Putin puede querer invadir todo. Hay que luchar contra el fascismo. Lo principal es la unión. No hay que abandonar la lucha”, propone ‘Maricuela’, quien fuera miliciana del Batallón de los Mártires de Carbayín.

El padre de Maite Andueza también tuvo que huir. Salió de Durango a Mendaro. “Veo ahora a la gente de Ucrania o de otros países y me recuerda mucho a nosotros y me produce dolor. Tengo pena de no poder recordar más todo aquello. A mí, oír en la tele las sirenas de Kiev me hacen sentir la guerra que sufrimos. ¡Es otra vez terrible!”.

El libro 31 Vidas y la persona que lo hizo posible, Paula Azcárate, fallecida el pasado diciembre.

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