‘Los increíbles planos del monorraíl de Aquilino Mendizabal’, por Igor Basterretxea
Los increíbles planos del monorraíl de Aquilino Mendizabal
aquellos en los que, según la leyenda popular, se basó su vecino Goikoetxea para inventar el Talgo
POR Igor Basterretxea Kerexeta
· Historiador de Elorrio
El inquieto inventor -como ya veremos creador de varias patentes- e industrial vasco, Aquilino Mendizabal Argiarro, nació en Ermua -Bizkaia- el 4 de enero del año 1890. Gracias a los archivos de inmigración argentinos sabemos que, con tan solo 12 años, en 1902, emigró a este país y era “de nacionalidad española y religión católica, sin profesión conocida” [1]. Estos papeles también nos desvelan que llegó a Argentina en el transatlántico llamado Dom Pedro [2], habiendo embarcado en Burdeos -Francia-, y que realizó el viaje acompañado de Agustín Mendizabal -su padre-, Plácida Mendizabal -su madre, reflejada con el apellido marital- y Teodoro Mendizabal -su hermano-[3].
Pocos años después, sin haber cumplido la veintena, regresa a su tierra natal. Como subraya Mari Tere Barrena, sobrina-nieta de Aquilino, “marcharon pobres a Argentina y volvieron igual de pobres”. La casualidad quiere que se instale en Elorrio, donde abre una pequeña tienda de bicis y se casa en primeras nupcias con María Gorostiza, natural de Arrazola, con quien tiene un hijo. Y, cuando parece que todo comienza a ir por unos derroteros normales y a sonreírle la vida, sin embargo, llega la brutal pandemia de gripe de 1918, la cual le arrebata a su mujer y a su hijo. Ante esta tragedia, Mendizabal, decide dar un giro a su vida y en 1919, con 29 años, se traslada a Oregón -EEUU-, donde, al parecer, aparte de hacer frente a una verdadera catarsis personal, comienza a desarrollar su maravilloso ingenio en un taller de motores de explosión.
Superada su purga, tan solo dos años más tarde, lo encontramos de vuelta en Elorrio. Pero, ya no es el mismo. Como nos advierte Mari Tere Barrena, éste “vuelve de Estados Unidos obsesionado con el monorraíl y sus grandes ideas”. Tal vez, porque, allí, él mismo tuvo conocimiento del audaz monorraíl que el australiano Kearney[4] había diseñado en 1908. Sea como sea, en 1921, se casa por segunda vez, en este caso con Teresa Iriarte Leaniz-beaskoa[5]. Y es en esta, su segunda etapa elorriana, cuándo con más de 40 años de edad -estamos en la década de los 30[6]-, se inicia como empresario e industrial. De hecho, la primera empresa de la que tenemos noticia la funda el 8 de febrero de 1935 en sociedad con Daniel María Zubia y Félix de Lasuen. Será una sociedad mercantil con responsabilidad limitada, constituida con un capital de 9.000 pesetas -3.000 cada socio-, y destinada a la fabricación y venta de productos de madera[7]. Tres años y casi nueve meses más tarde, el 1 de noviembre de 1938, fusilado ya su socio Daniel María, crea Manufacturas de Artículos de Madera S.L. en unión ahora a la viuda de aquel, doña María Teresa de Kerexeta, y junto a Eusebio Zubia Eraña, Benito Zubia Eraña y Pablo Martínez Rodríguez. Se tratará, nuevamente, de una sociedad limitada, en esta ocasión con un capital inicial de 51.750 pesetas[8].
Pero será en octubre de 1942[9], ya con 52 años y junto a otros socios, cuando funda la empresa de corte Talleres Mecánicos Mendizabal y Cía. S.L., después Aquilino Mendizabal S.A. Siendo, en esta ocasión, los socios y sus aportaciones las siguientes: el propio Aquilino con 41.437,50 pesetas; María Teresa de Kerexeta con 26.437,50; Eusebio Zubia Eraña con 19.625; Gerardo Eizagirre con 20.000; “el Excmo. Señor Marqués de Tola” -Antonio Gaytan de Ayala- con 40.000; Ignacio Chacón, Camilo Basterretxea, José María Muñoa y Valentín Eguren, los cuatro, con 10.000 cada uno; Vicente Vélez de Mendizabal con 7.500 y, por último, Santos de Pagadigorria, que aporta 34.277,25 pesetas[10]. Junto a ellos habían estado, a lo que parece también desde un principio, Benito Zubia Eraña, Francisco Zigaran Zearreta y Quintín Iñurrigarro Lizaur, sin embargo, éstos, tan solo tres meses antes, el 4 de julio de 1942, se habían retirado de la sociedad recogiendo sus aportaciones, las cuales, entre los tres, sumaban un capital de 74.000 pesetas. Dinero que se les entregó mediante cheque n.º 344.288 del “Banco de Vizcaya”[11]. En definitiva, la empresa comenzó su andadura con un capital de 229.277,25 pesetas, al que en el año 1946 -los meses de febrero y septiembre- se le realizó una ampliación de otras 300.000.
Realizando un breve recorrido por la existencia de la sociedad, constatamos que, en 1985, pasa a denominarse Herramientas Castillo, por decisión del Consejo de Administración de ese momento[12], y que, finalmente, quiebra o desaparece en 1993, si bien tan solo dos años después, para 1995, se reconvierte en la actual NECO.
Con posterioridad, también durante este periodo, Aquilino patentó diversos inventos. Exactamente, que sepamos a ciencia cierta, inscribió las siguientes seis patentes: 1.- Cabezal de disparo automático para trabajar en torno, torno-revolver o cualquier otra máquina que pueda trabajar horizontalmente, el 1 de marzo de 1943. 2.- Mejoras introducidas con el objeto de la patente, también el mismo día. 3.- Mejoras en la construcción de cabezales para roscar, el 1 de abril de 1953. 4.- Reza lo mismo que en la 3, puede que la registrara dos veces. 5.- Peine en arco para el roscado de piezas, el 1 de julio de 1953. Y 6.- Rodillo de roscar sin paso, con la misma fecha que la última[13]. Curiosamente, entre sus patentes no aparece la que más nos interesa, la de su monorraíl[14].
Un hecho que demuestra muy bien hasta qué punto llegaban el ingenio, la curiosidad y el dinamismo de Mendizabal es la maqueta de su monorraíl, a escala real, que llegó a levantar en su propia fábrica, una especie de atracción tren chu-chu a la que se acercaban lo/as hijo/as de los trabajadores para montarse y dar una vuelta.
Aquilino, un hombre contemplativo, místico e idealista, continuó entregando su vida al mundo empresarial y al trabajo constante por mejorar la maquinaria hasta el día de su muerte, la que le visitó el 12 de diciembre de 1977, a los 87 años de edad.
Aquilino y Alejandro Goikoetxea Omar
Una vez presentado Aquilino, vayamos ahora con la pregunta principal que pretende contestar este artículo: ¿se basó o no Alejandro Goikoetxea, su convecino, en sus planos para inventar el Talgo?
Lo primero, más de una vez discutido, es si coincidieron alguna vez y si se conocieron personalmente. Pues bien, aunque Alejandro Goikoetxea -famoso ingeniero y también inventor- era tan solo cinco años más joven que él[15], el hecho de que coincidieran en alguna ocasión es prácticamente imposible. Es más, no parece que entre ellos hubiera habido, nunca, ningún tipo de relación, ni tan siquiera hubieran llevado a cabo una conversación. Y es que, mientras Aquilino, como hemos visto antes, se pasó media vida entre Argentina y EEUU antes de aparecer en Elorrio; Alejandro, estuvo prácticamente toda su vida lejos de la villa, primero como estudiante militar en Guadalajara, desde 1912, y luego ya como ingeniero entre Madrid y Bilbao. Es decir que se fue con 17 años y no volvió a Elorrio hasta cumplidos los 80, en 1975, para visitar el colegio público que durante décadas llevaría su nombre. La propia Mari Tere recuerda que aquel día que Alejandro vino a Elorrio, Aquilino se acercó hasta San Roque y, desde el exterior y a una distancia prudente, estuvo observando el acto.
Por otro, están las fechas. Indudablemente, grosso modo, las décadas -entre 1930 y 1950- en que Aquilino investiga el mundillo de los ferrocarriles y traza los planos de su monorraíl coinciden con las mismas en que Alejandro examina el mismo sector y, finalmente, patenta la invención del Talgo II, el famosísimo Tren Articulado Ligero Goikoetxea Oriol. Incluso, si analizamos o nos centramos en las fechas claves, observamos que Aquilino diseña su monorraíl hacia el año 1948 y que el Talgo II es fabricado en EEUU en 1949 y es inaugurado de manera oficial, con un trayecto entre Madrid y Valladolid, el 2 de marzo de 1950.
Sin embargo, no hay nada que indique o pruebe la leyenda. Como bien sabe, además, cualquier ingeniero actual, en el mundo de las patentes muchos inventos se basan en anteriores con mínimos cambios o detalles. Tanto es así que, aun colocándonos en el hipotético caso de que Alejandro, de una u otra manera, hubiera podido observar los planos de Aquilino y se habría basado en ellos para su nueva idea, resulta que el concepto final ya no es el mismo. Tanto es así que, Goikoetxea, “ideó un sistema de articulación singular, formado por triángulos isósceles que servían de soporte a ruedas independientes, pudiendo girar cada una independiente de la otra”[16].
Para más inri, por si las similitudes entre ambos inventores fueran pocas, también coinciden en su longeva vida, y es que, si Aquilino murió a los 87 años, Alejandro lo hizo a los 88. Murió en Madrid, el 30 de enero de 1984, a dos meses tan solo de cumplir los 89 años.
Otra crónica que estuvo muy de moda en los años 60, en Elorrio, fue la de considerar a Aquilino como el artífice del monorraíl moderno a nivel mundial[17]. Y es que también se había dado el hecho de que dos décadas antes -volvemos a los años 40- un alemán, nazi sin duda alguna, bien informado[18] de lo que Mendizabal se traía entre manos, visitó la fábrica, se entrevistó con él y saco fotos a todo lo que quiso. ¿Para qué se utilizó esa información?, lamentándolo mucho, nunca lo sabremos. Seguramente, entiendo que…, ¡por si acaso! Pues los alemanes -la verdad sea dicha- tenían, ya desde 1901, el curiosísimo monorraíl suspendido de Wuppertal -merece la pena verlo- y, además, en el año 1934 Hermann Kemper había también patentado un monorraíl sin ruedas, es decir, el primer tren de levitación magnética (Maglev).
Pero, yendo más lejos, resulta que un monorraíl de características similares al prototipo diseñado por Aquilino, también llegó a ser una realidad no mucho tiempo más tarde. Concretamente, en el año 1959 se instaló el primer monorraíl que funcionaría a diario. ¿Y dónde? En California, en el parque temático de Disneyland. Desde luego, si recordamos su maqueta en la fábrica y su funcionalidad: ¡No podía ser en un sitio mejor!
Puesta en valor final
De todas maneras, lo más importante de todo y con lo que me gustaría finalizar este artículo -más allá de las hasta ahora controvertidas teorías en la relación entre estos dos personajes-, es con la reivindicación de la figura de Aquilino Mendizabal, ya que la de Alejandro, no nos vamos a engañar, es más que conocida. Aquilino fue un hombre de mente privilegiada que, con su ingenio y trabajo, habiendo sido un emigrante que había conocido el hambre y la pobreza, se forjó a sí mismo, fundó empresas -generando trabajo- y, por si fuera poco, realizó planos y patentes inimaginables para los elorrianos de la época. Eso sí, no tuvo suerte, no encontró ningún mecenas capitalista dispuesto a invertir en su proyecto del monorraíl, en un tiempo, por añadidura, en el que en toda Europa -por no mencionar Japón y EEUU- se estaba llevando a cabo una loca carrera en la invención de trenes más ligeros y seguros.
Pocas villas, seguramente, podrán alardear de haber tenido, a nivel estatal y en un momento histórico tan crucial para la economía y los inventos, a dos figuras de semejante calibre. Aquilino, si cabe, más inquieto, imaginativo, soñador y visionario, pero lamentablemente olvidado y hasta hoy sin ningún reconocimiento; Alejandro, probablemente más frío y calculador -al que siempre acompañará el adjetivo de traidor-, pero como ingeniero un hombre creativo y tenaz.
Vayan aquí, pues, los increíbles planos de Aquilino Mendizabal, por primera vez impresos digitalmente y visibles a todo el mundo, para, contrariamente a lo que han generado hasta ahora, primeramente, reclamar el sitio que Aquilino se merece y, después, unir a estas dos personas y valorarlas como empresario-inventor, el uno, e ingeniero-inventor, el otro, en su justa medida.
Mi más sincero agradecimiento a Mari Tere Barrena Iriarte, sobrina-nieta de Aquilino Mendizabal. Y es que, sin su ayuda, este artículo hubiera sido imposible de realizarse.
[1] Véase: museodelainmigración@migraciones.gob.ar
[2] Contradictoriamente el Dom Pedro, armado el 12 de octubre de 1878 en los astilleros de Graville (Francia), se hundió el 27 de mayo de 1895 en las costas de Galicia, tres millas al Sudoeste del cabo Corrubedo. Es por ello que, si nuestro protagonista emigró en 1902, seguramente hizo el viaje en otro navío. Tal vez en el hermano gemelo del Dom Pedro, denominado Pampa.
Para más información, léase: https://cabocorrubedo.com/2016/08/27/corrubedo-naufragio-dom-pedro/ o http://www.solopecios.com/Don%20Pedro.html
[3] Muerto poco después, de niño, como consecuencia de una peritonitis.
[4] Su nombre completo era Elfric Wells Chalmers Kearney.
[5] Hacia 1938, Aquilino y Teresa, adoptan con 10 años de edad a Juanita Iriarte Garmendia, sobrina de Teresa y, a la postre, madre de Mari Tere Barrena Iriarte.
[6] Para este momento, Elorrio, al igual que otras muchas localidades de Bizkaia y Gipuzkoa, estaba conociendo ya un desarrollo industrial significativo.
[7] Documento de fundación de la empresa, 8-II-1935. (Archivo propiedad de Mari Tere Barrena Iriarte).
[8] Eusebio, Benito y Pablo aportan 8.625 pesetas cada uno y Aquilino y María Teresa 12.937,50 cada uno, además de la maquinaria. Documento de fundación de la empresa, 1-XI-1938. (Archivo propiedad de Mari Tere Barrena Iriarte).
[9] Este mismo año Alejandro Goikoetxea fundaba, junto a José Luis Oriol -socio capitalista-, la compañía Patentes Talgo S.A.
[10] Documento de aportaciones a la empresa, octubre de 1942. (Archivo propiedad de Mari Tere Barrena Iriarte).
[11] Documento de devolución de capital a ciertos socios, 4-VII-1942. (Archivo propiedad de Mari Tere Barrena Iriarte).
[12] A pesar de la oposición de la viuda de Aquilino, quien en ese momento era socia con un buen número de participaciones.
[13] https://patentados.com/empresa/mendizabal-arguiarro-aquilino/
[14] Sistema de transporte en el que el tren está suspendido o se desplaza sobre una estructura de un solo raíl para transportar personas o mercancías.
[15] Alejandro Goikoetxea Omar nació en Elorrio el 23 de marzo de 1895.
[16] https://aunamendi.eusko-ikaskuntza.eus/es/goicoechea-omar-alejandro/ar-66653/
[17] Léase: Enrique Rozadilla, “Aquilino Mendizabal, de Elorrio, fue el inventor del Monorraíl” en Revista Arguiñeta, n.º 9, septiembre de 1966, pp. 10 y 11.
[18] En opinión de Mari Tere, desde dentro de la propia empresa y por algún socio.
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