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Mari Piernavieja: «Llevamos cuatro meses de cuarentena en Brasil, sin trabajo»

· Es de Durango, se llama Mari Piernavieja. Llegó a Brasil a comienzos de 2017 a regentar la posada O Céu de Boipeba, en una isla cerca de Salvador de Bahía

POR Mari Piernavieja

Brasil, el país más grande de Latinoamérica, está siendo uno de los estados más azotados por el covid-19. En la actualidad hay alrededor de 2,9 millones de personas afectadas y cerca de cien mil muertes.

MARI BRASIL

Mari Piernavieja, este jueves en una playa de Boipeba.

Desde el comienzo, el presidente del Gobierno, Jair Bolsonaro, ha minimizado la severidad del virus, argumentando que el impacto de las restricciones en la actividad económica terminarían siendo más dañinas para el país que el propio coronavirus. Esto ha hecho que los gobiernos de los Estados hayan tomado medidas más restrictivas de manera independiente a las decisiones gubernamentales, cuestión que ha suscitado más de un quebradero de cabeza al presidente.

La pobreza y en consecuencia creo que la violencia en Brasil durante estos meses ha disminuido gracias a una ayuda económica mensual que el Gobierno ha dado a todas aquellas personas que se encontraban sin ingresos, una aportación de 600 reales mensuales (equivalente a 100 euros más o menos) que no es mucho, pero suficiente para cubrir las necesidades más básicas. Sin embargo, este es un alivio temporal, ya que el número de brasileños empobrecidos aumentara después de entregarse el último pago, actualmente programado para el próximo mes de agosto.

Yo vivo desde hace más de tres años en Boipeba, una pequeña isla del Estado de Bahía, tiene unos 4.000 habitantes que viven prácticamente del turismo y la pesca. Desde el 20 de marzo, la isla permanece cerrada al turismo, se controla las entradas y salidas de la misma, esto es: si quieres salir o entrar necesitas una autorización escrita de la policía.

Esta decisión ha hecho que el número de contagios hasta ahora haya sido de apenas cuatro personas permitiendo que aquí se haya vivido la pandemia de una manera más relajada que en el resto del país. El uso de mascarilla es recomendado para caminar por la calle y obligatorio para entrar en mercados y farmacias, que son los únicos establecimientos que continúan abiertos.

El mismo día que cerraron la isla, cerraron todos los hoteles, tiendas y restaurantes, dando 10 días para desalojar a todos los turistas. Este hecho hizo que prácticamente toda la isla nos hayamos quedado sin trabajo. Llevamos cuatro meses de cuarentena, «la eterna cuarentena la llamamos», y de momento no parece que las cosas vayan a cambiar. Lo último que hemos escuchado es que probablemente abramos en septiembre, aunque no tenemos muchas expectativas viendo como están las cosas ahí fuera… A pesar de la cuarentena, en el día a día, el ambiente en la isla es relajado, podemos pasear por las playas, tomar el sol, bañarnos,… sin apenas cruzarnos con personas, gracias a la extensión de sus arenales, naturaleza y pocas personas que habitan este lugar.

Personalmente lo más difícil para mí de esta pandemia es el hecho de haber estado lejos de allí, la preocupación y el miedo por no estar cerca de tu gente en un momento tan surrealista, sumado a la preocupación y el miedo por lo que podría llegar a ocurrir por aquí.

He tenido la gran suerte de tener a mi hermana aquí, un pedacito de familia cerca ayuda, la isla ha sido un refugio donde hemos podido vivir un momento así en la naturaleza y en ningún momento me he sentido encerrada. Ojalá todo esto pase rápido y nos podamos volver a abrazar sin miedo.

 

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