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‘Los amables’, por Alicia Noland

 

Alicia Noland

· Dondequiera que vaya dire que los durangueses son gente amable, de fácil querer… En el origen, en el fondo… En el corazón de ésta declaración tan sentida, y en el mío, está Araceli, ella, tan Amable, dio nombre a todos los que vinieron después, y también fueron y son de mi corazón. Si leéis éste cuento donde relato mis días con ella, entenderéis por qué.  Me gustaría que sirviera de agradecimiento público y homenaje a una gran mujer…

Alicia Noland por ESMERALDA

Alicia Noland.

«¡Venga! ¡Que se enfría!», me dice Araceli. Y yo, claro, doy un sorbo. Y la miro y me digo. ¡Qué fácil es quererla! Y ella lo sabe, pero qué no sabe.

Ya sabe que me gustaría quedarme en Durango y seguro que también sabe por qué, y me sonríe… Hace solo un día que nos conocemos y ya, generosa, me ha contado, con esa alegría y  esa dulzura que mezcla tan bien, su infancia, cómo y dónde aprendió a coser, esa labor que la apasiona, me cuenta sus logros orgullosa y yo con ella.

Me cuenta alguna tristeza de esas que se queda como raspa en la garganta… Solo hace un día que nos conocemos y ya paseamos como si nada, del brazo, hasta la Ollería, donde aprendió a coser y después, hasta un chalet en San Fausto, y ya hago planes con ella. ¿Venimos, Araceli, una tarde a merendar a la «casita»?, y y ella no dice que no, y sonríe.

Solo hace un día que no conocemos y me presenta, generosa, a sus amigas, para que en ese ambiente distendido del aperitivo, entre aceitunas, patatas y cerveza, el trago de contar la vida entre los escombros de la guerra: miedo, silencio, tiranía… pase mejor.

Y yo, torpe, saco mi libreta de tomar notas y  convoco miedo y  silencio, y me digo triste, «todavía»… Y menos mal que está allí Araceli, y la escucho decir: «Es un cuento lo que quiere contar… Ya sabe más de Durango que nosotras, es que  tiene que saber mucho para contar…».

Y vuelve lo distendido y guardo la libreta y cojo la cerveza y vuelven suspiros de alivio y risas, y Araceli dice: «Le gusta mucho Durango, yo creo que quiere quedarse», y sus amigas, «aquí hay sitio para todos y si no, nos apretamos». Y Araceli sonríe, me sonríe y yo a ella. Qué fácil es todo con ella. Qué fácil es quererla.

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