‘Aquellas procesiones en blanco y negro’, por José Ángel Orobio-Urrutia
POR José Angel Orobio-Urrutia
· Durangoko Udal Artxiboa
Este año no habrá procesiones en Durango. Desde tiempos inmemoriales se ha tenido la costumbre de sacar las imágenes de santos y vírgenes por las calles de la villa.
Cualquier motivo era bueno para hacerlo: para dar las gracias por una buena cosecha, para que terminasen las sequías, cuando, tras una de las habituales inundaciones, bajaban las aguas a su nivel, para que intercedieran en tiempos de epidemias (en Durango las hubo de peste negra, bubónica, viruela, cólera morbo, gripe, etc.), en festividades anuales de las iglesias y ermitas (Santa María, Santa Ana, San Roque, Santiago, la Merced, María de la O, San Fausto, San Antonio, San Pedro…), en romerías y principalmente, desde la Edad Media, la procesión del Corpus.
Las Cofradías Penitenciales empiezan a surgir hacia el siglo XV y en Durango tenían su sede en la ermita de la Vera Cruz donde actualmente está alojada la cruzde Kurutziaga. Los libros de cuentas y de actas de estas cofradías se conservan en la actualidad en el Archivo Municipal.
Las procesiones de Semana Santa, tal como las conocieron los durangueses de más edad, se remontan a finales del siglo XIX y tienen la época de máximo apogeo en el franquismo hasta casi desaparecer a mediados de los años 70. Posteriormente volvieron a reanudarse aunque sin el esplendor de los años anteriores.
En esa época de apogeo llegaron a celebrarse hasta cinco procesiones en esos días: la del “Borriquito”, el domingo de Ramos, la procesión del Jueves Santo y las del Viernes Santo (una a la mañana, otra a la tarde y por la noche la del Vía Crucis del Silencio).
Se sacaban unos doce “Pasos” que iban acompañados de más de 350 cofrades vestidos de diferentes colores: de verde los del “Huerto de los olivos”, de blanco los del “Sepulcro”, los de “Jesús en la cruz” de rojo, los de la “Dolorosa” de negro, la Congregación Mariana de azul y blanco, etc.
Los cofrades eran trabajadores de las fábricas de la villa, de Olma, Mendizabal, Onena, Amilibia, Ortiz de Zárate. Como curiosidad señalar que los cofrades debían ir a las procesiones confesados y comulgados y con un certificado de que habían hecho su confesión.
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