2ª SEMANA · Diario de un gato en el confinamiento de su humano

Tiramisu

Este sigue aquí… Por más que le lanzo miradas en las que entrecierro los ojos de forma amenazante no se achanta. Me hace carantoñas para que me acerque, como si estuviera a falta de ellas, si me tiene estresado, ¡se me está cayendo hasta el pelo!

No es que se me esté cayendo, es que el cretino de mi humano no deja de peinarme a cada rato. Me tiene hasta la punta del rabo. Fíjate si me peina que cada vez que lo hace me quita una cantidad de pelos… creo que como siga mucho tiempo en casa voy a acabar como un gato egipcio, sin ningún pelo de tonto. Y que me perdonen mis congéneres africanos, pero donde esté una buena cabellera brillante y cuidada como la mía. La trabajo a menudo después de cada sesión de lengüetazos, me embadurno en mayonesa para que quede con una luz deslumbrante. Luego si que da gusto volver a lamerse.

Estos días con tan poco movimiento, desde mi atalaya veo más pájaros de lo habitual y los muy “valientes” se ponen a cantar a todas horas poniéndome los dientes aún más largos. Sin embargo, ellos no saben que en el alféizar de mi ventana les he colocado una trampa. He puesto un poco de alpiste en una de las macetas y en cuanto se pose uno a llenar el buche ¡zas! Me abalanzaré sobre él como sólo un felino de mi categoría puede hacer, eso si, tengo que aprender a abrir la ventana porque ya llevo tres chichones…

Otra cosa que me ha llamado mucho la atención de esta situación es el arsenal de papel higiénico que he encontrado en uno de los armarios de la despensa. ¿Eso qué significa para mí? Piscina de papel, como los niños humanos tienen en los “txiki-park”. ¡Vaya juerga me pegué anoche! Saqué todos los rollos y preparé una montaña, con tobogán y todo, nada que envidiar al de Estepona.

Ahora estoy ansioso porque el humano vea mi obra y espero que con el cabreo salga de casa a airearse un poco y así me deje en paz durante unas horas.

¡Miau!