‘Me queda la palabra’, por Alicia Noland
Alicia Noland
¿Sabes cuando crees que conoces a la persona con la que convives, porque es muy difícil fingirse Otro tanto tiempo, y es encantador, atento, capaz de respeto y amigo, y entonces un día llegas a casa y no te saluda y si preguntas, no contesta o contesta silencio con gesto de rencor o enfado y tú te dices, Tendrá un mal día, pero los malos días se suceden y el Otro va encadenando impredecible silencios con hablarte a gritos o con desprecio, con golpes, y otros golpes, insultos, amenazas y estallidos… como en un juego macabro que no sabes que juegas, o que te cuentan en una pesadilla: A ver si aciertas qué hacer o deshacer para no sufrir daño, yo jugaré a que no aciertes y sufrirás por desacertar, y se juega en ciclos o en espiral y el encantador aparece al final arrepentido, para que no dudes de su existencia y recuerdes lo bonito que fue y lo que puede volver a ser a ser si entiendes lo que no puedes entender?
¿Sabes cuándo la persona con la que compartes algún afecto, la persona en la que confías te hace dudar de la realidad, te hace dudar de ti, te hace dudar hasta de tu cordura, pero cómo no vas a dudar si a lo mismo que tú dices, Que si respeto, que si cuidado, que si esos gritos, que si ése tono… Él un día responde, Qué cuéntas, qué inventas, nadie te está haciendo nada, y otro día, Que la violenta eres tú y además vas de lista, o cualquier otro insulto, y como buenas noches, te dice, Que a mí no me mandas, que no me dices lo que pienso, que tú en mi casa haces lo que yo digo y al día siguiente, vuelta a empezar, Qué cuéntas, qué inventas…?
¿Sabes cuando la persona en la que confías te tiene una hora, dos, quizá, un infierno grande contra una pared, amenazando con golpearte, que te tiene a insultos, a gritos, sin espacio personal, con odio y desprecio te tiene, con violencia, con toda esa violencia… Te tenía que hostiar, te tenía que hostiar, te tenía que hostiar, te grita a martillo su filosofía, y tú tienes tanto miedo que tienes la sensación de perder pie y te desconectas y el siguiente recuerdo real, que no has recobrado con el velado de las pesadillas, es de dos días después y en ese recuerdo un municipal sin rostro te acompaña al albergue y te dice, Cuánto siento que tengas que pasar por esto y son las primeras palabras de afecto que escuchas en meses y te parece regresar a la civilización?
Y tú lector te preguntarás, quizá, ¿Cómo voy a saber todo ese horror, si no tendrá ni nombre? Pues ese horror tiene nombre y existe como todo lo que se nombra y es el maltrato del que muchas, demasiadas sabemos.
Sé de la violencia y el daño de después. Sé de la soledad de sola clamando en un desierto de solas. Sé mucho más de lo que he podido contar aquí, y venceré el miedo y encontraré la forma, porque me queda la palabra.
Sé que queda mucho por hacer, y ahí es donde voy a estar.
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