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‘Los que buscan lucecitas y allegan candelabros’ (I), por Alicia Noland

· La escritora Alicia Noland, que está en Durango para escribir un cuento sobre el después de la guerra impuesta, nos cuenta quién como espejuelo la atrajo hasta aquí. Lo hará por entregas. Esta es la primera.

 

POR Alicia Noland

Nos conocimos en una página de contactos por Internet. No recuerdo quién encontró a quién. Pero sí recuerdo la frase que me dijo: «Trasmites algo que quita valor a la distancia…». Fue lo mismo que yo sentí. Sí, a primera vista sí.

Alicia Noland por ESMERALDA

Alicia Noland. PHOTO. Esmeralda

Él era de lejos, de otro País, de otra Tierra, pero una tierra que yo llevaba en el recuerdo: sentida, leída, soñada, gustada, querida; yo era de su luz y de su paisaje más que de la mía, como una parte de mí.

El era de lejos sí, pero con él, con lo que de él fui conociendo su valentía, su constancia, su humildad, su castellano de antes, como el mío, sus frases concisas, claras, con el relieve de lo profundo… Yo regresaba a mí, a todo lo que olvidé que fui. A la adolescente que leía a escondidas, recordé sus sueños, lo que se quería. Recordé las palabras Grandes, en lo que creía.

Yo regresaba con él, con lo que despertaba en mí, a la infancia, a lo incondicional, al descanso de que te entiendan cualquier cosa, a esos amigos que de tan amigos parecen invisibles. A creer en acertijos… No busco nada, pero estoy dispuesto a encontrarlo todo, decía de sí. Y yo volví a creer en poderosas palabras o en palabras de poder, en que los sueños se cumplen.

Él era de lejos sí, de cada vez más lejos parecía todos aquellos meses de espera para encontrarnos. Y nunca me he sentido más cerca de nadie, y en ese conmigo sin ti, yo me fui encontrando, como si me hubiese dejado arrumbada tras la última batalla, me fui desempolvando y sacando a relucir, la alegría, el asombro, la vida cigarra, y recuperando el gusto a hierro que tiene la batalla.

Él era de lejos sí, y precioso, y preciosa su voz. Nunca deseé tanto. Nunca he querido más.

Nos encontramos una tarde y todo aquello que cocinamos lento, lento, tan lento, meses y meses  ardió, se quemó de luz, como una fotografía sobreexpuesta…

Él era de lejos sí, y antes que nada, y por encima de cualquier otra cosa, y en el fondo, es y será, de esa gente valiosa con la que querrías contar. La gente que como yo no se cansa, ni se rinde; los escapados de pozos y acequias, los que buscan lucecitas y allegan candelabros, los que se desvelan de la mañana a la noche, o de madrugada, haciendo todo lo posible porque mañana salga el sol. De esa gente es, de esa gente soy.

(Continuará).

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