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Fallece Ricardo Ozaeta Arkarazo ‘Rikis’, superviviente de los bombardeos de Durango y Gernika

El pueblo de Durango despidió ayer en funeral católico a un hombre muy conocido en la villa: Rikis. Ricardo Ozaeta Arkarazo falleció el miércoles a los 88 años. El vecino de Txibitena regentó un puesto de charcutería en la plaza de abastos de la villa y fue superviviente de los históricos bombardeos de Durango del 31 de marzo de 1937 y de Gernika-Lumo el 26 de abril de aquel mismo año de la Guerra Civil. 

Rikis

Ricardo Ozaeta. PHOTO. Iban Gorriti

Esto último pocas personas lo sabían y aunque periodistas se interesaron por ello él no quería contarlo. Pero lo acabó haciendo. Ocurrió el 3 de octubre de 2017 en una rueda de prensa en el acto de ratificación del texto de la querella municipal de la comisión Martxoak 31 contra los pilotos del bombardeo de Durango que, recordemos, produjo muertes en los dos bandos de Durango. Las bombas italianas no hicieron distinción entre demócratas y leales al golpe de Estado de 1936. “He venido porque me lo ha pedido el PNV”, matizó aquella mañana.

Ricardo Ozaeta nació el 6 de febrero de 1931 en Durango. Vivía en el casco viejo. “Entonces, nuestro portal era el número 12 de Santa María, es decir, Andra Maria kalea. Vivíamos encima de lo que era el bar Azul, que ahora se llama Urdin“, pormenorizaba y se lamentaba cuando la memoria le detenía en su amable y calmada forma de actuar.

Seis años cumplidos

Él era hijo de Jacinto, albañil de ideas republicanas natural de Santa Ageda (Arrasate) y de Encarna, del caserío Urizar de Axpe-Martzaa, hoy municipio de Atxondo. Fueron un total de cinco hermanos. “Yo a dos, que eran mujeres, no llegué a conocer”, matizaba a este periódico. Tenía recién cumplidos seis años cuando el totalitarismo aliado internacional de los militares golpistas españoles, los aviadores fascistas italianos y la coordinación de la Alemania nazi acabó con diferentes bombardeos con el 5% de la población de Durango.

“Recuerdo poco, porque la memoria… Recuerdo las sirenas y que salimos corriendo a un refugio que podía estar en Kalebarria. Date cuenta de que a nosotros nos cogió de frente a la parroquia de Santa María”, relataba pausado e iba más allá en su testimonio: “En el refugio temíamos que la torre de Santa María cayera sobre nuestra casa. Ese era nuestro miedo allí. Además, en aquel tiempo debajo de nuestra casa estaba lo de ‘teléfonos’…”, evoca.

Entre polvo, cascotes, personas y otros animales muertos la familia Ozaeta-Arkarazo decidió partir al caserío Urizar de la madre. Poco tiempo estuvieron allí y optaron por escapar con las vacas andando por las carreteras a refugiarse en… Gernika-Lumo. “¡Ya fue casualidad”, valoraba. Allí volvieron a salir vivos del bombardeo ejecutado por alemanes e italianos. “Habíamos ido a casa de mis tíos. Recuerdo todo el pueblo en llamas. Entero”, aportaba.

Aquellos dos bares Mondragón

A su regreso a Durango, su familia regentó el bar Mondragón, que en aquellos tiempos estaba ubicado en donde a día de hoy está el Arkarazo, en la entrada de Goienkalea. Con el tiempo, su tío Andrés Arkarazo se haría con este local hostelero, y la familia de Ricardo trasladaron el Mondragón a Uribarri kalea, abierto hasta hace unos años anexo al actual cine Zugaza. Hoy derribado.

Con el paso del tiempo, Ozaeta abrió una charcutería en la plaza de abastos de Durango bajo el nombre de Rikis. “Si no te he contado nada en estos años es porque no me acuerdo bien. No por otra cosa. En nuestra casa en el bombardeo de Durango no murió nadie. Espero, eso sí, que no vuelva a repetirse algo así. Mira, a mi padre solamente por no invitar a una comida a uno que él creía que era derechista le encarcelaron seis meses en la cárcel de Larrinaga de Bilbao. Ese mismo al que no invitó le denunció a los franquistas”.

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