20 años recordando a Younan con lágrimas de San Lorenzo
Especial Mugalari Kultura de recuerdo a un amigo
I. Gorriti
Muere aquel que fallecido no tiene quién le dé amor. Desaparece quien no tiene quién le recuerde. Ni lo uno ni lo otro es el caso de Younan Arkarazo Arruabarrena. Y no, por lo obvio, porque su familia y sus amigos no cumplan estos dos verbos de cariño, sino porque un portero de fútbol, como fue él, nunca deja de estar bajo palos, aunque cuelgue las botas. Es él quien aún les da amor, quien aún les recuerda. El euskaldun de Durango nacido en Daytona (Estados Unidos) y con nombre de origen sirio está ahí, dispuesto a sacar el balón de puerta, a enviar su alegría en forma de sonrisas a quien lo necesite.
En los primeros minutos de hoy 13 de agosto se han cumplido 20 calendarios recordando a Younan. Falleció, vestido de joven de 20 años, en el infortunio de la noche, en un accidente de moto subiendo el puerto de Urkiola (Abadiño). Quienes mejor le conocieron, incluso, los que de vista le saludaban saben que era un joven especial. Todos quienes le conocimos, aunque fuera poco, coincidimos en ello.
Su inseparable amigo Jon Amilibia le califica como“la persona con más potencial que he conocido”. Su amiga de sangre, y aún mejor hermana, Noelia, también se emociona orgullosa de un chaval que “no juzgaba a nadie, eso me sorprendía en alguien de su edad y me gustaba”.
La arropadora amatxu de Younam y Noelia, Rosa Arruabarrena, tenía una verdadera predilección por su hijo porque “era igual que yo, tenía mi carácter”. Otro amigo, como si de un primo se tratase, Adrián Urizar, también le guarda en el recuerdo imborrable del corazón: “Younan tenía algo especial. Era de esas personas que proyectan una energía muy intensa. A nadie dejaba indiferente”.
De Daytona a Durango
Younan nació en el seno de una familia de cestapuntistas, el 30 demayo de 1979 en Daytona, Estados Unidos. Su padre, el pelotari Ramón Arkarazo, jugaba en los frontones de la localidad y de Orlando, cinco meses en cada uno. Casado con Rosa Arruabarrena, habían tenido ya una hija, Noelia. En América, el niño ya era “líder, muy expresivo, muy movido”, evoca la madre que le parió.
La famosa huelga de frontón de la Ijapa les llevó a reflexionar, y la familia retornó a Durango. Fue una jornada que no olvidan: subieron a bordo del aeroplano el día en el que Younan cumplía exactos 10 años. Le cantaron el Zorionak zuri en el avión. Ese verano lo pasó junto con su hermana, yendo a clases particulares para mejorar su castellano. Y les matricularon en Jesuitak Durango hasta que en 3º de BUP decidió con su amigo Amilibia pasar al instituto de la villa. “Pensé que era lo peor que podía hacer y mejoró sus notas”, enfatiza Rosa.
El siguiente escalón fue comenzar a estudiar Publicidad y Relaciones Públicas en la Universidad de Leioa. Para entonces, él era un melómano seguidor de grupos de alto voltaje musical como AC/DC, Rammsteim, Sepultura… Además, había jugado de portero en Jesuitas y en el Iurretako.
Era también amante de los perros (tenía un rotweiller llamado Strike), era monitor de campamentos de inglés en Araba, hizo algunos pinitos musicales en un grupo de Abadiño, estaba enamorado de su chica Atotz Goikoetxea, de Derio, disfrutaba con los chavales como al mismo tiempo empatizaba a la perfección con las personas mayores,…
Hasta que llegó aquel 13 de agosto en el que un coche dejó sin motor al corazón de Younan. Era tan querido que su fallecimiento tuvo amplia repercusión social. Se jugó un partido de fútbol entre la Cultural de Durango y el Bilbao Athletic. El entrenador Ernesto Txingurri Valverde, que quien hizo entrega a la familia del pésame y unos detalles del club. Asimismo, sus compañeros de estudios le tributaron un homenaje elaborando una orla con su foto en el centro.
De este modo, le entregaban a la familia de forma simbólica el título de haber acabado la carrera. “Todos quienes nos conocían se portaron muy bien”, agradece la familia.
Aquella madrugada, junto a un amigo y tras despedirse con un gero arte de su novia y su madre, subió a Urkiola a ver la famosa lluvia de estrellas, las conocidas lágrimas de San Lorenzo. Las perseidas, meteoritos. Su madre aún las llora: “Cuando llega agosto, mira que han pasado años… La lluvia de estrellas te hace recordar. Eso sí, siempre hemos querido hablar de él, no como les pasa a otras familias. Está siempre en casa porque estábamos orgullosísimos de él, de lo feliz que era, de cómo trata trataba a todo el mundo. Era sensacional, muy positivo, no se enfadaba…”, ensalza su amatxo. Ocurrió sobre la una de la madrugada del paso del día 12 al 13 de agosto de 1999.
Una vida rica y fugaz
Lo mismo lloran su hermana y amigos, caso de Jon Amilibia, quien era y sigue siendo su otro yo, amistad inquebrantable. “Hablo de él con todo el amor y las ganas de vivir que su recuerdo me genera: Al pensar en cómo era Younan lo primero que me viene a la mente es que era la persona con más potencial que he conocido. No es algo que piense ahora, es algo que lo pensaba cuando aún él vivía”, subraya.
A juicio de este durangués, su colega de aquellos 20 tacos tenía un proyecto para rodar una película, quería comprarse platos para pinchar música, era profesor de inglés, novio de una chica encantadora, hijo de una pareja que con 18 años fueron a Macao y Estados Unidos a jugar a pelota, guapo “y si no que se lo pregunten a algunas”, agrega Amilibia.
A su juicio, Arkarazo era una persona rica en recursos para la vida, hasta el punto de que “por cualquier camino que fuera iba a triunfar. Era una estrella, y cuando tuvimos el accidente íbamos a ver otras estrellas, las fugaces, y ahora cuando llegan esos días de agosto en los que las estrellas fugaces vienen a saludarnos se le siente más cerca y más presente si cabe”, traga saliva y continúa como el corazón le empuja: “Su presencia siempre la he notado como ánimo para vivir. Su muerte me aferra a la vida y me recuerda nuestra fugacidad. Y sobre todo al pasar por Urkiola se puede sentir su energía planeando. A los 20 años de su muerte es mucha la gente que le recordamos. Ahora lo hacemos por mensajes de WhatsApp, antes de otra manera, pero el caso es que sigue generando amor. Así que a Younan, gracias”, le envía el exfutbolista durangués.
Otro amigo de la infancia es el expuntista Adrián Urizar. Kapela, mote heredado de sus antecesores, asegura que la palabras se quedan cortas para describir lo que Younan significa para él y los suyos. Sus familias siempre han mantenido un sólido vínculo que ha permitido tejer unos lazos de unión que perdurarán en el tiempo. “Desde la época en que nuestros padres se batían el cobre al otro lado del charco, Younan, mi hermano Chris, Noelia y yo siempre estuvimos muy unidos.Compartimos vivencias inolvidables que nos definieron como los niños que fuimos y posteriormente como las personas que somos”, valora el también durangués.
Pasos y pirueta de breakdance
Rememora cómo Younan y Chris siempre iban juntos. Mano a mano… ¡Eran uña y carne! “Cómplices uno del otro de las numerosas fechorías de las que eran protagonistas. Una de mis favoritas era cuando con un cartón en el suelo como pista de baile y un radiocasete al más puro estilo Radio Rahim se ponían a hacer breakdance… pero ¡breakdance del bueno! Sin levantar palmo del suelo eran capaces de alegrar al respetable con multitud de pasos y piruetas…”, sonríe.
A juicio de la familia Urizar-Núñez, Younan tenía algo único. Le califican como una de esas personas que proyectan una energía muy intensa. “A nadie dejaba indiferente.Captaba la atención de todos y todas y forjó innumerables amistades. Dejaba huella allá donde iba y nunca escuché a nadie pronunciar una mala palabra sobre él. Se hacía querer. Era una persona inquieta, deportista, con un gran futuro por delante, un buen amigo… en definitiva buena gente, de la que tanto nos hace falta”.
Adrián no puede evitar hablar de la jornada que puso freno a la imparable vitalidad del guardameta. “Aquella fatídica madrugada de agosto y con las lágrimas de San Lorenzo como testigo, todos perdimos un trocito de corazón cuando Younan se fue. Cada año le recordamos con tristeza, pero también con la alegría de haberle conocido. Su recuerdo ha quedado inmortalizado en cada uno de nosotros y siempre nos acompañará. Estoy seguro de que desde algún lugar nos observa esbozando una gran sonrisa y que de alguna forma u otra está entre nosotros, siempre presente”.
Noelia y su marido Iñigo Etxebarria Griñón Etxeba, cuentan a día de hoy con un hijo que atesora no solo el nombre de su tío, Younan, sino todas sus buenas cualidades, su alegría infinita. Otro tanto la hermana del pequeño, Nahia. “Aunque no somos mucho de religión, a Younantxu y Nahia les dijimos que mi hermano se había convertido en una estrella de esas fugaces”, de esas lágrimas de San Lorenzo.