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Una familiar de asesinados en la Guerra Civil solicita la exhumación de la fosa común del cementerio de Durango

Mugalari

Una familiar de asesinados durante la Guerra Civil en Durango va a solicitar a las instituciones competentes la apertura de una supuesta fosa común ubicada en centro del cementerio de la villa vizcaina. De prosperar, sería una noticia de calado más que importante porque se estima que en ese prado cuidado y sin tocar desde hace 80 años puedan haber restos de más de un centenar de muertos, por ejemplo, durante los bombardeos fascistas que sufrió el municipio en marzo y abril de 1937. Algunos investigadores creen que están inhumados en dos zanjas. 

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Aiyoa junto al prado sin tocar desde hace 80 años en el cementerio de Durango. PHOTO. Pablo Domínguez

 

La investigadora de temática memorialista Aiyoa Arroita es la solicitante. Natural de Ortuella, es familiar de los gudaris durangueses Florencio y Víctor Arroita que murieron con escasas horas de diferencia a pesar de estar luchando en distintos pueblos. Además, durante los bombardeos de la localidad asesinaron a Concepción Zarandona.

Las muertes de los dos jóvenes gudaris de los batallones Olabarri y ANV3 acontecieron durante la Guerra Civil. De forma más concreta, un día histórico en todo el globo terráqueo: el 26 de abril de 1937, jornada en la que explotaba y ardía la villa foral de Gernika-Lumo a causa de las bombas nazis alemanas y fascistas italianas. Víctor luchaba en el frente de Atxondo, sumaba 29 años y estaba casado e iba a ser padre de forma inminente. Le mataron meses antes de que su mujer diera a luz. Según cree la familia murió por «fuego amigo» al pasar de una línea a otra.

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Victor Arroita Zarandona. PHOTO. Blog Crónicas a pie de fosa.

Florencio tenía 20 años. El archivero municipal de Durango, José Ángel Orobio-Urrutia, aporta datos sobre este joven. «En el padrón de 1935 aparece Florencio, nacido el 9 de marzo de 1919, viviendo en el número 33 de Artekalea con su padre Ruperto -sepulturero hasta 1932- y sus hermanas María y Juliana. Consta que trabaja de jornalero», apostilla.

Aiyoa Arroita detalla que sus tíos-abuelos murieron con escasas horas de diferencia. «Víctor era del batallón Olabarri o ANV1 y cabo al cargo del orden público en Durango. Fue herido por un caza que regresaba del bombardeo de Gernika y de muerte fue trasladado al Hospital de Basurto donde falleció al día siguiente. Está en la fosa común de Derio. Y Florencio perdió la vida en Axpe-Martzaa, hoy Atxondo, y podría haber sido llevado al cementerio de Durango».

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Florencio Arroita Zarandona. PHOTO. Blog Crónicas a pie de fosa.

La autora junto a Pablo Domínguez del blog Crónicas a Pie de Fosa lamenta que no se haya abierto ya el prado verde que hay en el cementerio durangarra sin tocar desde hace ocho décadas. Bajo ese impoluto manto verde -según hemeroteca consultada- diferentes autores como Jimi Jiménez, Jon Irazabal o Robert Egby sopesan que hay zanjas sin abrir. Podrían descansar anónimos un centenar de cuerpos. Ninguna familia ni institución ha solicitado su apertura.

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Robert Egby en el lugar. PHOTO. Iban Gorriti

DERECHO A SABER · Aiyoa es tajante al respecto: «He leído que hay quien dice que no hay que abrir esa fosas o zanjas, que solo dignificarlas. ¿Les importa más la hierba que los cuerpos? Tengo derecho a saber dónde está mi familiar para darle sepultura digna, llevarles junto a los suyos en el panteón y cerrar el círculo para cerrar también mi herida», enfatiza y recuerda que: «un cabrón dio un Golpe de Estado que les llevó a Víctor y Florencio a luchar por las libertades y derechos humanos, y contra todos sus horrores. Como le ocurrió también a Concepción Zarandona. Que allí pongan una escultura, como dice alguno, ni a mí ni a mis parientes nos dignifica nada y más aún al lado de la capilla franquista construida en 1939 que hay allí».

El enterrador Ruperto estaba desposado con Concepción Zarandona. Tuvieron siete hijos: Florencio, Víctor,  José, Esteban, María y Juliana. «Un familiar nos dijo que un bebe se le cayó a Ruperto a una tumba cuando perseguía el pequeño a un pájaro y murió». Julia -como le llamaban en casa a Juliana- quedó encinta con alrededor de 20 años y como madre soltera decidió ella entregar a su bebé en la inclusa de Bilbao. «Sin embargo, su padre Ruperto, el sepulturero, le apoyó en todo momento y fue junto a ella dos meses después a recuperar al niño. De hecho, en las credenciales aparece él como padre y abuelo del recién nacido a quien llamaron Ruperto Domingo», relata Aiyoa quien, por ello, considera que «Julia bebía los vientos por su padre, para ella era un dios».

La investigadora ha solicitado tanto a Gogora como a la Sociedad de Ciencias Aranzadi la reclamación del cuerpo de Florencio. Y, ahora, está dispuesta a hacerlo en breves fechas en el Ayuntamiento de Durango, consistorio en el que se creó una comisión civil y política denominada Martxoak 31 que trata asuntos como el expuesto. «Quiero que aparezca el cuerpo de Florencio y el de Concepción. Necesito saber si está tirado aún en una campa. Lo reclamo porque estoy en mi derecho. Si quieren solo dignificar esa supuesta fosa de Durango que lo hagan también con todas y cada una de las cunetas… A mí me duele que la cosa esté así sin saber quién es quién aunque pueda existir un listado. Yo quiero que mi familiar descanse de una vez por todas junto a los suyos, no olvidado», concluye.

 

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