El niño nace artista y suele dejar de serlo en cuanto se hace hombre. Y si no deja de serlo, es que sigue siendo niño
Anisia Serendipia
Último sábado de adviento, viento sur, luna llena, Semblanza y obra para piano de Bartolomé de Erzilla, el mejor final para un comienzo de Navidad en Durango. Una evocadora atmósfera decimonónica envolvió a la Sociedad duranguesa que acudió la tarde del sábado a la última actividad programada en el marco de la 29 quincena musical que, organizada por la Musika eskola de Durango, ha sido concebida para conmemorar el 120 aniversario del temprano fallecimiento de Don Bartolomé de Erzilla y Rementeria, sucedido el 14 de noviembre de 1898. Tavira, que el inspirado compositor compuso precisamente para los antepasados de muchos de los presentes en la sala, fue la última obra que las periciosas y preciosas manos de la pianista Elena Orobiogoikoetxea, profesora del Conservatorio del que hace muchos años fue alumno Bartolomé de Erzilla, ejecutaron en la velada de clausura de esta quincena, a lo largo de la cual se han podido escuchar un buen número de obras del músico, rescatadas por el actual director de la Banda Tabira, Luis Orduña.
La gente se emocionó con la música “bonita” y las palabras, todo hablaba de un artista nacido en Durango, un mutil alegre al que le dio por la armonía. Un descubrimiento, todo un disfrute para el espíritu, gracias, enhorabuenas… casi uno por uno los asistentes felicitaban y agradecían muy sentidos un trabajo tan entrañable y laborioso.
Me contaba a la salida uno de los asistentes a la velada, nieto de un joven durangués contemporáneo de Bartolomé, cómo recordaba haber oído decir a su abuela, al volver de la iglesia de Santa Ana un 25 de diciembre, que durante la misa el cura había dicho que un día de Navidad, cien años antes y en ese mismo lugar, se había estrenado el villancico Mesias sarritan. Luego… este recuerdo sucedió en 1992. Este villancico abrigaba el zortziko Belengo portalian.
22 de diciembre de 2018. Han dicho que esta noche un bólido luminoso, muy parecido a la estrella que guió a los Magos hasta el Portal de Belén, ha surcado el cielo dejando una estela seguida de una explosión y he recordado algo leído este verano mientras buscaba a Bartolomé de Erzilla: Cuando leí que Newton consideraba el espacio como la inmensidad de Dios, esta hermosa metáfora pareció dilatarme el pecho del alma haciéndome respirar el aire que llena la inmensidad divina y contemplar el cielo que la refleja (Recuerdos de niñez y de mocedad de Unamuno).