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‘Memoria’, por Vicente Carrasco ‘Bixen’

BIXEN

Vicen Carrasco ‘Bixen’

Hay quien persigue la creación de nuevas historias, de nuevas canciones, de nuevos colores. Quien captura los que unos pueden ver y otros quizás no. Y hay quien está atrapado por recuperar la memoria de quienes no pueden contarla. Acaso por eso, porque no pueden contarla. Porque no pudieron. 

Esos que no se fueron sino que se los llevaron y por eso no pudieron contar ni su historia ni la Historia. Los que vieron su vida truncada y su memoria cubierta por la grava y el polvo de una cuneta, su recuerdo por la represión, ese mismo polvo pegado a las gargantas de los que quedaron. Los que murieron más de una vez, acusados de haberse ido con la querida, de haberse fugado con el dinero del sindicato, de haberse ido a América y han aparecido 70 años después no lejos de la casa de la que lo arrancaron, en un agujero de cualquier manera junto a otros como ellos. A veces con las manos atadas con alambre. Los que salieron de tu pueblo y desaparecieron en un crematorio alemán, siguen metidos en un buque británico hundido en el Atlántico, perdidos en un risco noruego o en un bosque eslovaco.

Hay quienes, de un modo u otro, están atrapados en esa búsqueda. Y cada día es la efemérides de un hecho luctuoso, cada lugar que visitan es una sucesión de fusilamientos, esto era una cárcel, aquí había un campo de concentración, aquí se juzgó a muchos, aquí no se sabe cuántos hay enterrados, debajo de este aparcamiento están, que se sepa, todos estos y aquellos son sus familiares, vamos a saludarles. A veces es la efeméride de la primera vez que aquellas mujeres que vemos en una película un poco borrosa, acelerada y sin sonido pero música muy viva, pudieron votar;  porque no todo son desgracias, pero cuando se sabe mucho de quienes perdieron una guerra hay muchas flores y poco laurel.

Y si además se trata de este caso único en el mundo, quienes perdieron una guerra, perdieron la posguerra y perdieron la paz posterior, casi ni flores hay. Que haya dónde poner flores es casi un privilegio.

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Detalle del monumento a los republicanos españoles muertos en Mauthausen. Erigido en territorio francés porque España nunca ha reclamado un trozo de tierra para homenajearles. · PHOTO · Vicente Carrasco

Algunas, bastantes de estos libros ambulantes que son estas personas recuerdan demasiado. Hace poco veía una charla de un tipo que tras 20 años de servicio en unidades de élite del ejército de EEUU ahora es autor y conferenciante. A pesar de su físico impresionante no intimida por eso, sino porque cuando habla no puedes sino imaginar la cantidad de gente que este tipo ha matado con sus manos (y la de gente que ha muerto por y a sus órdenes). Casi puedes ver el montón de cadáveres detrás de él. Estas personas, decía, algunas veces recuerdan demasiado. Pero en su caso recuerdan porque alguien tiene que recordar.  Y a veces también ves ese montón de muertos, ahí detrás, cuando se cuenta su historia. Una fecha, un lugar, un nombre no les trae a veces más que recuerdos de muerte y de olvido. De olvido para otros, que no para ellos. Porque alguien tiene que recordar todo el tiempo para que todos podamos recordar un poco.  Para que los buenos sólo mueran una vez. No sólo saben cuándo mataron a quien y dónde; y algunas veces quiénes fueron y cuánto cobraron, que está todo apuntado en algún sitio. Saben de aquella obra de teatro que se hizo y de la que se escribió pero no se pudo representar, del libro, de su autor y de dónde acabó, si fue en una fosa o fue en un rincón de un edificio perdido donde le hicieron esconderse guardando su vida empaquetada en recuerdos como si por haber perdido estuviera equivocado, si estuviera loca, como si lo que hubiera visto y hecho nunca hubiera sucedido. Como si lo único real fueran mortajas para los vivos y fosas anónimas para los muertos.

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Detalle de la mesa de disección que está junto a los hornos crematorios del campo de concentración de Gusen, donde miles de republicanos fueron asesinados. PHOTO. Vicente Carrasco

Ese amigo, esa amiga que trabaja en Memoria Histórica. Que bucea en archivos, que ha sacado una, diez, ciento cuarenta y cuatro personas de fosas con sus propias manos, de tumbas más o menos identificadas pero sin ataúd, cruz ni placa que la identificara. Tomaos un café con él, con ella. O un vino. Un vino no estaría mal. Están haciendo algo bueno para todos, algo que es muy difícil y que a todo el mundo acaba rompiendo un poco por dentro de cuando en cuando. Hay que echarles una mano. Si llevarles al archivo o acompañarles a uno de esos lugares de muerte (que también son de esperanza, porque lo que hay ahí son semillas, no nos olvidemos) es demasiado,  siempre se puede ayudar de alguna otra forma.

Van quedando pocos testigos vivos y pocas ocasiones de pasar la tarde con uno de esos abuelos de apariencia tan normal y un pasado tan repleto de aventuras, muy a su pesar. Ahora esos hitos que conectan lo que pasó, lo que podría haber pasado y lo que podría pasar son los militantes de la memoria, sus libros, sus trabajos.

Es mucho peso y son pocas manos.

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P.D.: Mientras escribía esto un amigo me dice por Whatsapp que uno de esos nombres que la ARHM está difundiendo porque son cuerpos que estaban con Timoteo Mendieta en una fosa y no había familias que los reclamasen resulta ser su abuelo, al que sí fusilaron (el otro se libró porque el que dirigía el pelotón de fusilamiento y él eran del mismo pueblo).

 

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