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CRÓNICA DE CONCIERTO · Izaro prescinde de su ‘paraíso’ para triunfar en Berriz

maquina-escribir MUGALARI

Izaro, la cantante mallabitarra de las tres playas de Donostia, ha hecho parada hoy en Berriz, cerca del andén ferroviario de la anteiglesia. La joven arribaba con su grupo al inmueble que antaño fue trefilería a presentar su recomendable segundo disco Eason y lo hacía prescindiendo del paraíso que la hizo conocida en sociedad. La pasada noche, han hecho falta diez canciones para que el quinteto interpretara una composición del primero álbum, aquel mágico y manufacturado en auzolan ‘Om’.

IZARO BERRIZ 1 iban gorriti

PHOTO. I.G.

Tras el teatro bilbaino Arriaga, la Berrizko Kultur Etxea ha albergado el segundo concierto del tour de la banda en Bizkaia.  En esta sala municipal en la que trabajan tan bien y con tanto gusto -dignos de aplauso- la formación indie ha arropado al público con más de quince canciones.

El set del concierto ha dado comienzo con Delirios, una letra que taladra miocardios si se interpreta con acierto. No es naif donostiarra. Escúchenla bien. Duele. Mientras, la banda calentaba dedos ante un aforo completo de 150 personas con numeroso público silencioso de Mallabia y mucha presencia de público infantil que adora a Izaro. «No ha tocado la de Gatibu», lamentaba una niña al acabar el concierto haciendo referencia a ‘Aske Maitte’.

Pero volvamos al oído adulto que ha disfrutado mucho con aprecio hacia una banda que cada día gana más adeptos. ‘De más’ ha continuado la senda más pop, como si Izaro Andrés fuera una Cecilia millennial. En esta canción y en Neguprenoa han sido en las únicas que hemos podido aplaudir con ganas la presencia de coros. «¿Por qué no hay más?», meditábamos en la carretera de vuelta a casa mientras escuchábamos en bucle la joya ‘Paradise’.

El repertorio de Izaro son canciones muy bien trabajadas, elaboradas, pensadas, repensadas con gusto por multinstrumentistas… Son temas en los que la voz de la cantante no deja espacios libres. Son escasos. Y hasta ahora le ha funcionado esta fórmula. Sin respiro. Si su bonita voz triunfa, ¿por qué no otra voz o voces pueden hacerla aún mayor? ¿Por qué hay lugar para dos guitarras en ocasiones y no dos o tres voces? Los coros, sin duda, son la asignatura pendiente de Euskal Herria.

‘Donostia’ ha sido la tercera entrega. La canción podría ser un comienzo de concierto espectacular. La atmósfera inicial -más presente que en el disco- envuelve de una forma espectacular. Es tan frágil y precisa que mece tímpanos, tal y como su letra lastima. Los timbales de Oriol van enviando la canción al infinito hasta el sosiego.

A continuación, alumbra ‘Neguprenoa’. Es la más perfecta en coros, agradecida. Garazi empasta a la perfección, aporte que falta a la otra quincena de composiciones. El público aplaude, se ríe con la naturalidad de la de Mallabia, pero no llega a mostrarse espontáneo, colaborador.

‘Devil’ eleva la calidad, el salto mortal vocal, que se asoma a la interpretación blues. ‘Eskaleok’, de su EP ‘Hankapuntetan I’ es la canción ancestral euskaldun del combo. Evoca a canciones de otros tiempos, a himnos heredados de corte herrikoiak, con un Iker Lauroba a la guitarra que demuestra su poderío, su bagaje, su gusto, su saber hacer. ¿Cómo o qué hubiera sido Izaro sin él? ¡Quién sabe ni sabrá!

Comienzo de euskal kanta tiene también ‘Zuri begira’, y acelera hacia lo independiente. Aquí debemos detenernos a agradecer la inmejorable labor llevada a cabo por la persona encargada de las luces. ¡Espectaculares! Precisas. Perfectas. Un ejemplo ha sido en esta canción. Todo encajaba: voz, músicos, escenografía. Ha sido el único momento en el que el grupo se ha movido de sus posiciones. Ser estáticos -en ocasiones- también hace al grupo más serio, pero se echa en falta la plasticidad de sus videoclips.

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PHOTO. I. Gorriti

De la calma, a la suavidad del pop de ‘Eror(h)i’ con comentario previo encendido sobre los malos tratos, los abusos, ‘la manada’… El órgano  con sonido Hammond ha estado más presente que en disco, como en todo el concierto, recordándonos a algunos al también donostiarra Maestro Semperena. Lo cierto es que la formación gana en calidad cuando crea esas atmósferas que saben experimentar en momentos más que cuando la canción camina por el pop más normalizado.

Llega ‘Zangalatraba’, primera que suena de ‘Om’ y da paso a la querida por el público ‘Tu escala de grises’ en una nueva versión. Izaro es un grupo que no repite, que le gusta reinventarse. El público se suma a la canción que toma un ritmo más cabalgante, a la vez que pierde aquellas preciosas guitarras de pálpito y pura esencia africana. Algunos -seguro que contados con los dedos de una mano- las hemos echado en falta.

‘Eider’ ha sido acogida con cariño nada más citar el título, y volar con un principio a guitarra planeadora con especial encanto. ‘Errefuxiatuena’ regresa al esquema de euskal kantak. En esta ocasión, sin Mikel Urdangarin, pero sí con presentación de los componentes de la formación: Iker, Oriol, Julen, Garazi e Izaro. La vizcaina se ha rodeado de instrumentistas de quilates, tan especiales como su voz.

La recta final llega transparente con ‘Zure ezpainen itsasoa’ y en su belleza uno comienza a pensar que con dos discos y un EP ya no es posible que suenen todas las canciones que nos gustan. Esa dictadura ocurre con todos los grupos. Y cuando acaba la interpretación, acaba el concierto.

IZARO BERRIZ 2 iban gorriti

PHOTO · I.G.

El público comienza a reaccionar. Se pide beste bat y vuelven a escena. ¿Mis canciones favoritas estarán en la propina? Primero es ‘koIlarak’ y a continuación ‘La felicidad’, instante en el que Izaro muta en una Amparanoia del Norte con sonido mestizo del Sur. El público ya se la sabe íntegra a pesar de ser la última de su nuevo disco.

Y saludan para decir hasta la próxima tras 17 canciones bonitas, redondas, bien interpretadas por estáticos músicos, con buena comunicación, con una iluminación espectacular, buen sonido aunque -quizás- un poco bajo para las últimas filas, con simpatía y éxito. Sonreímos mientras nos dirigimos a la furgoneta y damos al play del reproductor de cedés: esta vez sí suena ‘Paradise‘.

 

 

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