I. ANASAGASTI: «Este Aznar es el bueno; el otro es el malo»
I. Gorriti
Prolífico como pocos publicando libros, Iñaki Anasagasti -colaborador de Mugalari- presenta ahora el libro memorialista La Obediencia Vasca. Santiago Aznar y aquella comida en Guéthary (1940) (Pamiela, 2018). En diez respuestas, el exsenador del PNV resume datos curiosos de este ensayo puesto a la venta en la Durangoko Azoka que reúne figuras históricas al concluir la Guerra Civil en Lapurdi. Pero, ¿qué significó la expresión ‘Obendiencia vasca’?
¿Cómo resumiría a qué denominó el PNV «obediencia vasca»?
Una solicitud clara de pedir a los partidos que formaban el Gobierno Vasco en el exilio que aceptasen el hecho de la nacionalidad vasca y el no tener nadie de fuera de Euskadi que les mandara.
¿Dónde se custodiaba esta «extraordinaria» -dice su editorial- relación epistolar entre jeltzales y socialistas?
En el archivo personal del Consejero Santiago Aznar. Era muy meticuloso, llevaba agenda y lo guardaba todo.
El título pone por delante a Santiago Aznar. Abuelo de su mujer, María Esther Solabarrieta, y a quien conoció en el exilio venezolano, dicen que tuvo ideas separatistas.
Su otro abuelo fue el alcalde de Ondarroa por el PNV, José María Solabarrieta. Buenas sobremesas. Santiago Aznar no era separatista. Era Aguirrista y quería un partido socialista vasco. Ramón Rubial, entre otros, le desbarató la idea.
Pero propuso en 1940 que el Comité Central Socialista de Euskadi pasara a denominarse Partido Socialista Obrero Vasco…
Sí. Hay que tener en cuenta que se llamaba Comité Central Socialista de Euskadi incluyendo Navarra. Él quería un PSOE vasco vinculado en confederación con la República.
El apellido Aznar nos remite al expresidente español y lo que usted denomina «jarrón chino» de José María. ¿Algún parentesco?
Santiago se apellidaba Aznar Saratxaga, fue concejal de Bilbao, secretario general de la UGT de Bizkaia. El otro era de Etxalar, hijo del organista y nada que ver. Uno era el bueno y el otro el malo.
El lehendakari hizo de apagafuegos entre los consejeros reunidos en aquella comida. Dice que Aguirre también mostró «malas pulgas». ¿Algún ejemplo?
Con Monzón que le dimitía cada dos por tres y con los que trataban de puentear a los consejeros socialistas.
¿La historia se repite? Es decir, ¿cómo están las relaciones a día de hoy entre PNV y PSE a pesar de la coalición de gobierno?
Aquello era el exilio y caminaban en el aire. Hoy se guardan las formas porque detrás hay un apoyo parlamentario. Entonces no.
A modo de curiosidad, el libro también saca a la luz una carta de Aguirre al golpista Franco y otra de Monzón que recrimina al lehendakari que escribiera la primera.
Sí. Era desconocida. Le recuerda a Franco que a cien años del expolio foral él sojuzgaba al pueblo vasco. Y montó una divulgación de la misma para hacer pedagogía. A Monzón no le gustó porque rompía “su magnífico silencio”.
Presentó días atrás el libro en Sabino Arana Fundazioa (Bilbao), sin embargo, ya estuvo a la venta en la Durangoko Azoka.
Sí, porque estos temas históricos desgraciadamente le interesan solo a una minoría, aunque sean parte de nuestra historia reciente. Les interesa más lo que ocurre con Cristina Cifuentes.
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