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HOY, DÍA DEL LIBRO · ’84, Charing Cross Road’, por Anisia Serendipia

Anisia

Anisia Serendipia

Desde 1995 el 23 de abril de cada año se celebra el Día internacional del Libro. Promovido por la UNESCO, se busca fomentar la lectura, la industria editorial y la protección de la propiedad intelectual por medio del derecho de autor. Y se eligió este día porque en el año 1616 en torno a esa fecha  fallecieron Cervantes, Shakespeare y el Inca Garcilaso:  Aunque en Indias si dicen sois un mestizo lo toman por menosprecio, me lo llamo yo a boca llena. Siglos después, en 1850, también ese día murió el romántico Wordswoth¿no tengo razón para lamentarme por lo que el hombre ha hecho del hombre?

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__No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un LIBRO_ Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio del Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social.

 

En Septiembre de 1931, Federico García Lorca pronunció un discurso memorable con motivo de la inauguración de la biblioteca de su pueblo natal, Fuente Vaqueros. Un alegato a favor del LIBRO en el que todos sus pasajes están tan llenos de la generosidad de espíritu que poseía Federico, tan llenos de esa capacidad para crear felicidad en torno a sí que llevó a Jorge Guillén a decir que junto al poeta- y no sólo en su poesía- se respiraba un aura que él iluminaba con su propia luz: entonces no hacía frío de invierno ni calor de verano. Hacía… Federico; como decíamos, pasajes tan llenos de Federico que una no sabe cuál de los fragmento escoger para traerlo aquí:

 

~Cuando alguien va al teatro, a un concierto o a una fiesta de cualquier índole que sea, si la fiesta es de su agrado, recuerda inmediatamente y lamenta que las personas que él quiere no se encuentren allí. “Lo que le gustaría esto a mi hermana, a mi padre”, piensa, y no goza ya del espectáculo sino a través de una leve melancolía. Ésta es la melancolía que yo siento, no por la gente de mi casa, que sería pequeño y ruin, sino por todas las criaturas que por falta de medios y por desgracia suya no gozan del supremo bien de la belleza que es vida y es bondad y es serenidad y es pasión.

 

Por eso no tengo nunca un libro, porque regalo cuantos compro, que son infinitos…

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~Cuando el insigne escritor ruso, Fiódor Dostoyevski, padre de la Revolución rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita, pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: ¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!”. Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua, pedía libros, es decir horizontes, es decir escaleras para subir a la cumbre del espíritu y del corazón…

 

~Mientras la pólvora hacía estallar sus rosas de fuego por los campos, y el Atlántico se llenaba de barcos que con las velas henchidas por el viento iban y venían cargados de oro y materiales preciosos, calladamente en la ciudad de Amberes, Cristóbal Plantino (siglo XVI) establece la imprenta y la librería más importante del mundo, y ¡por fin!, hace los primeros libros baratos. De aquella casita salía la luz para todos con el libro barato.

 

Su discurso es una epopeya magnífica del LIBRO: hasta concluir que por fin el libro deja de ser un objeto de cultura de unos pocos para convertirse en un tremendo factor social. Y pone a la  la Revolución Francesa como  primera obra social de los libros: La Revolución Francesa sale de la Enciclopedia y de los libros de Rousseau, y todos los movimientos actuales societarios comunistas y socialistas arrancan de un gran libro; de El capital, de Carlos Marx.

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_Libros!, ¡libros! He aquí una palabra mágica que equivale a decir: “amor, amor”… _ El 5 de octubre de 1949, la escritora Helene Hanff escribe desde Nueva York a Marcks&co., una librería en el 84 de Charing Cross Road, Londres. “Señores: su anuncio en la Saturday Review of Literature dice que están ustedes especializados en libros agotados”. Así se inicia una correspondencia que se prolonga durante 20 años y que, convertida en libro de culto, evoca el lugar que ocupa en nuestra vida el Libro, por ende las librerías. En diciembre de 1952 escribía a sus amigos de Charing Cross Road lo siguiente:  “la Antología del aficionado a los libros salió del embalaje con su encuadernación de piel… es sin duda el libro más hermoso que poseo… no me parece  que este sea un intercambio de regalos de navidad muy equitativo. Vosotros os comeréis el vuestro en una semana y antes del día de año nuevo os quedareis sin nada. Yo, en cambio, conservaré el mío hasta el día que me muera… y moriré feliz sabiendo que lo dejo atrás para que algún otro lo aprecie. Pienso marcarlo a conciencia con suaves indicaciones a lápiz, para atraer la atención de un amante de  los libros aún por nacer sobre los mejores pasajes.

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~Y es preciso que los maestros se esmeren en no enseñar a leer a los niños mecánicamente, como hacen tantos por desgracia todavía, sino que les inculquen el sentido de la lectura, es decir, lo que vale un punto y una coma en el desarrollo y forma de una idea escrita.

 

Yo no me olvido de aquellos días en los que aprendíamos a leer, un chinito en la pizarra para aprender la letra “ch” entonces incluida como tal en el abecedario; ni de mi primer libro de cierta entidad de título “El príncipe feliz y otros cuentos. Por Oscar Wilde”. La estoy viendo, la golondrina caída: en la parte más alta de la ciudad, sobre una columna, se alzaba la estatua del Príncipe Feliz. Tendría unos 5 o 6 años y recuerdo que tenía una caja llena de cuentos silueta: los tres cerditos, Simbad el marino Ali baba y los 40 ladrones: Había una vez un señor que se llamaba Ali Babá y que tenía un hermano que se llamaba Kassim.  Kassim, pues nunca jamás olvidé este nombre. Tampoco la desgarradora historia de La vendedora de fósforos con  aquellas vívidas ilustraciones que te encogían el alma: Abuelita, llévame contigo.

 

~Muchas veces un pueblo duerme como el agua de un estanque un día sin viento, y un libro o unos libros pueden estremecerle e inquietarle y enseñarle nuevos horizontes de superación y concordia.

 

En apariencia todo ha cambiado mucho desde que Federico dijera que era necesario saber que las personas  no trabajamos para nosotras sino para quienes vienen detrás, y que éste es el sentido moral de todas las revoluciones, y en último caso, el verdadero sentido de la vida.

 

Por esto te mataron, Federico, porque eras verdor en nuestra tierra árida y azul en nuestro oscuro aire; como un LIBRO.

 

Y a otro le parecerá otra cosa

 

~Pero el hombre pedía más. La humanidad empujaba misteriosamente a unos cuantos hombres para que abrieran con sus hachas de luz el bosque tupídísimo de la ignorancia. Los libros, que tenían que ser para todos,eran por las circunstancias objetos de lujo, y, sin embargo, son objetos de primera necesidad…. Pero hubo una casita de la que salió la luz para todos con el libro barato.

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Amante de los libros, si puedo este día me compro uno. Lo he visto en Urrike, la librería que está más cerca de mi casa.

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