‘Y la vida nos parece un bosque sin caminos’, por Anisia Serendipia
Anisia Serendipia
8 de Marzo de 2018 hasta el 15 de abril en el Museo de Arte e Historia de Durango.
MIS OJOS, QUE CODICIAN COSAS BELLAS_ Alrededor, ninguna planta en flor. Ningún destello de las hojas de arce, únicamente una solitaria choza de pescador en la orilla a media luz de este principio de otoño. Dice Leonard Koren, sí, Koren, que Rikyu, un maestro del té del siglo XVI que desafió la estética de esta ceremonia llevándola hacia valores más simples y modestos, se sirvió de este poema de Fujiwara no Teika para describir el estado de ánimo Wabi-Sabi, esa apreciación estética de la evanescencia de la vida: el árbol exuberante del verano se vuelve ramas desnudas bajo un cielo invernal.
Dicen que el estado mental en modo Wabi Sabi se comunica a menudo a través de la poesía así, ante un bosque y en modo mes de otoño, resulta inevitable recordar al poeta del campo, Robert Frost. Para otro poeta estudioso de Frost, Joseph Brodsky, Frost no era solamente el poeta del campo, más bien la “naturaleza” era el autorretrato de Frost, aquel anciano al que JFK invitó en 1961 a su toma de posesión como presidente de EEUU y que cuando cegado por la luz invernal no pudo leer lo que había escrito para la ceremonia, recitó de memoria su poema de título “El regalo absoluto”: La tierra era nuestra antes de que fuéramos de la tierra… En la misma línea que el poeta, la reflexión de Leire Unzueta le ha persuadido de que para esta exposición su autorretrato sea un bosque, lo que mejor le representa.
Así, ante un bosque la mente en modo Wabi Sabi nos obliga a contemplar nuestra propia mortalidad, evocándonos una soledad existencial y una sutil tristeza que se ve paliada por un alivio entre dulce y amargo al darnos cuenta que toda existencia comparte el mismo destino. Frost Habla de árboles testigo, de bosques… La “popularidad” le llegó a Frost durante la segunda guerra mundial, cuando el órgano competente distribuyó 50.000 ejemplares de “Come in” (ENTRA), el libro al que da título uno de sus poemas, entre las tropas de EEUU destinadas en el extranjero “para infundirles moral”:
Cuando llegué al extremo del bosque,
¡aho!…, la música del tordo.
Si fuera anochecía, dentro estaba oscuro.
Demasiado oscuro el bosque
para que un pájaro,
por arte de alas,
hallase acomodo mejor para la noche,
aunque aún podía cantar.
Los amantes de la poesía saben que Robert Frost es un POETA que habla de bosques y de árboles, y se dice que representa el otoño, la nostalgia y el atardecer: Yo fui también, antaño, un columpiador de árboles; muy a menudo sueño en que volveré a serlo, cuando me hallo cansado de mis meditaciones, y la vida parece un bosque sin caminos.
Y la vida parece un bosque sin caminos
Los amantes de la naturaleza saben que los caminos son muy importantes, también lo fueron para Frost porque un camino, el camino no elegido, volvieron a uno de sus poemas el más conocido de entre todos los suyos:
Dos caminos se bifurcaban en un bosque y yo,
Yo tomé el menos transitado,
Y eso hizo toda la diferencia
Los amantes de la fotografía saben que para retratar la naturaleza hay que cultivar el arte de mirar, que retratar el bosque es laborioso: la neblina, el sol, el agua en todos sus estados, la apariencia de los árboles, las curvas del camino… Y saben que nos gustan los bosques, a mí mucho y me he reconocido entre sus árboles, por eso me he demorado un rato ante este bosque sin título, por si de pronto aparecía el guapo inspector Wallander crujiendo la hojarasca.
21 de marzo de cada año Día Internacional de los Bosques.
Y a otro le parecerá otra cosa