FOTOS DEL AYER · La inauguración de aquellas piscinas de Tabira que nunca olvidaremos
· FOTOS DEL AYER · Tras la exitosa foto publicada ayer en el estreno de esta sección hoy echamos la vista atrás para recordar aquellas míticas primeras piscinas municipales de Durango.
Seguro que recuerdas esta instalación de Tabira con aquel tobogán que hoy no cumpliría ninguna normativa de seguridad. Tal vez la retienes en tu mente, sin la gigantesca infraestructura del Tren de Alta Velocidad (TAV) por detrás de la actualidad. Por ello, recuperamos un texto muy interesante publicado tiempo atrás en Mugalari que te sorprenderá. Si no lo conoces, no dejes de leer el reportaje escrito por José Ángel Orobio-Urrutia, encargado del Archivo Municipal de Durango.
POR José Ángel Orobio-Urrutia
· José Ángel Orobio-Urrutia es el encargado de Durangoko Udal Artxiboa
Tradicionalmente los durangueses, con la llegada del verano, han tenido la costumbre de acudir a los márgenes de los ríos Mañaria e Ibaizabal para mitigar los calores. La iglesia católica vigilaba de cerca éstas y otras costumbres que consideraba nocivas para la salvación de las almas y ha utilizado al Ayuntamiento como represor de ellas.
Ya a mediados del siglo XIX distintos alcaldes publican bandos para que no se atente contra la moralidad de las personas, prohibiendo el baño a los jóvenes en parajes públicos “desde la presa nueva del molino de Iru-errotetahasta el punto de Miqueldi” y que no se juegue a los naipes bajo multa de dos reales que se cobrará a sus padres o tutores. Por supuesto, nada de música, ni de bailes, ni de los mas mínimos “roces” entre personas de distintos sexos.
A partir de principios del siglo XX se generaliza el llamado “veraneo” (unos pocos días de vacaciones en agosto) aunque la inmensa mayoría de la población no puede acudir a las playas o lo hacen de forma muy esporádica. Para refrescarse y tomar el sol, los durangueses han adquirido la costumbre de ir a Arriputzueta (Arripausueta) y Arzubia. Hacia los años treinta este paraje está bastante masificado en agosto. Es habitual que los bañistas tengan que apartarse para que las vacas de los caseríos de la zona puedan beber el agua del río. Es tanta la gente que acude que un tal Francisco de Nebreda solicita permiso para instalar un puesto de refrescos e incluso, unas “barcas de recreo” para pasear a la gente por la zona alta de la presa de Arzubia.
- Los menores de 12 años de ambos sexos se bañarán en el “puente de la granja”
- Los varones entre 12 y 14 años se bañarán en Arzubia
- Los varones mayores de 14 años en “Arripozuetas”
- “Terminantemente queda prohibida a las mujeres y niñas, bañarse en los expresados lugares de Arzubia y Arripozuetas”
Con el aumento de población que se da en la villa con la llegada de emigrantes de diversas zonas del Estado se ve la necesidad de prestar nuevos servicios a los ciudadanos. En 1955 se estudia la posibilidad de construir una piscina junto al campo de futbol de Tabira. Cuando la noticia llega a oídos de Pedro Rafael de Aboitiz, párroco de Santa María, como defensor de la moral cristiana de los durangueses, envía una carta al Ayuntamiento en la que, aunque dice no querer “censurar” la creación de la piscina si sugiere que el Ayuntamiento debe reglamentar los baños de forma que hombres y mujeres no se bañen juntos.
Para ello propone diversas soluciones:
Primero: “Horas distintas para ambos sexos: mañana para hombres y tarde para mujeres, o al revés”
Segundo: “Un día para mujeres y otro para hombres, alternando”
Tercero: aunque, según dice, no la más viable, “si la más racional y conveniente” que sería la construcción de una nueva piscina y así “destinar una a hombres y otra a mujeres”.
Por supuesto él y todos los sacerdotes con los dice que ha hablado son partidarios de la tercera propuesta. Naturalmente, es la solución que adoptará el Ayuntamiento. Así, dos años después, en 1957 se procederá a la construcción de la llamada “piscina femenina”. Pero, hasta la inauguración de la nueva piscina son continuas las protestas de concejales, sacerdotes y grupos “integristas” porque hombres y mujeres comparten espacio (se dice que muchos padres de familia no permiten que sus hijas vayan a la piscina porque son objeto de miradas “lascivas” de los hombres) y se propone que se haga como en Mondragón donde los hombres van los días impares y los domingos y las mujeres los días pares.
Poco tiempo después de construirse la piscina de mujeres con muro separador y tras la posterior “relajación de las costumbres” se acuerda el derribo del muro quedando las piscinas como en la actualidad.