Mixel Ducau e Izaro «eskamak kentzen» o soltando lastre
Tres sillas sobre un escenario. Dos músicos, un moderador. Mixel Ducau, cofundador de Errobi y Zaldibobo, productor; trabaja en el cine y la publicidad. Izaro Andrés, autora, cantante y «jefa» del grupo que lleva su nombre de pila. Entre ambos, Antton Iturbe, periodista musical. Ante ellos, público sentado en el Nagusi Aretoa de la Durangoko Azoka.
Mixel e Izaro se conocen por primera vez. Y una hora después, se ven casi iguales en pensamiento. Desde cada lado del Bidasoa, coinciden en tantos temas, sensaciones, impresiones y emociones que el público se sorprende, pero no así el de Baiona y la de Mallabia, que se comprenden a la perfección. La actividad lleva por nombre ‘Gogoetaren plaza’.
Hay un giro en euskara que dice «eskamak kentzen». Y eso han trasmitido a quienes escuchaban sus palabras: se estaban quintando las escamas, lastres, y dejarse llevar por lo que marca el cardio. El labortano ha amplificado que se alejó de los llorados Errobi porque «no aguantaba» la presión política que se les exigía. «Y yo quería ser músico, músico, por ello decidí alejarme de todo aquello, marcar unas distancias. Incluso me fui a París», declaraba a mediodía.
Además, con la llegada del rock más enérgico y nuevos espectros sonoros, se sintió fuera de lugar. «A mí Hertzainak no me gustaba, no eran The Police. Tenían el mismo nombre, pero The Police era un grupo de calidad y Hertzainak era Hertzainak. Y claro, Fermin y Kortatu… y luego Negu Gorriak… Yo era de lo clásico y por ejemplo lo electrónico no me gusta», diferencia quien se muestra ante el público a años luz de cualquier presión en la actualidad. «Siempre busco tener mi distancia», insiste con la mano abierta.
Izaro también prefiere el sonido orgánico para sus canciones. La vizcaina que reside en Donostia, donde ensaya con su banda también ha sacado a la luz temas que le preocupan. Lamenta el futuro de los músicos. «Sin jubilación, sin bajas,… No me puedo poner enferma», mantiene. También le duele que le sigan cuestionando su apoyo al euskara por cantar canciones en castellano o en inglés. «El inglés no importa tanto, pero el castellano sí. De hecho, en una ocasión me llamaron para un concierto y me pidieron que no cantara ninguna en castellano a lo que, como podéis comprender, dije que no», y a continuación ha tenido que justificarse, que es militante del euskara y ha dado sus argumentos que no tenemos por qué reproducir en Mugalari. Basta con conocerle. «El problema no lo tiene el euskara, no es culpa del idioma; sino de quienes lo hablamos».
Desde su no-timidez vergonzosa, Izaro está hasta los ovarios de tener que dar explicaciones sobre, por ejemplo, ser mujer. Desde que le pregunten por qué no se presenta como feminista, cuando «no hace falta que lo diga». Y volvemos a lo mismo: basta con conocerle, con leerle en sus redes sociales. «No me gusta que me presenten como música y mujer. Soy yo. A mis compañeros del grupo no les presentan como músicos y hombres», subraya y va más allá: «El problema es el machismo, no que haya mujeres y hombres u otros posibles géneros…»
Durante más de una hora de impresiones, tanto quien ha hecho famosas canciones como ‘Nora Goaz’ o ‘Kolore Kolore’ como la de ‘Astelehenak’, ‘Paradise’ o ‘Tu escala de grises’ se han ido encontrando por las sendas que une Hegoalde e Iparralde. El público ha salido del Areto Nagusia con la percepción de todo lo que rodea la vida de las personas que viven o tratan de vivir de la música.
Y las tres sillas dejan paso a una mesa. Y llegan otras personas a hablar de aquello que saben.