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‘1-O en Catalunya: De cuando el papel ganó a la piedra’, por Aritz Bravo

ARitz Brabo

Aritz Bravo

· Aritz Bravo es concejal en el Ayuntamiento de Durango por EH Bildu y el 1-O estuvo en Girona como observador en un colegio electoral

Antes de las 06.00 horas casi todo el hostal estaba ya en marcha. Más de un centenar de concejalas y alcaldesas vascas, junto a otras venidas de Quebec, Suiza, Alemania, Croacia,… teníamos cita a las 07.00 para coger los autocares que nos llevarían a distintas partes del país, invitadas por la AMI (L’Associació de Municipis per la Independència). Unas fueron a Vic y Manresa, otras a Calella y alrededores y otras se quedaron por Barcelona. Nuestro autobús partió hacia Girona.

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Grupo llegado de Euskal Herria a Catalunya, con Aritz Bravo en el primer banco.

Nos esperaba la ciudad donde el actual President, Carles Puigdemont, fue alcalde entre 2011 y 2016. Una urbe con mayoría amplia a favor del referéndum y la independencia, por tanto, nos dijeron que sería «una estancia tranquila». Y eso parecía cuando llegamos y vimos las calles vacías y las puertas de los colegios a rebosar. Así las cosas, nos dirigimos al punto de votación en el que se encontraba la alcaldesa de Girona, Marta Madrena, quien nos dio emocionada la bienvenida.

Pero el sonido de las sirenas y las noticias de brutales cargas en centros docente cercanos no tardaron en llegar. En el cercano colegio público Escola Verd -lugar que el propio Puigdemont había visitado poco antes- la policía entró con todo. El resultado: decenas de personas heridas y el centro cerrado. Gente que había vivido allí el ataque llegó a nuestro colegio con el miedo tatuado en sus caras.

· Asustadas · Un pequeño grupo de ancianas estaba sentada en el interior del colegio. Venían de la escuela que desalojaron. Se las veía asustadas, así que nos sentamos junto a ellas, tratando de tranquilizarlas. “¿Pero qué hemos hecho? ¿Por qué nos pegan?”, nos dijo una de ellas mientras rompía a llorar. Esperábamos cargas, golpes. Mas esas caras, esas lágrimas tocan, hieren más hondo.

Pero al mismo tiempo, se veía a todo un pueblo movilizado. Muros populares protegían urnas y el derecho a decidir un futuro que les querían usurpar. Personas de todas las edades, clases sociales y procedencias. Pasillos humanos aplaudiendo al paso de personas mayores, que pese a las amenazas, se acercaban a votar. Emoción desbordante en cada pueblo, en cada barrio.

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Un hombre ejerce su derecho en el colegio de Girona.

· Pueblo unido · La policía consiguió cerrar algunos puntos de votación y robar algunas urnas. Sin embargo, el 1 de octubre perdieron una batalla que ellos mismos crearon con sus armas y su discurso del odio. Esa misma batalla que toda Catalunya quería evitar y ganó por la dignidad de un pueblo unido.

Cuando nosotras, las observadoras, nos acercábamos a los colegios, la gente nos aplaudía, nos daba las gracias por ayudarles en ese día. Y nos pedían que contáramos lo que vimos. Pues he aquí mi relato que trata de traeros a todas vosotras una pequeña parte de toda la dignidad y ansias de libertad que respiramos estos días en Catalunya. Un placer y un orgullo haber vivido estas jornadas ya históricas. Que la República Catalana nos dé la bienvenida la próxima vez que nos volvamos a ver.

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