‘Fin-de-siècle, lo maravilloso en la pintura’, por Anisia Serendipia
Anisia Serendipia
Descubriendo a Odilon Redon... más si a pesar de todo me has mirado tú, rubia por orfebres peinada, nómbrame.
MIS OJOS, QUE CODICIAN COSAS BELLAS_ “París, fin de siglo. Signac, Redon, Toulouse-Lautrec y sus contemporáneos” es el nombre de la exposición que hasta el próximo domingo, 17 de septiembre, se puede visitar en la tercera planta del Museo Guggenheim de Bilbao. Con 125 obras pertenecientes en su mayoría a fondos privados, de entre ellas dos maravillas pintadas al pastel por Odilon Redon y una enigmática araña negra son luz en una habitación en penumbra.
A pesar de ser fundamental en la génesis del arte moderno y de contar con obra presente en casi todos los grandes museos, Odilon Redon es un artista poco conocido. Tal vez una visión demasiado privada y personal para ejercer una influencia significativa entre sus contemporáneos de aquel fabuloso fin-de-siècle.
Odilon Redon nació en Burdeos en 1840 y fue una de las figuras más importantes del Simbolismo, a quien los nabis adoptaron como maestro tras la marcha de Gauguin a Tahití en 1891. El Simbolismo exaltaba la imaginación, los sueños, las ideas y se suele decir que tiene su origen en «Las flores del mal«. Pero fueron muchos los poetas relacionados con este movimiento, como el poeta Mallarmé quien intuyó en Redon la necesidad de encontrar un idioma peculiar con el que traducir el día a día en abstracciones de ensueño.
_Me mantengo como una araña sagrada, sobre los principales hilos ya surgidos de mi espíritu, y con ayuda de los cuales tejeré en los puntos de encuentro maravillosos encajes, que adivino, y que existen ya en el seno de la Belleza_ Mientras los impresionistas experimentaban con el color, Redon trabajaba en su serie de dibujos y litografías destacando su expresivo uso del color negro, el príncipe de los colores, que él mismo apodó “Los Negros”.
En «Odilon Redon. Lo maravilloso en la pintura«, los primos Marius-Ary Leblond dicen que durante mucho tiempo, solo se le conoció por litografías, acto seguido famosas, con negros de una profundidad, de una gravedad y de un aterciopelado que eran particularidades suyas, con blancos deslumbrantes, estremecedores y, por así decirlo, incandescentes. Pero Redon se cansó de esta especie de infierno negro y sintió la necesidad de la luz y esa araña ascendió hacia el color como hacia el Paraíso, y allí, como Dante, descubrió la flor. En ese Paraíso florido, sorprendido por su colorido y forma, pronto recibió la revelación de que nada es más misterioso que la simple naturaleza. En “Confesiones de un artista” decía que es también la naturaleza quien nos ordena obedecer los regalos que ella nos ha hecho: la mía me ha llevado a soñar. Yo me sometí a las tormentas de la imaginación y a las sorpresa que ella me dio sometidas a mi lápiz.
Los Marius-Ary Leblond dicen también que los colores tienen en Redon una vida esencial y primordial, considerados en el absoluto del espacio, y solo se le aparecen, brillando más allá de la noche de los tiempos y de las sombras, como mágicos y magnéticos: los custodios del Misterio… Y quizá mástiles son de los que el viento lanza sobre perdidos náufragos sin mástiles que no encuentran maderos, sin mástiles ni islote en lontananza…
Con un magistral uso del pastel sobre un fondo que pierde su color propio con la superposición de unos colores sobre otros crea atmósferas misteriosas: el barco ebrio de Rimbaud desciende por el Río impasible de Burdeos; un ramillete de flores silvestres y aterciopeladas, las más raras flores mezclando sus olores…
Embriáguense, nos decía Baudelaire, hay que estar ebrio siempre. Todo reside en eso: esta es la única cuestión. Para no sentir el horrible peso del tiempo que nos rompe las espaldas y nos hace inclinar hacia la tierra, hay que embriagarse sin descanso.
Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, como mejor les parezca. Pero embriáguense.
Y si a veces, sobre las gradas de un palacio, sobre la verde hierba de una zanja, en la soledad huraña de su cuarto, la ebriedad ya atenuada o desaparecida ustedes se despiertan pregunten al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta, a todo lo que habla, pregúntenle qué hora es; y el viento, la ola, la estrella, el pájaro, el reloj, contestarán:
«¡Es hora de embriagarse!»
Para no ser los esclavos martirizados del tiempo,
¡Embriáguense, embriáguense sin cesar!
De vino, de poesía o de virtud, o de lo maravillosos en la pintura, como mejor les parezca.
Que pena que esa invitación recibida por los adultos de Bizkaia para visitar el Museo Guggenheim no se pueda emplear para visitar esta muestra tan maravillosa, aunque en octubre podrán mirar bien lejos, más allá de París, sentados sobre los hombros de gigantes: Los Héroes de Georg Baselitz, que se quedan hasta el 22 de octubre. Aprovechen esta oportunidad.
Nómbrame… y que Cupido alado de un extraño abanico me pinte cuidando tu rebaño…Odilon Redon, Príncipe de los sueños.
Y a otro le parecerá otra cosa
· AnisiaSerendipia es licenciada en Filología Hispánica, documentalista y atesora estudios de Comisariado y Coordinación de Exposiciones. Es autora del blog del que toma su nombre:
http://serendip-anisia.blogspot.com.es
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