José Vicandi, el gudari «muerto» en Zaldibar al que el bando enemigo le salvó la vida
Iban Gorriti
· Médicos del Hospital militar de Gasteiz le hicieron una trepanación para extraerle una bala
En las guerras también hay, contados, pero momentos para la esperanza y las buenas acciones. Son, finalmente, sorprendentes actitudes que niegan el dicho de «al enemigo, ni agua». Fue el caso del gudari José Vicandi del batallón Abellaneda a quien dieron por muerto el 25 de abril de 1937 en el combate de Santamañazar, Zaldibar. Este soldado del Euzko Gudarostea nacido en Barakaldo y vecino de Kastrexana cayó herido como muertos resultaron sus mandos el comandante Castet y el capitán Zubelzu, entre otros.
Según narra la familia y el estudio Senderos de la memoria -informe elaborado por la UPV/EHU y dirigido por Joseba Agirreazkuenaga y Mikel Urquijo- Vicandi fue dado por muerto, y quedó abandonado en el campo de batalla, con un tiro en la cabeza.
Sus compañeros llegaron a inscribir su defunción, y se celebraron dos funerales por su persona en Alonsotegi (municipio al que pertenecía entonces Kastrexana) y en Gueñes, sede del cuartel del Abellaneda. Sin embargo, el enemigo al darse cuenta de que el vizcaino seguía vivo, le apresó y le trasladó a Gasteiz, donde una oportuna trepanación le extrajo el proyectil. Una vez rehabilitado tras un año en la capital alavesa fue enviado como esclavo a uno de los mal llamados batallón de trabajadores en San Pedro de Cardeña, Burgos. La secuela de la intervención fueron dolores de cabeza de por vida, acompañados de ataques epilépticos que pudo corregir con un medicamento. Murió con 64 años.
Su hijo Joseba agradece que diversos factores le permitieran seguir vivo en plena guerra civil. «Tuvo mucha suerte. Primero que el tiro fuera de lejos, ya que se quedó alojado entre el cerebro y el cascote, hueso. Segundo, que le apresaran y no decidieran rematarle allí mismo. Tercero, que un médico militar pusiera todo de su parte para salvarle, quizás estaba en la guerra obligado… y que le permitieran un año mejorar con unas monjas que él contaba que le trataban muy bien», detalla Joseba.
A día de hoy, aquel soldado de 20 años a las órdenes del malogrado comandante Castet tendría 102 años. «Mi padre tenía mucho aprecio a Castet. Le parecía un hombre muy íntegro, de carisma. Se acordaba mucho de él y solía contar que en una ocasión le regaló una pistola. Mi padre le preguntó a ver para qué la quería y le respondió que por si le hacía falta en algún momento».
· La trepanación · José Vicandi Fernández era el tercero de cinco hermanos que dio a Euskadi el matrimonio formado por Miguel Vicandi, de Begoña, y Amalia Fernández, de Barakaldo. «Mi padre ya antes de la guerra estaba afiliado al PNV y se alistó al Abellaneda», agrega quien recuerda escuchar a José que había luchado contra el fascismo por Markina, Xemein, Arretxinaga, Elgeta, «en el Intxorta Txiki», y en Zaldibar, donde cayó herido. «Decía que mientras le hacían la trepanación no le dolía, pero que notaba que le andaban porque le dieron una anestesia local. Y que se la hicieron con un cincel y un martillo de médicos».
La noticia de que podía seguir vivo, a pesar de los funerales, llegó a Kastrexana. «A algún vecino de la zona le pareció que pudiera ser José uno que estaba en Vitoria y mi abuelo tuvo que pedir un salvoconducto para poder ir a ver si era él. Lo consiguió y mi padre siempre contaba que en el encuentro se dieron un abrazo terrible, de la emoción», enfatiza Joseba.
A continuación, le enviaron a trabajar como esclavo de Franco a San Pedro de Cardeña y vieron que no podía. Una suerte más: le concedieron la inutilidad total -credencial firmada por el capitán franquista Manuel Castellón Mac Mahón- y regresó a Kastrexana donde comenzó a trabajar hasta jubilarse en la firma local Etxebarria.
Cada año que vivió se sumaba al Gudari Eguna que se organiza en Gueñes como encuentro de los soldados de los batallones encartados Abellaneda y Muñatones, de los que queda vivo al menos un integrante: el karranzano Manuel Sagastibeltza, en Santurtzi, hermano de otros dos gudaris.
Sagastibeltza, Vicandi, Castet, Zubelzu y otros compañeros lo dieron todo el 25 de abril de hace casi exactos 80 años en Zaldibar, una vez que se derrumbó el frente de los Intxortas tras la ocupación de Elorrio. Las fuerzas del lehendakari Aguirre intentaban consolidar una nueva línea para frenar el avance adversario que amenaza con derrumbar el llamado Frente de Gipuzkoa.
El batallón Abellaneda llegó aquella jornada a la anteiglesia que -como curiosidad- en 1932 había cambiado en pleno su nombre histórico de Zaldua por el de Zaldibar. Desde la subida al monte Santa Marina, un batallón fascista del Regimiento América fue sorprendido por la llegada de los gudaris, pero el Abellaneda es atacado a su vez por sorpresa por el Tercio Navarra de requetés.
Mueren Castet y Zubelzu. El batallón retrocede precipitadamente tras tratar de resistir, dejando una treintena de muertos y algún prisionero en manos de los franquistas, caso de Vicandi. Algunos grupos del Abellaneda llegaron en retirada a Gernika-Lumo, sufriendo el bombardeo aéreo del 26 de abril de 1937. «Sí. Amigos de mi padre del Abellaneda contaban que tras salir de lo de Zaldibar les pilló el bombardeo de Gernika. Como curiosidad, a día de hoy en las listas de desaparecidos que circulan del Gobierno Vasco aún aparece el nombre, lugar y fecha en que mi padre «murió», concluye.