‘Nacimiento y muerte en el paraíso’, por Jabi Artaraz
Jabi Artaraz
Llevaba años buscando fotografiar el nacimiento de un potrito de pottoka en la montaña y ayer a última hora de la tarde acabé de ver la cría recién parida, pero… muerta. Cuando llegué al lugar estaba un joven corredor que bajaba Urkiolamendi reanimando al nacido, pero no pudo hacer nada.
La madre también permaneció un buen rato reanimando al pequeño. Acabó desistiendo y se tumbó al lado del potrito muerto. Hubiera vivido, sin duda, en uno de los lugares más bellos del planeta Tierra y no ha podido ser. Los brincos y saltos que hubiera dado en ese lugar. ¡Qué pena!
La oscuridad llegaba en ese momento con lo últimos rayos de sol que se escondían por detrás de Arrietabaso (con la susodicha frescura) y yo dejé a la yegua cerquita de su hijo. Ella no quería que le sonara ni el cencerro que llevaba colgando del cuello. Agarraba el cencerro con las dos patas y lo inmovilizaba. Ahí la dejé.
Es la misma yegua que inmortalicé el domingo con el montañero que subía a Urkiolamendi con el mal tiempo.
En las escenas del malogrado parto se ve claramente del amor, la ternura, la tristeza y demás sentimientos que envuelven a la frustrada madre en esos momentos de plena soledad.