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Al habla con el traductor de las familias kurdas refugiadas en Durango

I. Gorriti

Tiene 40 años, reside en Bilbao, es informático y voluntario de Cruz Roja. Con ese perfil, conoce de primera mano conflictos de países en guerra. Es el traductor voluntario que auxilió a las dos familias kurdas localizadas en un camión frigorífico en la planta central de Eroski en Elorrio y acogidas por el Ayuntamiento de Durango en una vivienda municipal.

Un acuerdo de confidencialidad le impide hablar sobre su trabajo con las siete personas del Kurdistán iraquí refugiadas en la villa. Ocho, en realidad, ya que el domingo se sumó a ellos el marido de la mujer que viajaba sola junto a un bebé y que reside en Reino Unido.

Su misión fue hacer de enlace entre las autoridades y las familias kurdas. Así, el mismo jueves cumplió labores de traductor de urgencia por vía telefónica, cuando los sanitarios atendían en el centro de salud de Durango por principio de hipotermia a los menores, y por mareos y vómitos a una de las madres. El segundo día permaneció “seis horas” a su lado. “La mejora en su habla de un día a otro fue evidente”, valora quien formó parte de un contingente de ayuda durante un mes en el campo de refugiados de Skaramagas, próximo a Atenas, en 2016. “Mi experiencia en el campo de Grecia y con estas familias en Durango me lleva a pensar que la realidad supera a la ficción. ¡Comprobado! Es lo que siento”, estima con hablar pausado para tratar de no salirse de su compromiso.

Es consciente de la loable actividad que realiza de forma solidaria, así como el resto de sus compañeros de Cruz Roja Bizkaia. “Lo hago porque la situación de urgencia lo necesita y porque es un ser humano al que le hace falta ayuda”. A su juicio, en el momento en que una familia lo pide, como es el caso de las de Durango, “tener un traductor es, para ellos, tener una mayor esperanza; esperanza porque la ayuda es tener una persona que me escucha en situaciones de desesperación”.

Así lo sintieron los nuevos vecinos de Durango cuatro días atrás gracias a que este bilbaino habla castellano, árabe, inglés y tiene nociones de francés y euskera. Con los kurdos iraquíes se comunicó en árabe. “Los kurdos tienen su idioma propio, pero muchos comprenden el árabe”, detalla y va más allá: “Ellos están ahora en un país del que no conocen su idioma. He comprobado que poder comunicarse es una sensación que no se puede describir con palabras”.

· El apoyo de Cruz Roja ·  Además de su labor de traducción, Cruz Roja aporta a las personas refugiadas información jurídica sobre su situación y “para que no sean víctimas de personas que puedan aprovecharse de su situación”. Junto a ellos les ofrecen “otro tipo de ayuda en su intento de salir del conflicto, porque lo que quieren es un futuro mejor para ellos y, como me trasmitían en Grecia, para sus hijos”.

El vizcaino recuerda que estas personas refugiadas son libres y aboga por la privacidad para que puedan vivir la cotidianidad. “En Cruz Roja la privacidad es fundamental porque trabajamos con los colectivos más vulnerables. La privacidad, además, genera confianza en la institución”. Por su compromiso no puede, por ejemplo, dar a conocer si las dos familias también lo son entre sí o de qué país en guerra huyen. Él cumple con su entrega humanitaria como mejor sabe y ha sentido que las dos familias se lo agradecen. “Evidentemente, me lo han agradecido. En labores como esta, con una mirada ya me lo dicen todo. Actuaciones como esta -enfatiza- merecen la pena”.

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