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VÍDEO · GUDARI GREGORIO URIONAGUENA · «En el bombardeo de Durango tuve que recoger el cadáver de mi amigo y del boticario y subirlos al camión»

Testimonio sobre el bombardeo de Durango de Gegorio Urionaguena (Mugalari)

 

Iban Gorriti

«Yo me enteré de la sublevación de los fascistas por los periódicos. No recuerdo más de aquel 18 de julio», resume a sus 99 años Gregorio Urionaguena, abadiñarra de nacimiento que fue superviviente del bombardeo de Durango, testigo desde los montes zornotzarras del raid sobre Gernika y gudari del batallón Eusko Indarra (ANV2). La vida le ha puesto contra las cuerdas en diferentes ocasiones, sin embargo, es ejemplo de superación y de trasmitir alegrías.

Ayer se cumplieron 80 años de un capítulo que no debiera haber ocurrido jamás: el golpe de estado que unió a una parte de los militares y a parte de la Iglesia católica española. El fracasado intento derivó en Guerra civil.

Gregorio Urionaguena

Gregorio Urionaguena en la plaza del Ayuntamiento de Durango. PHOTO · Iban Gorriti

Urionaguena (12 de marzo de 1917) fue uno de los demócratas que se alistó a defender la república a luchar contra el fascismo. El 1 de marzo de 1937 cogió el alta de un accidente que le ocurrió trabajando en el taller de Ángel Ochoa en Durango, en la parte trasera de la parroquia Santa María de Uribarri de Durango. Se quemó y casi perdió la vida. El famoso doctor bilbaino Arrospide fue su médico. Además, acababa de pasar una pleuresia. A final de ese mismo mes, la Aviazione Legionaria italiana bombardeó la villa con el beneplácito de Mola. Murieron asesinados más de 336 personas.

Gregorio se salvó por muy poco. Su testimonio de aquel día no era conocido hasta la fecha. Cuenta que mientras estaba trabajando en el citado taller de Ochoa oyeron primero las campanas. Mola ya había advertido de que pondría todo en el asador para hacer caer Bizkaia en su poder.

«En ese momento, mi compañero de trabajo Díez y yo salimos con las bicis hacia Landako. De pronto vimos los aviones y cómo brillaban las bombas. Tratamos de meternos al refugio que había en el mismo casco viejo, cerca de lo que era la serrería de Goiria», relata y prosigue: «Según nos aproximábamos al refugio vimos también al boticario Landaluze, que tenía la farmacia donde está la de Urquizu. Los aviones de Elgeta tardaron en llegar minuto y medio. Yo tiré la bici y me metí al refugio que era de metro y medio, pero mi compañero se detuvo a aparcarla bien y ahí quedó muerto. ¡Fue horrible!».

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Callejero dibujado por Urionaguena sobre cómo vivió él, el bombardeo de Durango.

Al salir del refugio, se encontró a su amigo y al boticario muertos, junto a una tercera persona. «El batallón Kirikiño estaba en Jesuitas y Cruz Gorroño andaba al servicio del Kirikiño. Entre otro y yo subimos los tres cadáveres a la furgoneta. Como curiosidad, un alemán Otto tenía también en esa zona un taller de fundir aluminio».

· Gernika · Urionaguena volvió a su hogar en Lebario. Mientras tanto, su hermano joven estaba de soldado y el mayor ayudando a un batallón socialista. Gregorio se vio en la tesitura de por nacionalista vasco salir de su casa con las vacas y enseres hacia Euba. «Desde un monte vi el bombardeo de Gernika, todo en llamas», aporta.

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Firma de Urionaguena con 99 años. · PHOTO · Iban Gorriti

Y migraron a Gallarta, a un chalé de un socialista, estuvimos una semana. «Hay unas imágenes en televisión que se nos ve en Basurto con el carro», explica. Entonces por periódico, les llamaron a filas del Ejército de Euzkadi la quinta del 38, a los que teníamos 20 años. Más adelante llamaron a los del 39 y 40.

«Al Ayuntamiento de Bilbao fui, que creo que entonces estaba en la parte de atrás de la Gran Vía. Al día siguiente a Basurto a hacer pruebas con fusil y bombas de mano y después al Bizkargi, de noche. Recuerdo que al capitán nos los mataron en Portugalete, cuando estaban los fascistas en la otra margen. Nosotros estábamos de guardia».

· Brazo en alto · Fue apresado en Gallarta. Le condujeron a Escolapios, Bilbao. Pero estaba lleno y los fascistas le derivan al seminario viejo de Vitoria que «también se llenó y a Orduña. Hasta los váteres estaban llenos. Había que estar con el brazo en alto media hora para comer, cantando el Cara al sol».

De allí a Palencia. Dormían en el cuartel de Guardia Civil hasta que el 4 de agosto se formó el batallón de trabajadores número 18. Les trasladaron en vagones de ganado «con un agujero hecho para que hiciéramos las necesidades» -narra- en el tren. «La noche la pasamos con un calor insoportable y sin agua. Llegamos a la una de la madrugada a Soria y teníamos que ir a Sigüenza, Guadalajara. Por fin llegamos a las tres de la tarde».

En Saelices de la Sal -Guadalajara- como esclavos de Franco tuvieron que hacer trincheras para los fascistas. «Estábamos en una ermita y nos obligaban a ir al pueblo, hacer las zanjas y volver para comer. Volver a ir y regresar de noche. ¡Menudas ampollas teníamos!» Allí estuvieron hasta diciembre.

Como les hacían falta mecánicos a los fascistas le llevaron a Vitoria fui allí y más tarde a Zaragoza. De allí a Segovia donde trabajó durante 25 meses. Se licenció en diciembre de 1939, «pero a los que nos faltaban de acabar el servicio militar nos llamaron y me llevaron a Burgos, a un taller, ajustando bielas cuatro meses».

A su regreso el ayuntamiento le llamó para ir con la fascista División Azul española a combatir a Rusia, pero «por suerte solo fueron voluntarios. Ya conocí a algunos. Hubo uno de Mañaria que volvió sin brazo y trabajaba de guarda en Mendizabal».

· Estraperlo · Para ganar algún dinero extra al que obtenía en su nuevo trabajo en el garaje de otro Ochoa, Cipriano, iba a Araba y Burgos a traer trigo de estraperlo. «Un hermano de los socios tenía un taxi y allí que íbamos. Mira, a los de la panadería Alberdi les cogieron el primer día que lo intentaron. Nosotros lo que hacíamos era llevar a alguna mujer para que pareciera una usuaria del taxi».

Más adelante, anduvo montando motores con transformadores por diferentes talleres hasta en Soraluze. A continuación, abrió una tienda de bicicletas donde Txibiton. Y los Piedra le cedieron, «gratis», un local para coches junto a lo que había sido el garaje de Ángel Ochoa.

Acabaría abriendo Garajes Gregorio y excavadoras. Y llegó la peor noticia. Un hijo suyo, de 24 años, murió al caerle una pala encima. “Yo estaba allí y fue durísimo ver a mi hermano. Mucho”, relata Pedro Urionaguena, hijo que se hizo con la firma convirtiéndola en una Sociedad Anónima.

Astarloa kalea - 1983

Foto del Garaje Gregorio en Astarloa kalea de 1983. · PHOTO · Archivo Municipal de Durango

Gregorio el próximo marzo cumplirá cien años. Es un hombre muy querido en Durango y recordado además porque estaba al cargo del reloj de la torre de Santa María, porque siempre ha hecho sorprendentes dibujos de temas de ciencias, incluso, un callejero del día del bombardeo de Durango; por ser el ganador del sorteo de la JAED, por su garaje en Tabira y más adelante en la calle Astarloa, por cómo era un dantzari que hasta los 89 años bailaba la ezpatadantza en fiestas de San Salbador de Gerediaga; por cómo plantó 1.150 árbotes frutales donde hoy hay un peaje de autopista en Gerediaga o por cómo Urionaguena también puso en marcha en 1999 un nacimiento, un belén en el pórtico de Santa María tras un viaje a Tierra Santa. Y tomen nota, como muestra la foto a continuación, aún conserva la elasticidad en su cuerpo: con el pie toca su cabeza a falta de solo ocho meses para cumplir un siglo de vida.

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Gregorio toca con su pie la cabeza. · PHOTO · Iban Gorriti

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